El Pais (Uruguay) - Revista domingo
DOS CASOS QUE SIRVEN DE EJEMPLO
La Solana del Mar, del arquitecto catalán Antonio Bonet, era la pieza central de un proyecto arquitectónico que diseñó para Punta Ballena. Laura Aleman cuenta que alrededor de 2006 empezó a hablarse de modificarla de una forma bastante radical. “Como no estaba protegida como Monumento Histórico Nacional, no se pudo frenar, aún cuando hubo presiones internacionales. No la demolieron y aún quedan algunas construcciones originales, pero es como si la hubiesen demolido. Más que reformarla, la deformaron. La nueva construcción no tiene nada que ver con la obra original. Fue una de las más grandes pérdidas patrimoniales que tuvimos”, lamenta la arquitecta. Por otro parte, señala los casos del Ventorrillo de la Buena Vista y el Mesón de las Cañas, del arquitecto Julio Vilamajó como ejemplo de buena gestión del patrimonio nacional. “Fueron excelentemente restauradas y hoy se pueden visitar y disfrutar. Esas fueron buenas experiencias que muestran que las cosas se pueden hacer bien”.
Así lucía la construcción del arquitecto Antonio Bonet.
— Porque es parte de la memoria colectiva, como la música, la pintura, la ciencia. La arquitectura no tiene el mismo status que tienen esas disciplinas. No forma parte de la cultura, está fuera de ella. Hoy está demodé la idea de que la cultura no empezó ayer, que tenemos una historia, una tradición que fuimos consolidando. Así como todos cargamos con una historia personal ( queremos saber quiénes fueron nuestros padres, de dónde vinieron), así también es importante a nivel colectivo. Me parece una injusticia que seamos indiferentes a eso, que vayamos a pasear al Parque Rodó y no sepamos ni cuándo se hizo, quién tuvo la iniciativa, por qué se hizo entonces, sus características. Esa indiferencia ¿qué genera? Que hagamos cualquier cosa. Por otro lado, hay otro problema importante que afecta a la arquitectura y es que preservar y protegerla muchas veces no resulta rentable. Nadie gana nada rompiendo una pintura de Pedro Figari, al contrario. Con la arquitectura a veces se da la situación opuesta: demoler una casa de principios de siglo es muy rentable porque permite construir un edificio alto que genera muchos más dividendos.
Así, la ciudad es no únicamente un lugar en donde mucha gente se aglomera para llevar adelante sus vidas. Es también un espacio en disputa permanente: una construcción artificial en la que se dirime el conflicto que existe entre el respeto a la historia y el impulso a seguir vinculados a nuestra propia historia e identidad, y darle lugar a lo nuevo.