El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Roger Federer y un juego elegante que es leyenda

Tiene 20 títulos individual­es en torneos Grand Slam que lo convierten en el mejor tenista de la historia. Actualment­e está cuarto en el rankingATP y es el deportista mejor pagado del mundo, de acuerdo a la lista de Forbes.

- SOLEDAD GAGO

Roger Federer. Mejores jugadas. Buscar. El primer video que aparece tiene 119.505 visitas en YouTube. Dura 9 minutos y 48 segundos. Tiene 30 fragmentos de 30 partidos en los que Roger Federer juega contra los mejores tenistas del mundo —Rafael Nadal, Novak Djokovic, AndyMurray— y los aniquila, los devora sin compasión como una bestia hambrienta capaz de terminar con su propia especie. El procedimie­nto de una de esas “jugadas” en la que parece imposible de vencer a Djokovic, es más o menos así: los ojos se mantienen fijos en la pelota mientras viene desde el rival. La frente contraída. Los dos brazos sostienen la raqueta. El torso se gira hacia la derecha para acentuar el impulso. El brazo derecho se mueve con la gracia de una danza y con la firmeza de un golpe en la cara, el otro acompaña el movimiento hasta golpear la pelota con una velocidad que la hace inalcanzab­le por el tenista serbio. Federer apenas sonríe y aprieta el puño en una sutil señal de festejo.

Los que saben dicen que es el mejor tenista que se haya visto jamás. Que su juego, que sus movimiento­s, que la variedad de sus golpes, que la adaptabili­dad del cuerpo, que la elegancia, que la humildad, que la grandeza.

Los números lo comprueban: ganó ocho veces el Campeonato de Wimbledon, seis el Abierto de Australia, cinco el abierto de Estados Unidos y una el Roland Garros. Esos torneos, los más importante­s del mundo organizado­s por la Federación Internacio­nal de Tenis, suman en total 20 títulos individual­es de Grand Slam y lo convierten en el tenista con mejores números de la historia. Además se mantuvo en el primer puesto del ranking ATP por un tiempo récord de 310 semanas, 237 consecutiv­as. Los números lo comprueban. Roger Federer es el mejor tenista que jamás se haya visto.

DEPORTISTA. El 2020 iba a ser un año particular­mente agitado para Roger porque, además de los torneos habituales que generalmen­te lo tienen girando y viajando de una punta a la otra del mundo, iba a participar representa­ndo a Suiza en los Juegos Olímpicos de Tokio.

“Hay momentos tranquilos en los que tengo tiempo para revisar el año y mirar hacia el futuro. Analizo lo que va bien y lo que no. Pero ahora estoy entrenando tanto que ya no tengo tiempo para hacerlo. Estoy mirando hacia el futuro con un enfoque muy centrado”, contó en una entrevista. Roger se prepara para cada torneo como si fuese el último.

A veces le preguntan cuándo será el último, la última vez que entre a la cancha, cómo hace para seguir jugando al nivel que juega a los 38 años (en agosto cumplirá 39). Y él, acostumbra­do a las preguntas y a las cámaras y a los medios, sonríe y casi siempre dice: “Sé que mi retiro es algo que va a pasar inevitable­mente. Pese a que en muchos momentos se habla o me preguntan sobre el final de mi carrera, me siento feliz y privilegia­do de estar sano (...) Esa es la clave para disfrutar el tenis. De hecho, cuando más te cuesta alcanzar el éxito, lo disfrutas más no sé por qué, pero pasa (...) Verán más de Roger Federer mientras la salud me acompañe”.

Tenía cinco años la primera vez que vio a Boris Becker, tenista alemán, ganar por primera vez un título en Wimbledon. Desde ese día no se desprendió de la televisión de su casa en Basilea, localidad suiza en la que nació.

Empezó a jugar al tenis a los 6 años en la escuela de la ciudad y a los 10, por las condicione­s que le veían los entrenador­es, comenzó con clases particular­es varias veces por semana. Mientras, también jugaba al fútbol. Así se mantuvo hasta los 12 años, cuando el tenis ocupó su vida entera y tuvo que decidir por uno de los dos deportes. “Creo que elegí bastante bien”, dijo en broma en una entrevista con TyC Sport, en su última visita a Argentina en noviembre de 2019.

Dos años después, a los 14, abandonó incluso la escuela y se dedicó solo al tenis.

Es admirado por su juego y actitud por sus colegas y deportista­s en general.

No hay nada que deje lugar a la duda: Roger Federer, hijo de Lynette y Robert, tiene todo para llegar a donde quiera, incluso a donde nadie se imagina. Ni siquiera él mismo. Ya lo dijo alguna vez: tenía sueños, pero nunca había soñado con tanto.

Ese año ganó el campeonato Suizo y fue elegido para entrenar en el Centro Nacional Suizo de Tenis. En 1998, con 17, ganó enWimbledo­n como jugador junior en la categoría individual y en dobles junto Olivier Rochus. Ese fue el comienzo.

Tras entrar a competir en el circuito profesiona­l, en 1999 llegó a las finales de los torneos de Marsella, Rotterdam y Basilea. Ese mismo año debutó en la Copa Davis, en Wimbledon y en Roland Garros de manera profesiona­l. Al primero lo ganó representa­ndo a su país contra Italia; en los otros dos cayó en las primeras rondas. Roger terminó la temporada en el puesto 64 del ranking.

TIENE EL RÉCORD DE TIEMPO EN EL NÚMERO UNO DEL RANKING ATP

LA FINAL DE WIMBLEDON DE 2001 CONTRA SAMPRAS LO CONSAGRÓ

En el 2001 llegó su consagraci­ón. Desde el 2 de julio nunca volvió a ser igual. Ni para Federer, ni para el tenis. Tenía 19 años y el pelo largo agarrado en una colita sobre la nuca y sostenido por una vincha blanca cuando jugó la final de Wimbledon contra Pete Sampras, un estadounid­ense invencible que había ganado siete veces ese torneo, incluidas las últimas cuatro ediciones. Acumulaba en sus brazos 56 victorias de los 57 encuentros del torneo. A Roger le llevaba 10 años y más de 60 títulos en el ATP de diferencia. El suizo le ganó el título a Sampras en un partido que aún recuerda como uno de los mejores de toda su carrera. Fue uno de esos partidos épicos en el que la última palabra nunca está prevista, en el que los puntos se reparten parejos de un lado y del otro, en el que cada vez la pelea es más fuerte. El resultado final: 7-6, 5-7, 64, 6-7, 7-5. Roger Federer empezaba a hacer historia.

En 2001 cerró el año como uno de los 20 mejores tenistas del ranking mundial, en el puesto 13. Dos años después volvió a ganarWimbl­edon pero perdió la semifinal de la Copa Davis en la que Suiza queda eliminada ante Australia. Sin embargo gracias aWimbledon y a los buenos resultados en otros torneos, logró ascender al segundo puesto del ranking. A partir de entonces siempre será mejor que antes: en 2004 logró prácticame­nte todos los torneos que jugó, incluidos Wimbledon, el Abierto de Australia y el de Estados Unidos. Se le escaparon el Roland Garros los Juegos Olímpicos de Atenas, en los que perdió en segunda ronda.

Hasta el 2008 se mantuvo en el primer puesto del ranking y siguió acumulando torneos. Ese año fue el abanderado de los Juegos Olímpicos de Pekín y, aunque cayó en cuartos de final, siguió adelante en dobles, junto a Stanislas Wawrinka y consiguier­on la medalla de Oro en una final contra Suecia. Un año después logró por primera vez el Roland Garros.

Recién en 2011 descendió al cuarto lugar en el ranking ATP, tras haberse mantenido 8 años entre los tres mejores del mundo. En 2012 recuperó el primer puesto y consiguió la medalla de Plata en los Juegos Olímpicos de Londres.

En 2018 después de soportar años irregulare­s, la salida del top 10 y algunas lesiones, Roger volvió a resurgir. Tenía 37 años y recuperó el primer puesto del ranking después de seis temporadas. Un año después el suizo acumulaba 100 títulos y 1.200 triunfos como profesiona­l. Nadie se explica cómo lo logra. Cómo a los 38 años aún sigue siendo el mejor y su juego sigue igual de limpio y la elegancia está intacta. Él tampoco. “Ha sido una gran carrera, no podría ser mejor. Lo único que sé es que todo ha sucedido muy rápido”, dijo en una entrevista con El Tiempo.

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Ídolo.

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