El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Que sea con suerte

A Soledad Pastorutti no hay que presentarl­a: es La Sole, la del poncho, una de las cantantes más populares de Argentina y la región. Ahora estrenó nuevo single, La Gringa, en el que cuenta su historia.

- SOLEDAD GAGO

Se llama simplement­e Soledad. Y la recibimos con el aplauso de todos. Que sea con suerte, querida”. Era 1996 y después de varios intentos y desilusion­es, lograba subirse a cantar al escenario del Festival Nacional de Folklore de Cosquín. Bombacha y remera negra, chaleco marrón, poncho blanco colgado al hombro, pelo negro que cae a ambos lados de la cara. Soledad Pastrorutt­i tiene por entonces 15 años y está por cantar ante 10.000 personas que no la conocen, en el festival de folklore más importante de Argentina y quizás del continente. No sabe, Soledad, que esa es la primera de 20 y tantas veces más que cantará para ese público. No sabe, tampoco, que al año siguiente, cantará la misma canción, Sal

teñita de los valles, y se consagrará como una de las promesas del folklore argentino. No sabe, Soledad, (parece que nadie puede saberlo), que más de 20 años después grabará discos, vivirá de gira en gira, le mostrará su música al país y al mundo, hará una película, cantará con los músicos más importante­s de la Argentina y la música será su forma de vida. Hoy La Sole tiene una carrera de 22 años que la consagra como una de las voces más importante­s y populares de la música argentina. “Para un artista popular, tener prestigio siempre es un camino un poco más difícil. Porque está como asentado que lo popular no puede ser bueno o duradero. Yo creo que con los años, el tiempo respondió solo”, dijo en una entrevista con La Nación. “Mi vida cambió rotundamen­te, yo no era una artista y en la marcha me tuve que convertir en una, de una forma muy expuesta y siendo mujer, que no es un dato menor. Porque cuando pasás tu adolescenc­ia exponiéndo­te, cuando tu cuerpo empieza a cambiar, cuando por ahí engordás un poquito, se hace muy difícil. Hay un montón de detalles que son muy difíciles de afrontar para una mujer. A mí costó mucho asumirme como artista y como un personaje del medio. Cuando lo logré me sentí muy cómoda porque además hay mucha gente como yo en el medio y a todos les cuesta un sacrificio, nadie está por casualidad en el lugar que está. Eso fue algo que aprendí con el tiempo”. Y como el tiempo, La Sole cambió, pero sigue siendo la misma. La bombacha y el chaleco ya no están, pero el poncho sí, el poncho siempre está. “Yo soy La Sole y llevo el pon- cho a mi manera, porque la gente siempre me ha tenido fe”, canta en La Gringa, el single que acaba de estrenar y que ya tiene más de 300.000 visitas en su canal deYoutube.

Pero antes de La Gringa, antes de los discos, de las canciones y de los fanáticos, de los escenarios y del primer Cosquín hay una persona que lo sabe. Como si pudiera burlar al tiempo y adelantars­e al futuro, sabe, don Omar Pastorutti, que su hija tiene talento y carisma, que cuando se presenta en las peñas de la escuela comunal de guitarra de Arequito (Santa fe), su pueblo, la gente tiene una conexión particular con ella. Su papá es el que las impulsa, a ella y a su hermana Natalia, a que sigan por el camino del arte. Sabe, don Omar, que el arte siempre es bueno. Natalia a veces dice que no, pero Soledad no. Soledad no sabe decirle que no a su padre. Y entonces se empieza a presentar en festivales del interior, y su papá graba casetes, imprime fotocopias con su foto (cuando puede a color, cuando no le da, en blanco y negro) y los vende entre el público. Soledad se presenta en las peñas del Cosquín y Omar insiste en que su hija pueda cantar en el festival. Pero no lo consigue. Así, por dos años. Y Soledad ya no quiere ir a Córdoba para no poder cantar. Pero don Omar le dice que lo intenten una última vez. Solo una vez más. Y lo logran. Era 1996. “Se llama simplement­e Soledad”, dijo el presentado­r. Y así empezó todo.

LA GRINGA. Después de ese Cosquín de 1996 firmó contrato con Sony para grabar su primer disco, Poncho al viento. La letra chiquita decía que tenía que vender 5.000 ejemplares, o se rescindía el contrato. Entonces su papá se fue a Buenos Aires, fue a una disquería y pidió el disco de Soledad. Nadie sabía quién era. “Una nena que canta folklore”, insistió. “¿Cuántos quiere?”, le preguntó el vendedor. Y él dijo que todos. Quería todos los discos que hubiera. Se los llevó a su pueblo y vendieron 3.000 copias en cada festival en los que la Sole tocaba. Ese disco vendió más de 800.000 ejemplares y fue el que mejor se vendió de su carrera.

Desde entonces y casi sin saberlo, revolear el poncho se transformó en su marca registrada y su voz sonó cada vez con más fuerza. Sus primeros discos eran de puro folklore y del folklore más puro. Soledad llamaba la atención, siempre. Primero por su voz, después por su talento, pero también, porque era una mujer en un ambiente de hombres. Sin embargo, de a poco empezó a demostrar que no hacía falta usar bombachas, botas y boina para transforma­rse en una referente del folklore de su país y de la región. De a poco empezó a expandir su repertorio, del folklore al pop e incluso al rock y otra vez al folklore. Hizo una película, fue la protagonis­ta de la tira juvenil Rincón de Luz y participó de otras series de televisión, le hizo un homenaje a Horacio Guarany, se presentó en la Casa Rosada, en el Teatro Colón y en los más importante­s escenarios argentinos, cantó el himno para la selección argentina, hizo giras por todo elUruguay, llevó su música a Europa y a Estados Unidos. Y todo acompañada de su hermanaNat­alia. Vivió en Buenos Aires, se casó y volvió a Arequito, su pueblo. Porque a pesar de los discos, las canciones, los fanáticos, las giras y los escenarios, su voz sigue siendo la misma. Que sea con suerte, Sole. Porque lo demás, es historia conocida.

CANTÓENEL FESTIVAL DE COSQUÍNPOR PRIMERA VEZ A LOS 15AÑOS

PREPARA UNA GIRA POR ESTADOS UNIDOS Y NUEVO DISCO

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