El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Residentes disfrutan de sus ciudades vacías

- THE NEW YORK TIMES

Durante los últimos dos meses, muchos de los destinos más populares del mundo se cerraron a los visitantes, dejando monumentos, museos, tiendas, restaurant­es, bares y calles casi vacíos, que los residentes, a medida que salen de la cuarentena, descubren, con una mirada diferente, sin turistas.

Aunque el turismo es el alma de las economías de estos destinos, y la necesidad de que los viajes se reanuden es necesaria, los locales pueden experiment­ar algo que parecía imposible: tener sus hogares para ellos solos. Historias en primera persona de los que recuperaro­n su ciudad. Como Gianluca Boscolo, de 30 años, desarrolla­dor web que vive en Roma desde hace tres años. “Después de dos meses de cuarentena, regresamos, como mi pareja, al centro de la ciudad desde nuestra casa en el vecindario de Montersacr­o. Caminamos hacia el Circo Máximo y el Coliseo y fue una vista extraña: no había nadie más”.

“Trabajo en una oficina en el vecindario de Monti junto al Coliseo y todos los días, solía caminar entre las multitudes que entraban y salían de la estación de metro Coloseo para llegar al antiguo anfiteatro y al Foro Romano. Al principio era extraño estar allí sin todas esas personas, pero se convirtió en una experienci­a nueva y hermosa”.

“Soy de Chioggia, una ciudad al sur de Venecia, y siempre soñé con vivir en Roma. Durante la semana pasada, la ciudad se volvió romántica, como un sueño. Caminamos hacia la Fontana de Trevi y la Plaza de España y había tan poca gente allí que estábamos prácticame­nte solos”.

“Explorar nuestra ciudad en estos días es como descubrir una nueva ciudad. Incluso las cosas mundanas que una vez dimos por sentado como tomar un helado o tomar un café afuera ahora se sienten especiales. Ayer caminamos por Trastevere, a través de Ponte Sisto, a lo largo del Lungotever­e en soledad”.

“Esta experienci­a está haciendo posible ver la ciudad en la que vivimos con nuevos ojos. Normalment­e caminamos para llegar a donde necesitamo­s estar, pero caminar ahora nos da la oportunida­d de ver detalles que no siempre notamos cuando te abres paso entre un grupo de turistas que caminan sobre ti. Fuimos a la Plaza de San Pedro, el Panteón, Villa Borghese”.

“En este momento, Roma es visitada solo por romanos y es un sentimient­o extraño. Es triste que no tengamos turismo, necesitamo­s recuperarl­o, pero hemos disfrutado de este breve respiro. Roma es un museo viviente y es un privilegio tenerlo todo para nosotros”.

Darko Perjevic, de 41 años, es chef y propietari­o del restaurant­e Azur del casco viejo de Dubrovnik.

“El casco antiguo de Dubrovnik, donde he vivido la mayor parte de mi vida, no estaba así de vacío desde la guerra y el bombardeo de ocho meses de Dubrovnik en 1991 y 1992. Estamos tristes porque el vacío de la ciudad nos recuerda esa época. La situación aquí es agridulce, de verdad. Soy propietari­o de un restaurant­e en el casco antiguo que depende de muchos turistas. Pero es dulce porque caminar por las calles vacías en un día soleado se siente genial. No es necesario abrirte camino entre las multitudes que bajan de los cruceros. No se huele a aceite de fritura usado en exceso en los restaurant­es. La vereda de mi apartament­o da al PuertoViej­o y, en lugar de que las mesas de los restaurant­es ocupen el espacio, ahora hay redes de pesca recién usadas que se secan en los adoquines”.

“Los niños juegan en las calles como yo cuando era niño. En aquel entonces no había muchos restaurant­es que ocuparan espacios públicos y plazas, por lo que toda la ciudad era nuestro patio de recreo. Por un momento parece que recuperamo­s la ciudad para nosotros. Ayer jugamos al fútbol frente a mi casa en el Puerto Viejo. Tan pronto como volvamos a la normalidad, esto no será posible”.

Ana Lopiore, de 44 años, diseñadora, nació y creció en Holanda.

“Vivimos en el Bloemgrach­t, un canal con muchos árboles en el barrio de Jordaan, a solo una cuadra de la Casa de Ana

Frank. El puente enfrente de nuestra casa se había convertido en un punto elegido para fotos y los turistas que tomaban selfies se tropezaban constantem­ente con cualquiera que intentara cruzarlo. Nos habíamos acostumbra­do, pero de repente todo se fue. Nuestro hijo de 4 años acaba de aprender a andar en bicicleta y ahora podemos usar las calles y los senderos para bicicletas de la ciudad, sin atemorizar­nos de que se lastime”.

“Milagrosam­ente fuimos bendecidos con dos meses de clima maravillos­o: sol radiante y temperatur­as casi veraniegas. Para evitar reuniones se prohibiero­n los barcos en los canales del centro de la ciudad. Durante los últimos dos meses, en lugar del bullicio de las fiestas en los botes, vimos a personas solitarias que se deslizaban por las aguas tranquilas de los cana

RESIDENTES CUENTAN EN PRIMERA PERSONA CÓMO DISFRUTAN AHORA

ROMA, DUBROVNIK, PARÍS, VENECIA, ALGUNAS DE LAS CIUDADES.

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“Otra novedad fue que el Día del Rey, la fiesta nacional que dura al menos 24 horas, se canceló. Pero la gente, de todas maneras, salió a dar un paseo, muchos vestidos de naranja, ondeando banderas, y las familias se reunieron frente a sus casas y se sintió más pintoresco y dulce que una gran fiesta de borrachos”.

“Probableme­nte, el vecindario que más se ha transforma­do estos últimos meses es el Barrio Rojo, un lugar que normalment­e me esforzaba por evitar a toda costa, ya que generalmen­te estaba tan obstruido con los turistas que era imposible recorrerlo. Siempre pensé que era un lugar feo, pero últimament­e lo cruzo en el camino a la casa de una amiga y es impresiona­nte. Hay casas hermosas que nunca había visto antes porque tenía que concentrar­me en esquivar turistas”.

Sandra Clot, de 46 años, es pianista y profesora de piano y vive en el histórico distrito deMarais desde hace 20 años.

“El Marais es uno de los principale­s lugares que los turistas visitan en París. Normalment­e, llegar a mi casa un sábado por la tarde era una desafío porque muchos visitantes deambulaba­n de acá para allá. Los turistas venían alMarais para mirar vidrieras”.

“El Marais es uno de los barrios más antiguos e históricos de París y es conocido por su pintoresco encanto de pueblo. Pero se había convertido en un Disney minorista donde los visitantes venían a gastar dinero.”

“Me di cuenta que ElMarais pertenecía a los lugareños nuevamente la primera noche de la cuarentena obligatori­a, cuando abrí la ventana para aplaudir a los cuidadores. La luz se había desvanecid­o y me dije: ‘París ya no es la Ciudad de la Luz’. He salido muy poco, solo cuatro veces durante la cuarentena para comprar comida. Por primera vez en mucho tiempo, caminé por la rue Vieille du Temple y la rue Rivoli hacia Saint Paul. Antes del encierro, evitaba esas calles y otras en el Marais porque estaban muy obstruidas con la gente”.

Nicola Ussardi, de 42 años, trabaja en una tienda de vinos y pastas cerca de la Plaza de SanMarcos.

“Hasta el 4 de mayo, estábamos encerrados en nuestras casas, pero ahora el cierre se ha aliviado y estoy feliz de moverme a un ritmo lento, sin turistas cerca. Los venecianos estaban reclamando sus espacios.

“Como la Plaza de San Marcos está casi desierta, estamos aprovechan­do la oportunida­d de ir allí: se ha convertido en una mini peregrinac­ión, la gente va solo para pasear. Ahora finalmente podemos disfrutar de este lugar, que solía pertenecer a los turistas. Hace dos o tres décadas, era normal que los venecianos caminaran allí, pero luego el turismo de masas se hizo cargo de la plaza. Ahora puedes respirar la auténticaV­enecia.

Es algo bueno, no queremos volver a cómo eran las cosas antes. El sobreturis­mo era la norma, pero no era normal, la ciudad estaba abrumada. Teníamos que tratar con los turistas cada hora del día, todo giraba en torno a ellos. Vivo en Cannareggi­o, uno de los barrios menos turísticos e incluso aquí los venecianos fueron superados en número. Solía desayunar en el café local todas las mañanas, y serían cuatro lugareños y diez turistas de los bed and breakfast cercanos.

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