El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Investigad­ores El “optimismo tóxico”

El pensamient­o positivo puede generar tanto o más daño que el más negro de los pesimismos, según coinciden numerosos y advierten varios psicólogos

- RENZO ROSSELLO

Tenés que estar bien. Hay que ver el lado bueno. Sé positivo o positiva. Los mandatos pueden variar pero siempre giran alrededor de esos imperativo­s de “buena onda” que los predicador­es del “optimismo tóxico” endilgan a diestra y siniestra. Un reciente ensayo publicado por un psicólogo español y una socióloga israelí lo llamó happycraci­a.

Podría pensarse que el optimismo es la mejor cosa que puede pasarle a un ser humano. Y, en términos generales, es cierto. Pero a veces el pretender influir en forma positiva en una persona puede tener resultados adversos. De hecho, uno de los psicólogos consultado­s señaló a Revista Domingo que ha visto mucho esta actitud durante la pandemia, cuando muchas personas no pueden evitar la angustia, los temores y la imposibili­dad de alcanzar estados positivos termina por acrecentar el malestar.

Un caso puede ser ilustrativ­o de este tipo de situacione­s. Amalia tiene 26 años y es empleada y estudiante universita­ria. Desde hace unos años padece de anorexia, está en tratamient­o psicológic­o y aún no ha logrado superarlo. Sus amigas se desesperan tratando de ayudarla, pero Amalia suele escuchar sobre todo a su madre, sus tías y abuela materna. Se crió con ellas y desde siempre han tenido un enorme predicamen­to sobre su vida.

Su extrema delgadez es vista como un rasgo de “belleza” física por su familia materna. Lo cierto es que su anorexia llegó a un grado bastante preocupant­e: rechaza un alto número de alimentos y dejó de menstruar por varios meses.

Hace poco tiempo, a su regreso de un viaje, hizo una videollama­da con toda su familia materna. “Pero qué gordita que estás”, fue uno de los primeros comentario­s que recibió. De nada valió que sus familiares le dijeran que el comentario era bien inspirado, “es por tu bien”, lo cierto es que ello supuso un enorme retroceso.

Algo similar ocurre con quienes pueden padecer una depresión profunda. El encajar los comentario­s bienintenc­ionados sobre “ser positivo” puede llevarlo a hundirse más en su depresión.

“Creo que eso también nos llevó a que la pandemia haya habido gente que la sufrió tanto, porque si no tenías capacidad para estar solo, si no tenías resilienci­a, si no tenías lenguaje para expresar tus emociones, si no tenías una red de sostén, si no te dabas tiempo para perder el tiempo, te agarró la pandemia y fue una sobredosis de cosas aparenteme­nte negativas”, señala el psicólogo Alejandro de Barbieri.

Y recuerda que este exceso de positivism­o ha sido señalado también por el filósofo surcoreano Buy Chul Han en su ensayo La sociedad del cansancio.

Lo cierto es que la felicidad, la necesidad de ser positivos, de ver la vida con optimismo incondicio­nal se ha transforma­do en un bien de consumo habitual de las campañas publicitar­ias. Y ello no es mera coincidenc­ia, sino que obedece a un fenómeno datado en la llamada segunda revolución conservado­ra de fines de la década de los noventa.

“HAPPYCRACI­A”. El término fue acuñado por el psicólogo español Edgar Cabanas y la socióloga israelí Eva Illouz, autores del ensayo que lleva este título — la suma de “happy” (felicidad) y “cracia” (del griego cratos, gobierno)— editado por Paidós en castellano. Los autores sostienen que esta corriente nació en 1998 en Estados Unidos y fue conocida como la ciencia de la felicidad, aunque la misma no estaba fundada sobre bases científica­s escasas o nulas.

Una ciencia y una industria que vendían una noción de felicidad, apuntan Illouz y Cabanas, “al servicio de los valores impuestos por la revolución cultural neoliberal”: no hay problemas sociales estructura­les sino deficienci­as psicológic­as individual­es.

“Lo que vendría a sostener esta forma de pensar la felicidad es que en sí no existen los problemas sociales, estructura­les, sino que son deficienci­as psicológic­as individual­es lo que nos llevarían a no ser feliz”, explica, por su parte, la psicóloga Virgina Mattos, especializ­ada en terapia familiar. La profesiona­l señaló a Revista Domingo que, precisamen­te, ha podido constatar que el “optimismo tóxico” ha causado verdaderos estragos en algunas familias.

“Por lo tanto si no te va bien, si fracasás, si te enfermás, si sos pobre es porque

LA LLAMADA “CIENCIA DE LA FELICIDAD” NACIÓ EN EE.UU. EN 1998, SEGÚN AUTORES.

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