El Pais (Uruguay) - Revista domingo
Los migrantes que trajo el océano y que cargaron historias
En 1890, Valentino Girardo emprendió un viaje a Buenos Aires en la búsqueda de una nueva vida. En el camino, pasó por Montevideo y decidió quedarse. En Italia quedó su familia, hasta que años más tarde su esposa y dos de sus tres hijos siguieron sus pasos y vinieron a su encuentro. En Italia siguió quedando familia y origen. El 4 de octubre de 2000, Elena Wilson de Girardo, bisnieta de Valentino, recibió en su casa montevideana una car- ta desde Italia dirigida a ella. En la misiva, Livio Girardo, que se decía de la provincia italiana de Pordenone, contaba que desde 1986 su deseo era encontrar a los parientes que habían migrado a Sudamérica. Resultó que su bisabuelo había sido hermano de Valentino.
“Desde entonces, nuestra vida ha cambiado (...) Cuatro años después de haber recibido esa primera carta, mis padres visitaron Prodolone invitados por Livio para conocer sus raíces, el pueblo, la antigua casa de los Girardo, esa que un día de 1890 Valentino había dejado para emigrar hacia América, dejando en Friuli a su esposa Irene y sus tres hijos: Giuseppe, Andrea y Edoardo”, escribió Claudia Girardo en un texto que publicó el Ente Friulano Assitenza Sociale Culturale Emigranti. De esa historia, hoy en día el Museo de las Migraciones —Bartolomé Mitre y Piedra— exhibe el baúl de madera y forrado en tela con el que Valentino viajó en 1890, como parte de su exposición permanente Pasado y presente de la Migración en Uruguay. Es un relato que marca la importancia del reencuentro, de la necesidad de completar el árbol genealógico, símbolo de la identidad. Pero también es un apoyo para “identificar y colectivizar sentimientos y emociones” respecto a ese movimiento a la vez histórico y actual de las migraciones.