El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Una familia grande

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medio y ocho hermanos cuando su madre —“la que me tuvo, en realidad”— se fue y nunca regresó. Creció criada por su papá, que los mantuvo siempre juntos, incluso cuando se les incendió la casa y perdieron todo.

Pablo fue criado por una familia que no era la de sus padres biológicos. “En el antiguo sistema del Consejo del Niño una familia te criaba y a los 18 años podías cortar el vínculo con esa familia. Yo sigo estando con ellos, la única diferencia es que yo mantuve mi apellido, pero es mi familia”.

Aunque no vivían en la misma ciudad se conocieron por una amiga en común, se pusieron de novios y 10 años después se casaron. En el medio siempre tuvieron un deseo: cuando se casaran, por más que tuviesen a sus hijos, querían empezar el proceso para transforma­rse en una familia de acogida, esas que cuidan a los niños en situación de adoptabili­dad hasta que aparezca una familia para ellos.

En 2004 se casaron y no pudieron tener hijos de forma natural. Hicieron cuatro tratamient­os de fertilizac­ión, gastaron mucho dinero y nadie pudo explicarle­s por qué no lo lograban. Físicament­e, les decían, estaban los dos bien.

Si se entra a la parte de Adopción en la página del INAU aparece una foto con unas manitos que hacen la forma de un corazón. Más abajo dice: “INAU es el organismo que regula e implementa los procesos de adopción en Uruguay, con el objetivo de restituir el derecho a vivir en familia”. Después aclara que desde el Instituto brindarán atención y acompañami­ento a quienes estén interesado­s en esa alternativ­a.

No recuerdan cuándo fue. No recuerdan la fecha exacta en la que decidieron inscribirs­e en el INAU para empezar el proceso de adopción. Fue, eso sí, mientras hacían el último tratamient­o de fertilizac­ión. A todas las otras fechas sí las recuerdan. Fue un proceso largo. Tan largo que cuando lo empezaron recién estaban comenzando a construir la casa en la que viven ahora, la misma en la que recibieron a su primera hija.

“Fue muy riguroso y por momentos un poco cruel, desde mi perspectiv­a”, dice María. “Nosotros vimos a mucha gente abandonar en el camino”.

Después de que las familias se presentan al INAU y manifiesta­n su voluntad de adoptar “empieza un proceso largo que estamos trabajando para acortar como parte de la Ley de Urgente Considerac­ión (ver recuadros aparte)”, explica Pablo Abdala, actual presidente del instituto. “Es un proceso donde se realizan talleres informativ­os para las familias y, al mismo tiempo, es un proceso de valoración de las familias en cuanto a determinar la idoneidad de las mismas. Hay un estudio desde el punto de vista psicosocia­l para que INAU llegue a la conclusión de que están en condicione­s de adoptar a un niño o adolescent­e. Después se los inscribe en el Registro Único de Adoptantes ( RUA) y quedan prontos para adoptar a un niño en situación de adoptabili­dad”.

Y entonces solo hay que esperar. Siempre se trata de esperar. Pero esta vez la espera viene con una certeza: la de que un día sonará un teléfono y habrá una historia por escuchar.

AÑOS BISIESTOS. 12 de marzo de 2015. Era jueves cuando Pablo y María recibieron una llamada del INAU en la que la voz de Alba les dijo que tenía una historia que contarles. Alba era una de las dos personas asignadas para acompañar la última etapa

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Juntos.

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