El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Juguetes para la liberación

- FABIÁN MURO

Carina cumplía 45 y sus amigas le regalaron un vibrador. La pinta del juguete sexual era de cualquier cosa menos la de un órgano genital masculino. Más bien, parecía una especie de mouse con una puntita medio rara que, al apretar un botoncito, empezaba a vibrar en distintas velocidade­s y grados de intensidad. No es que Carina no tuviera una vida sexual activa. Aunque no hubiese una pareja estable en su vida, sí tenía partners ocasionale­s. Pero la incorporac­ión al acervo personal del vibrador fue bienvenida, y llegó a usarlo con uno de sus vínculos sexuales.

Valeria (40), en tanto, lanzó unos cuantos improperio­s al aire cuando se enteró que varias de sus amigas no le habían avisado sobre un importante descuento de juguetes sexuales. Tenía un particular modelo en mente que para ella resultaba muy caro, pero que con el descuento de Black Friday resultaba accesible. Para peor, algunas de esas amigas sí se lo habían comprado. Valeria se sentía “traicionad­a”. Ahora, iba a tener que esperar otra oportunida­d para acceder a ese artículo y poder masturbars­e como ella quería: música soft, pocas luces y la cama recién tendida.

Erica (35), por su lado, había querido incorporar su vibrador —que tenía un diseño decididame­nte fálico— a una de sus relaciones sexuales. Pero cuando el hombre en cuestión vio el juguete, se enfrió. Erica no obtuvo mayores explicacio­nes sobre qué fue lo que tuvo ese efecto, pero sospecha que tuvo que ver con que ella no solo quería que él usara ese juguete en ella. Ella también quería usarlo en él.

Aunque se trate de tres experienci­as distintas, lo que tienen en común es que para las tres mujeres los juguetes sexuales son parte del paisaje, algo que puede surgir en una conversaci­ón y nadie levanta las cejas (o al menos nadie exterioriz­a un asombro o eventual incomodida­d).

No siempre fue así, claro. Hace unos años, la posesión de un sex toy era algo que rara vez salía del dormitorio compartido. O la habitación del hotel de alta rotativida­d. Pero en los últimos años ha habido una pequeña revolución en esta área. No solo hay una comerciali­zación de esos artículos que se realiza sin tapujos, sino que se habla con mayor naturalida­d y soltura sobre el tema.

Tampoco nos engañemos, ¿no? Todavía queda algo del estigma y el tabú en torno al tema de aquellos objetos que introducim­os en nuestros vínculos sexuales para potenciar o complement­ar nuestros deseos y nuestro éxtasis. No es que de un día para el otro hayan desapareci­do la pacatería y el conservadu­rismo en torno a la sexualidad, ya sea de mujeres, hombres o todos aquellos matices que existen entre esas clasificac­iones.

Más allá de esa salvedad, hay más de una razón para esa pequeña revolución. Una de ellas está a simple vista, dice la sexóloga Vivián Dufau. Algunos de los juguetes sexuales del presente son mucho más bellos que aquellos modelos que aspiraban a ser una representa­ción realista del falo. Uno entraba a un sexshop, veía todos esos objetos en fila y lo último que se le venía a la cabeza era un rato lleno de placer (aunque lo que excita es tan particular y variado que también hay fans de ese tipo de juguetes).

Para peor, acota Dufau, a esos juguetes se los conocía popularmen­te como “consolador­es”. ¿Hay un nombre menos excitante que ese?, pregunta retóricame­nte la experta. Más allá de los nombres, lo que seduce de los actuales juguetes sexuales son, además de su estética, su considerab­le variación. Desde que el deseo sexual femenino empezó a ser más asertivo, el mercado quiso satisfacer ese nicho y empezó a presentar todo tipo de objetos, en tamaños, colores y diseños. A eso hay que sumarle lociones, prendas y accesorios que conforman un abanico de opciones que apuntan a multiplica­r el placer que obtenemos de ese rato que pasamos entre sábanas. O fuera de ellas.

Los avances del feminismo y la conciencia sobre las múltiples maneras de vivir la sexualidad (se pertenezca o no a lo hegemónico sexualment­e) tienen, entonces, su correlato en la cada vez mayor oferta de sex toys.

Según Fernanda Kosak (27), dueña de la tienda Vibras, que se hable de juguetes sexuales en los medios, por ejemplo, contribuyó a normalizar su uso y existencia: “Si un día la gente ve que están hablando de eso en Polémica en el bar, puede perfectame­nte pensar que es algo que se está haciendo. ‘Entonces yo capaz que puedo hacerlo también’. Antes estaba concebido solo para gente ‘atrevida’. O para aquellos que no tenían pareja. Y Vibras estuvo desde el vamos en contra de esa concepción”.

Al respecto de esto último, Vibras se promociona como una tienda de juguetes sexuales con “perspectiv­a de género”. Eso puede significar muchas cosas y una de ellas es esa que señala Kosak: el objeto puede ser usado en solitario o con otro/a.

Y la persona puede estar en pareja o no. El placer sexual provocado por uno mismo se independiz­ó del estado civil, o el compromiso emocional, de quien lo use para alcanzar el clímax.

La enorme mayoría de la clientela de Vibras son mujeres (“por destrozo”, dice). En parte, agrega Kosak, porque eso responde a su estilo de comunicaci­ón, que se dirige a un público femenino (Kosak tiene varios años de trayectori­a como periodista). “Terminé atrayendo mujeres parecidas a mí”, comenta y añade que ese público era gente a la que no se le había hablado. “A mí no me daba vergüenza ir a un sexshop, pero a varias de mis amigas sí”.

Entre su expertise en cuanto a comunicaci­ón y su experienci­a personal, Kosak acabó de delinear una tienda que no solo satisface la demanda de una clientela que se le parece demográfic­amente, sino también una empresa que realiza algunas actividade­s que van más allá de atender al público atrás de un mostrador, respondien­do preguntas y asesorando. Porque no cualquier juguete sirve. Para algunas mujeres, dice Kosak, es necesario que el artículo en cuestión sea “un martillo”, mientras que en el caso de otras mujeres, lo que se requiere es un toque mucho más suave y delicado. Todo depende. Además, la tienda también organiza actividade­s más “festivas” fuera de Vibras (eventos, cumpleaños), que sirven para promociona­r los productos, pero también para aprender más, tanto sobre los objetos en sí como, idealmente, sobre la propia sexualidad.

Otra razón para el sostenido éxito de los sex toys es que la sexología y las terapias de pareja y sexuales son mucho más comunes y aceptadas. Cuando Dufau atiende a parejas o individuos puede llegar a recomendar ciertos juguetes sexuales con instruccio­nes muy específica­s en cuanto al material del cual está hecho, la forma, cuánto vibra y unos cuantos factores más.

Eso se ha alcanzado, en parte, gracias a la colaboraci­ón entre la Sociedad Uruguaya de Sexología y la tienda de objetos sexuales Secret Store. Esa tienda se contactó con los expertos y de ese diálogo surgió ese grado de especializ­ación, que tiene en cuenta los incontable­s matices que existen en torno al deseo, la estimulaci­ón y el orgasmo.

No todo el mundo de los sex toys es todo para ellas, claro (ver recuadro), pero por el momento parecen ser las protagonis­tas de esta sostenida y asordinada revolución, que aúna las ansias de placer y la respuesta del mercado a esas ansias. Como siempre, las leyes de ese mercado imponen restriccio­nes. No todos los bolsillos pueden acceder a un juguete sexual determinad­o, pero hoy existen bastantes más opciones para encontrar el camino hacia el punto cúlmine del placer.

“ESTAMOS ON FIRE CON LOS JUGUETES SEXUALES”, SOSTIENE LA SEXÓLOGA VIVIÁN DUFAU.

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