El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Stand Up Hacer reír como hobbie y oficio

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un feedback de la gente como no ocurre en ningún otro tipo de actuación. Su primer monólogo fue muy autorrefer­encial: hablaba de su infancia, del almacén que atendía su madre y de un parecido que tiene con Hugh Laurie (Dr. House).

“Con el paso del tiempo, cada vez tiene más verdad lo que decís. Hoy me subo a un escenario y lo disfruto más. También improviso más, lo bueno de nuestro trabajo es que el aplauso y la risa son la aprobación. Y a medida que eso pasa, vas agarrando más confianza”, destaca.

Andrea Hornos trabaja en Comercio Exterior, pero desde hace más de 10 años se sube a las tablas a hacer stand up. Arrancó como todos, haciendo foco en sí misma: “Cuando hicimos el curso nos enseñaban que si hay algo muy caracterís­tico en nuestra personalid­ad o imagen (como ser gordo, flaco, alto, bajo, narigón o tartamudo), tenemos que mostrarlo primero para que la gente te preste atención. Porque vos estás habilitado a reírte de lo que te pasa”, dice a Revista Domingo.

Pero hoy tiene una visión diferente. “Eso era una estructura que se enseñaba para empezar; pero todo cambia, como han cambiado también los límites del humor. Yo tengo muchos chistes que hacía hace 11 años y que hoy no los usaría porque quizás son misóginos, con una mirada muy machista. Hay gente que dice que se puede hacer humor con todo, pero yo realmente no lo sé”.

Al igual que Bentancor, Hornos paró durante algunos momentos, aquejada del mal que afecta a todo comediante. “Sentía que mi material no me representa­ba. Y hay etapas en las que uno demora en escribir chistes nuevos y en probarlos en las instancias llamadas Open Mic (Micrófono Abierto). Hoy para mí hacer stand up es una necesidad, a pesar de no estar entre los comediante­s que destacaron o que viven de eso. Hice el jueves y el viernes (de la semana pasada), pero a veces tengo meses en los que no hago nada. El stand up me salva, me gusta hacer reír y me hace bien”, confiesa.

SE PUEDE CRECER COMO COMEDIANTE.

Algunos comediante­s salidos del under

(todos brotaron de ahí y en cierta medida siguen estando allí) han logrado triunfar en los medios de comunicaci­ón y en escenarios mayores. Un caso es el de El Gaucho Influencer, un personaje creado por Eduardo Fernández que rápidament­e alcanzó a tener una fuerte presencia en redes sociales y hasta tuvo un breve pasaje por MasterChef: Celebrity Uruguay.

Otro es el de Florencia Infante, quien este año se convirtió en la primera mujer en presentars­e en solitario con un número de comedia en el Auditorio Nacional del Sodre. Y otro el de Pablo Magno, quien para muchos ya es una cara conocida por sus trabajos en los canales 4 y 10.

También hay quienes sin dedicarse a tiempo completo, consiguen un segundo ingreso subiéndose a estos pequeños — sino diminutos— escenarios. Muniz dice que los comediante­s llegan a cobrar se

Algunos comediante­s que han aprendido el oficio son los que continuará­n con la tradición en nuestro país, donde el stand up se ha ganado un espacio. La risa es salud, reza un viejo dicho. Y para demostrarl­o está Eugenia

Comediante y payaso medicinal.

“HAN CAMBIADO LOS LÍMITES DEL HUMOR. HAY CHISTES QUE HOY NO LOS HARÍA” - ANDREA HORNOS.

Ruiz: con 27 años, da clases de teatro en un colegio y en un residencia­l de adultos mayores, y trabaja como payaso medicinal en el Casmu. “Empecé a hacer el curso con Germán Medina hace siete años, pero no con la idea de mestralmen­te una suerte de “aguinaldo” por Agadu, más lo que les pagan directamen­te los boliches (a veces mediante el cobro de un “cubierto artístico”) y teatros por los shows. En fiestas privadas, los cachets son superiores. “Hay gente que de repente tiene un complement­o de entre $ 15.000 y $ 20.000 por mes”, anota.

MENOS ESCENARIOS QUE ANTES. Pero también hay una realidad: hay mucho más gente haciendo stand up que la cantidad de espacios para que puedan mostrar su trabajo.

“Con la pandemia cambió la dinámica. Antes del 13 de marzo de 2020 había por lo menos cuatro escenarios con más de cuatro días de shows por semana, a lo que se sumaban los bares que tenían, una o hacer stand up. Yo venía estudiando actuación y lo que quería era hacer algo que me diera más vergüenza, como hablar sola frente al público. Quise tener herramient­as para soltarme después más en el teatro. Nunca me proyecté dos veces, stand up. Y los lugares que se iban agregando, que aparecían y desaparecí­an. Pero todo eso se terminó con la pandemia y no se ha renovado. Los locales hoy ponen a dos comediante­s por noche (antes eran tres y hasta cuatro), no hay mucho espacio”, resume Muniz.

El docente y comunicado­r calcula que antes de la pandemia había unos 50 comediante­s rotando entre todos los boliches y escenarios del área metropolit­ana (Montevideo, Canelones, Ciudad de la Costa, Pando, Las Piedras, Atlántida, Parque del Plata, entre otros sitios). Y que ahora son aproximada­mente una docena.

“Se rompió el equilibrio, porque hay mucha gente joven, nueva, sin experienci­a, que no es capaz de sostener más de cinco minutos de risas. Y está la gente pro como comediante”, confiesa Ruiz a Revista Domingo. Hace casi cuatro años se fue a vivir a Chile, país en el que comenzó a trabajar como comediante: se sentía más liberada lejos de su tierra. “Empecé a recorrer todo el sur de

Chile haciendo stand up. Y cuando volví lo encaré de otra forma, más profesiona­l. Ya tenía más claro lo que quería transmitir y de qué lugar quería hacerlo. Hoy es una parte (económica) muy importante para mí”, agrega.

Trabaja en Comercio Exterior. que actúa en teatro o en programas de televisión. También hay otra que se fue, muy buena, por lo que quien pierde es el público. Si alguien va a un show y no se ríe, es posible que no vuelva”, destaca.

LOS LÍMITES DEL HUMOR. Ernesto Muniz dice que no debería haber límites en la comedia porque el stand up es “fracaso superado”. “Se puede hablar sobre el feminismo, la muerte, el cáncer, sobre ser homosexual o sobre la religión con una mirada atinada sobre esas cosas”, anota. “Aunque ya no se puede caer en lugares comunes, en premisas viejas”, agrega. Así y todo, dice, hay quienes siguen haciendo chistes “espantosam­ente machistas” que son muy festejados en ámbitos privados, aunque no funcionan en lugares públicos.

También admite que “hay mucho más sensibilid­ad actualment­e” y que muchas veces los límites los pone el comediante “al valorar hasta dónde se anima antes de caer en el escarnio público”. El docente dice que era “obvio” que se estaba “cosificand­o” a la mujer y que la lucha feminista les pegó “un cachetazo” a los comediante­s. Lo mismo ocurre, anota, con los gays: “Por suerte la comedia tiene muchos homosexual­es que trabajan muy bien arriba del escenario y que demuestran que no hay género, que lo que hay son distintas miradas de acuerdo a las particular­idades de cada uno”.

Andrea Hornos confiesa que en estos momentos hay cosas sobre las que elige no reírse. “Hay límites con respecto a los chistes machistas (yo soy muy empática con el resto de las mujeres), a reírse de un defecto físico o meterse con la sexualidad de la persona. Yo, por ejemplo, no hago humor negro, aunque a mí me haga reír mucho ese tipo de humor. Quizás sea un poco hipócrita en eso”, confiesa.

Hoy básicament­e hay dos lugares para ver stand up en Montevideo: el más importante es El Comedy (avenida Rivera 3671) y la pizzería El Garibaldi (avenida Garibaldi 2155). También hay shows en Q’atrevido Bar (San José y Convención), aunque este último por lo general solo presenta comediante­s un día a la semana. También hay propuestas en locales pequeños, informales en algunos casos, en los que es posible reírse un rato viendo a un comediante frente a un micrófono.

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El público.
Alejandra Bentancor Psicóloga de día y comediante por las noches. En su profesión, trabaja con casos de violencia y abuso. El público.
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Tiene una mayor “cercanía” que en una obra de teatro tradiciona­l.
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Andrea Hornos.
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Eugenia Ruiz.
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Ernesto Muniz. Es comunicado­r y una de las principale­s figuras del stand up uruguayo. Fue cofundador, hace 14 años, de El Club de Comedia.
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Sergio Damián. Tiene 42 y trabaja en El Correo.

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