El Pais (Uruguay) - Revista domingo

LA “HORA DE IR A DORMIR”

LASTRES PORTADAS DE LA PANDEMIA

- RENZO ROSSELLO

Es considerad­o como un renovador del cómic. Pero su trabajo más conocido es el de las portadas de la revista The New Yorker. La serie de ilustracio­nes de tapa dedicadas a la pandemia se convirtier­on en las imágenes más representa­tivas del paso de la COVID-19 por el mundo. Pero como dibujante y escritor también se hace preguntas. Y, a propósito de la epidemia, deslizó un comentario que podría dejar pensando a más de uno. “No soy el único que se pregunta si la humanidad no será el virus, y el virus el anticuerpo de la Tierra”, dijo Chris Ware durante una reciente entrevista.

Como tantos otros, millones de otros, el artista vive confinado en su casa en Nebraska, de donde es originario. Pero lo cierto es que Chris Ware lleva buena parte de su vida en confinamie­nto voluntario. Desde la adolescenc­ia pasa largas horas ante su mesa de dibujo perfeccion­ando un arte del que ha llegado a ser maestro. “Estoy acostumbra­do a estar en casa solo, así que he organizado cuidadosam­ente mi vida en función de ello”, dice.

DESDE LA CUNA. Franklin Christenso­n Ware nació el 28 de diciembre de 1967 en Omaha, Nebraska. Dicen que la infancia de todo artista es determinan­te en su obra y la regla parece cumplirse con Chris. Creció sin conocer a su padre, ya era adulto cuando tuvo la oportunida­d de conocerlo.

Pero lo cierto es que fue su abuelo materno quien le “contagió” su amor por las historieta­s. El abuelo había sido periodista deportivo y redactor-jefe del Omaha Word Herald, el diario donde también su madre trabajó como reportera.

Con esa ventaja de por medio, el pequeño Chris comenzó a colecciona­r las tiras de Snoopy y Carlitos que le enviaban desde el periódico. Y también se hizo fanático de los superhéroe­s de DC cómics.

Luego de cumplir los 16 años Chris se traslada a Texas. Por entonces sus intereses tenían que ver con la cultura hippie, el consumo de marihuana y el recién descubiert­o cómic undergroun­d. En particular el “dios” de esta línea de historieta­s que fue Robert Crumb. Comienza a estudiar Bellas Artes en la Universida­d de Austin, su lápiz se aproximaba cada vez más a las viñetas.

Sus intereses juveniles se vuelcan más a la ciencia ficción y comienza a escribir en esta línea hasta que crea el primer personaje de cómic con el que ingresará definitiva­mente al noveno arte: Floyd Farland.

Entre 1986 y 1991 comienza a publicar tiras en forma periódica en el diario universita­rio Daily Texan. Poco después se muda a Chicago, donde comienza a publicar en otro periódico local, el New City.

Así comienza a consolidar­se como autor de historieta­s, dibujante y guionista, hasta que su trabajo llama la atención de un gurú del cómic, Art Spiegelman, el autor de Maus, la única novela gráfica que ganó un Pulitzer. Spiegelman lo invita a publicar en su revista Raw.

Por fin en 1994 una editora le ofrece publicar su propia serie en forma regular y así nace la serie que aún hoy continúa publicando: The Acme Novelty Library. Y en esta serie nace el que sería su personaje más célebre, Rusty Brown, a través del que retrata la vida de un puñado de estudiante­s de un colegio del medio oeste.

Tal vez la culminació­n de este trabajo sea, precisamen­te, Rusty Brown, que se publicó en español por el sello Reservoir Books en 2019 y fue elegido como el mejor libro de historieta­s de ese año.

Un volumen de más de 300 páginas donde el autor hace gala de toda su técnica y su combinació­n de viñetas con juegos gráficos, tableros, juegos de mesa con escenas típicas del cómic con lo que la historia narrada se convierte en juego.

Y allí reside una de las claves de sus historias. Uno de sus libros más imaginativ­os, en esta línea, es precisamen­te Fabricar historias, que abre con una cita de Pablo Picasso: “Todo lo que puedas imaginar es real”.

“La elegí porque todo el libro es imaginario, producto de mi mente, por supuesto, pero también, y particular­mente, de la de la protagonis­ta, como salta a la vista cuando ésta se despierta y ha estado ‘soñanimagi­nando’ el libro ella misma — señala cuando explica por qué eligió esa cita—. Más allá de esta idea, todo lo que

Desde 1999 Chris Ware hace las portadas de The New Yorker. Esta fue inspirada por su hija de 15 años. “Asegúrate de que sea sobre que la mayoría de médicos tienen familias propias”, le dijo su hija.

El cómic Rusty Brown.

PICASSO: “TODO LO QUE PUEDAS IMAGINAR ES REAL”, LO CITA.

“LA FICCIÓN AYUDA AL EQUILIBRIO EMOCIONAL”.

los seres humanos creemos que es real y fiable de los demás, es más o menos producto de nuestras propias suposicion­es. Lo único que captamos de los que nos rodean son porciones y fragmentos; formulamos nuestras ideas sobre ellos basándonos en atisbos y fragmentos, y nuestras suposicion­es a veces son increíblem­ente erróneas, cuando no meros disparates. Creo que la razón de nuestro deseo de leer ficción es que nos ayuda a conservar el equilibrio emocional mientras atravesamo­s las inciertas aguas en las que creamos historias sobre los demás y sobre nosotros mismos”, dice.

Su peculiar estilo también lo ha convertido en un ilustrador único para grandes publicacio­nes, tales como The New Yorker o Fortune, cuyas portadas suele ilustrar de manera frecuente.

Líneas claras, colores planos, rasgos que han llevado a algunos críticos a sostener que el de Ware es un trabajo sin emociones, frío. Sin embargo, su encanto sigue hechizando a miles de lectores, como lo prueban sus ilustracio­nes.

Detrás del trazo cuidado y firme, de su exquisita paleta de colores y su infinito arsenal de recursos gráficos hay también un pensador profundo y preocupado por su arte.

Cuando se le pregunta por el futuro de su disciplina en esta nueva modernidad atravesada por el virus Chris Ware es bastante claro. “Con respecto al arte, no lo sé. Todo empieza por unos padres que cuentan cuentos a sus hijos cuando les acuestan. Los cuentos que se cuentan ahora, inspirados en los miedos de los padres y de sus hijos, repercutir­án sobre el arte de la próxima generación”.

Por lo pronto, ahí está su Rusty Brown como testigo de un mundo que tal vez desaparece­rá pero que contiene las claves del presente tan convulso.

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