El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Saber pelear y evitarlo

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Para otras personas, las artes marciales pueden ser útiles como manera de integració­n social, una forma de alcanzar ciertos logros o metas. Otros, en tanto, llegan por casualidad.

MERCEDES. Para Mercedes Rodríguez fue así: llegó al muay thai —arte marcial de origen tailandés— porque estaba buscando algo que sustituyer­a lo que hacía antes, que era bodysurfin­g (también hace karate y jiu jitsu). Ella vivía en Ciudad de la Costa, cerca de la playa, y practicaba ese deporte. Cuando se mudó a Montevideo, empezó a trabajar como administra­tiva en un gimnasio en el cual se impartían clases de muay thai. Como andaba buscando una actividad física tras el bodysurf, probó ir a una clase de esa disciplina. “Y me atrapó”, recuerda.

—¿Qué fue lo que te atrapó?

—Creo que porque conecta con algo muy profundo dentro de mí, como lo hacía el agua también. Hacerlo me genera una satisfacci­ón muy grande. Te cambia el día. Pero la razón principal es que algo que me conecta conmigo misma, algo muy personal, de mi vida interna.

—¿Como por ejemplo?

—A mí las artes marciales me enseñaron a manejar las frustracio­nes, a canalizar la energía, a superarme, ver mis debilidade­s y mis fortalezas, y trabajar sobre las primeras.

Siendo mujer, uno se puede llegar a preguntar si hubo, además, una voluntad de aprender una técnica que la sirviera para repeler el ataque de un hombre. Pero Rodríguez dice que no, que esa no fue una razón para empezar a entrenar muay thai.

Además, agrega, más allá de lo que ella pueda saber en cuanto a técnica, hay un tema de tamaño y fuerza que es ineludible. Cuando competía, lo hacía en la categoría de 48 kilos. Pero aún haciendo todas esas salvedades, Rodríguez pudo repeler no solo uno sino dos ataques de hombres que le quisieron arrebatar la cartera en la calle gracias a las artes marciales. “Se deben haber llevado una sorpresa”, recuerda Rodríguez, no sin una sonrisa, pero igual dice que es algo muy peligroso, “porque uno no sabe si esa persona no tiene un arma. Y como la vida no vale nada...”

Lo cierto es que el muay thai no solo la llevó a competir y representa­r a Uruguay en torneos internacio­nales. También la llevó hasta Tailandia, donde vivió tres años. “En 2017, renuncié a todo acá y me fui a conocer el mundo. Ya había estado una vez en Tailandia, y cuando llegué por segunda vez tomé la decisión: ‘Acá me quiero quedar un tiempo’. Y así fue. Conseguí un trabajo y retomé el entrenamie­nto del muay thai”.

Aprendió a hablar algo de tailandés, pero más de birmano, porque en la isla que vivía habitaban muchos oriundos de Birmania. Casi todos sus compañeros eran de Birmania, por ejemplo. Hace dos años que se volvió a Uruguay, y aún extraña algo de la comida tailandesa, que tiene mucho picante. Y sentirse segura. En los años que vivió ahí, nunca trancó la puerta de su casa, por ejemplo.

“EL KARATE TE TRABAJA MUY PROFUNDAME­N TE” - JORGE PEZAROGLO.

JORGE. De las teclas a los puños. Así fue el camino de Jorge Pezaroglo. Antes de cumplir los 5 ya estaba estudiando piano, y a los 14 años daba clases de ese instrument­o. Todos sus amigos jugaban al fútbol o básquetbol, pero él estaba sentado frente al piano en su casa. Dejó el piano para estar con sus pares. Pero el fútbol no lo sedujo y tampoco el básquetbol.

Uno de sus primos le sugirió que probara con el karate y cuando le hizo caso quedó, como Carballo, fascinado. Desde entonces, hace 40 años (ahora tiene 54) no ha dejado de entrenar. Tiene una escuela de karate, es directivo de una asociación de karatecas y aunque no viva de dar clases —es analista de sistemas— dice que probableme­nte practique karate hasta que ya no le dé el cuerpo (actualment­e, le dedica diez horas semanales a la disciplina).

“El karate te trabaja muy profundame­nte y eso es algo que te ayuda en la vida después: respeto, agradecimi­ento, autosupera­ción, buscar la técnica perfecta, algo que no existe pero que uno busca igual. Y tener esa mentalidad de principian­te, por más que seas un cinturón negro de décimo dan. Esas cosas no tienen precio, pero tienen un valor muy alto para la vida. Uno empieza funcionar de esa manera, la del karate, en el estudio, el trabajo, la familia...”

A pesar de que sabe atacar y defenderse, Jorge nunca se peleó con nadie. “Por suerte, nunca tuve que hacerlo”, dice con un palpable tono de alivio en su voz. “Para mí, el karate te da el olfato como para detectar cúando puede haber una pelea, y esquivarla. O resolver la situación sin tirar un solo golpe”.

Para él, como lo es también para Carballo, dominar su cuerpo, saber atacar y defenderse, es alcanzar la máxima paradoja de un guerrero: saber pelear, pero no necesitar hacerlo.

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 ?? ?? Estribo. Así se llama el dojo de Germán Carballo, un espacio en el cual no solo se aprenden técnicas y ejercicios, sino también donde se incorporan valores y posturas ante la vida, además de generar vínculos que pueden durar muchos años.
Estribo. Así se llama el dojo de Germán Carballo, un espacio en el cual no solo se aprenden técnicas y ejercicios, sino también donde se incorporan valores y posturas ante la vida, además de generar vínculos que pueden durar muchos años.

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