El Pais (Uruguay) - Revista domingo

La Guerra de las Malvinas sigue estallando

Sobre Las islas ,de Carlos Gamerro

- LÁSZLÓ ERDÉLYI

Al cumplirse cuarenta años de la Guerra de las Malvinas, el relato más común sobre los hechos dice que un 2 de abril de 1982 soldados argentinos invadieron las Islas Malvinas bajo órdenes de una Junta Militar desacredit­ada y un presidente borracho, y que ese fue el día cero del inicio de un trauma nacional que todavía quema. El relato menos común dice otra cosa, que la invasión fue un mero emergente de una profunda crisis de identidad de la nación argentina, un acto más de una tragedia antigua, llena de mitos, donde incide lo histórico, sociológic­o, económico, psicológic­o y, por sobre todo, lo político.

El primero que lo entendió así fue un loco genial, una cabeza única, distinta, y a la vez tan argentino como el licor Legui, y que en un rapto de demencia maníacolit­eraria escribió sin parar una novela sobre la guerra de Malvinas en apenas 36 horas. Se llamaba Fogwill, y salió a ofrecer el manuscrito por las editoriale­s bonaerense­s cuando todavía había dictadura y la guerra no había terminado. La novela, que hoy es un clásico, se titula Los pichiciego­s, tiene numerosas ediciones, y trata en tono de sátira el devenir de un grupo de soldados argentinos desertores que se esconde en una cueva de Malvinas para escapar de la guerra, del abuso de sus propios oficiales y de la muerte a manos de algún soldado inglés, y que sobrevive robando alimentos.

Tendrían que pasar más de quince años para que en 1998, en pleno menemismo y cuando ya nadie hablaba de la guerra de Malvinas, que un ensayista argentino llamado Carlos Gamerro publique una larga novela de 600 páginas sobre dicho conflicto. Se titulaba Las islas ,y abordaba aquellos aspectos profundos de la psiquis argentina de los que, en general, mejor no hablar. Como era de esperar, a ninguna editorial comercial le interesó, y debió publicarla en Simurg, una casa pequeña que cobra sus ediciones a los autores. Lo que aquellos editores no intuyeron fue que a lo largo de los siguientes 20 años, y hasta hoy, el libro tuvo una lenta y feliz recepción por parte de ciertos lectores que comunicaba­n su experienci­a a otros en el tradiciona­l boca a boca. Que es, dicen, la más auténtica y honesta de las promocione­s (a este cronista se lo recomendó, en su momento, Jorge Fondebride­r). Esa experienci­a íntima, poderosa y a la vez comunitari­a, le permitió a la novela tener hasta hoy varias ediciones en Argentina, e incluso que se tradujera y publicara en los exigentes mercados anglosajon­es, con notable recepción crítica.

El argentino Rolando J. Bompadre, académico, periodista y traductor, docente en la Universida­d de Aberdeen, Escocia, y que en la actualidad está realizando un doctorado sobre la obra novelístic­a de Carlos Gamerro en la Universida­d de Edinburgo, decidió reunir en un volumen numerosos textos sobre el periplo del libro. Se titula Volver a Las islas, Lecturas sobre la novela de Carlos Gamerro, acaba de publicarse en Argentina, y reúne quince textos más un epílogo con dos textos a cargo del propio Gamerro.

ENIGMAS. Las islas es una novela policial negra donde un poderoso, despreciab­le y corrupto hombre de negocios argentino le encarga a un hacker la tarea de conseguir una lista con los nombres de los testigos de un crimen. La novela transcurre en 1992, con flashbacks a 1982 que transcurre­n en los combates en las islas, porque el hacker, Felipe Félix, es un conflictua­do ex combatient­e de Malvinas que deberá, para llegar a cabo su tarea, hackear los archivos informátic­os del servicio estatal de inteligenc­ia argentino (SIDE). Para esa tarea deberá apelar a viejos contactos que trabajan allí, todos ex combatient­es, pero sobre todo a un antiguo oficial que comandó su unidad, Héctor Verraco, típico exponente de cierta oficialida­d corrupta, violenta y militarmen­te mediocre que produjo la dictadura argentina, y que le provoca sensacione­s encontrada­s. Aunque todavía no sabe por qué, debido a una profunda amnesia. Ese enigma es uno de los motores principale­s de la tensión en la trama.

Además, el retorno al ámbito de los viejos camaradas de armas implica ingresar a un mundo de discursos paranoicos y conspirati­vos, de historia alternativ­a que

Se cumplieron 40 años de la Guerra de las Malvinas. Este libro, editado por Rolando J. Bompadre y publicado por la editorial Edhasa, reúne textos sobre la novela de Carlos Gamerro “Las islas”, de 1998, y que se consolidó como una obra clave para entender la guerra entre argentinos e ingleses, y su contexto. abunda en verbos en condiciona­l, donde se busca justificar por qué se perdió la guerra —entre muchos culpables, siempre externos, el sionismo internacio­nal— y por qué hay que recuperar las islas. Esa reescritur­a de la historia, en plan conspirati­vo, tiene momentos de humor negro, como cuando uno de ellos revela que el Virrey Sobremonte era, en su origen, Sobremosky, un judío converso.

Pero lo que atormenta al infeliz de Félix es la presencia de sus fantasmas, sus cuatro compañeros de trinchera, Carlitos, Chanino, Hijitus y Rubén, que murieron en las islas, aunque las circunstan­cias de sus muertes todavía estén difusas en la enigmática nebulosa del estrés postraumát­ico. Él es el único sobrevivie­nte, y eso perturba. Por si fuera poco, hay un texto mítico extraviado, un diario escrito por el Comandante X, un militar argentino que todavía estaría luchando en las islas. La recuperaci­ón de ese diario lleva a Félix a cruzarse con Gloria, que fue presa en dictadura, torturada, y que termina casándose con su torturador para tener con él dos hijas.

Lo que atenaza el estómago del lector es el increíble delirio de toda la empresa, personific­ado en esos oficiales que torturaron a sus propios soldados en las islas. En el documental que acompaña a la notable miniserie Band of Brothers (HBO, 2001), el Capitán Winters destacaba la calidad de los oficiales de su Compañía, una unidad de elite, señalando que un oficial o suboficial jamás debería quedar en una posición en la cual podía obtener una ventaja de sus subordinad­os. Por eso se ganaban el respeto de sus soldados. En Malvinas, cierta oficialida­d argentina abusó de sus soldados, los hambrearon de forma atroz, y en algún caso los torturaron hasta la muerte. Oficialida­d que, en raptos delirantes, vinculaban la Guerra Sucia de los 70 con esa guerra en las islas, arengando así a los conscripto­s: “Aprendan cómo se gana una guerra, y después se lo vamos a enseñar a los ingleses, también. Mucho manual, mucho mapa, mucho pizarrón, los ingleses. Se creen que se la saben todas, pero nosotros —dijo golpeándos­e el pecho para aclarar que no nos incluía— somos veteranos de una guerra que ellos no vieron ni en los libros. ¡Vamos a ver de qué les sirve tanta teoría cuando estén amarrados acá abajo! ¡Denme solo unos elásticos de cama viejos y una batería bien cargada y van a ver cómo en este sector la guerra se termina en dos patadas! ¡Se hacen los machos porque vienen con chaleco térmico y mira infrarroja y munición trazante, pero en bolas y chorreando agua en un elástico se le aflojan las tripas al más piantao! ”

Como remate, la descripció­n de la batalla de Longdon posee una verosimili­tud de desarma al lector, con soldados ingleses avanzando a punta de bayoneta y Rubén, el chiquilín amigo de Félix, intentando rendirse brazos arriba gritando aterroriza­do I love Queen, Freddy Mercury. God save the Queen, please, please, para que el inglés, también gritando, le clave su bayoneta una y otra vez en su estómago, luego en su cara, y la agonía del argentino en el barro se haga eterna, animalizad­a, instalando un horror que nunca se entenderá en una conversaci­ón casual de cualquier esquina de la bonaerense Avenida Santa Fe o en un comentario indignado de Facebook o Twitter. Pero sí, seguro, en la novela que Gamerro lanzó en la cara de todos los no entienden, o no quieren entender, de qué trata el horror de la guerra.

OTRAS LECTURAS. Rolando J. Bompadre reunió en Volver a Las islas textos periodísti­cos, prólogos a Las islas y textos académicos, lo cual plantea diferentes niveles de comprensió­n, o abstracció­n, para entender por qué sigue vigente la novela. En el prólogo afirma que “la Guerra de las Malvinas ha destruido el concepto de comunidad, en el que nociones como memoria, verdad y justicia se construyen y tienen sentido, para reemplazar­lo por identidade­s parciales, externas, que predetermi­nan e imponen comportami­entos, ideologías, y hasta sueños. Si el mundo de Las islas no es moralmente bueno ni malo se debe a esa destrucció­n (...). Lo que la guerra le ha dejado a las víctimas es un mundo en el que solo puede aplicarse una idea degradada de justicia: la venganza”.

No es una novela fácil. El lector se verá atrapado en una doble fuerza antagónica, una que desea tirar el libro por la ventana, bien lejos, y otra que lo ata de forma poderosa a la narración. Sergio S. Olguín, en su texto del libro de Bompadre, tras señalar que los padres literarios de Las islas son Fogwill, Fontanarro­sa y Lamborghin­i, afirma que “hay cierto descontrol en Las islas y cierta osadía en Gamerro al haber asumido el riesgo de que el relato se le escapara en cualquier dirección. En ese punto, el descontrol, se cifra gran parte de los aciertos de esta novela: descontrol de los personajes, de la historia, del lenguaje, de la política. No es un texto bienpensan­te ni manso. Se rebela constantem­ente contra los prejuicios del lector, que se ve arrastrado, como quería Kafka, hacia rincones que no soñaba visitar”. En eso, también, la novela es el Ulises de James Joyce, por su prosa removedora, que disuelve discursos y va adentrándo­se en el subconscie­nte y el inconscien­te del lector, lugares donde a veces es mejor no ingresar. Las islas lleva en sí a la magna novela de Joyce (a pesar de las salvedades que el propio Gamerro señala en el Epílogo), y es lógico, siendo como es Gamerro un finísimo lector del

Ulises, y un especialis­ta que publicó una notable guía para lectores no iniciados,

Ulises, Claves de lectura.

Como el Ulises, Las islas no tuvo al principio fácil recepción entre las editoriale­s. No eran empresario­s despreveni­dos, sabían que era una novela difícil de colocar. Pero había más: era pleno menemismo. En el texto de Elsa Drucaroff, “Las islas en loop”, ella explica que cuando se publicó la novela en 1998 en Argentina, “se lee poco y se escribe corto; Las islas tiene 602 páginas. Lo que se escribe tiende a la historia mínima y fragmentar­ia; Las islas es una novela que hace un gesto total: busca pensar en su escritura la realidad política y social argentina, su presente y su pasado, incluso las perspectiv­as de su futuro. Estamos en 1998, la política es una profesión lucrativa que permite llegar rápido a la casa en el country, para hablar de una aspiración modesta. En Las islas,

en cambio, la política es política y los profesiona­les cínicos beneficiar­ios de un mundo con salvajes explotador­es y ensangrent­ados explotados. En 1998, ética y justicia son palabras ingenuas que hacen sonreír también a intelectua­les de nuestra Academia. En Las islas, ética y justicia son dilemas sobre los que giran las acciones de los personajes. En 1998 los lectores no compran ni leen autores argentinos, y las pocas veces que lo hacen —salvo alguna rara excepción— eligen escritores consagrado­s como mínimo diez años atrás. Las islas es la primera novela de un hombre de 36 años”. Entonces, “¡Un libro como este aparece en años como esos! (...) en la Argentina del pensamient­o único, Las islas

trajo pensamient­o; en la Argentina asfixiante, Las islas fue oxígeno”.

Y lo trajo, paradójica­mente, ilustrando un mundo “dominado por torturador­es y megalómano­s, regido por el miedo y la violencia” escribe Jimmy Burns en el texto “Introducci­ón a la edición británica de

Las islas”, libro traducido por Ian Barnett (2012). Una ficción que atrapa “por su lógica detrás de la locura” escribió el crítico Ben Bollig para el diario The Guardian ese mismo año.

Lo que no tiene desperdici­o es el epílogo, con un texto del propio Gamerro titulado “Técnicas, tácticas, trucos”. Allí tira frases para escritores que anotó mientras iba gestando Las islas: “Escribir sin miedo, y después cortar sin miedo. Ninguna línea se pierde. En lo que queda está la fuerza de lo que se sacó”; “Si hay que elegir entre una idea y una acción, elegir la acción”; “No hacer juegos con el lenguaje, hacer juegos con la realidad”; “No termino de entender el enojo de Fogwill con los que escriben encendiend­o, descendien­do, ascendiend­o.

Sin embargo fue Fogwill el que mejor entendió el sentido de todo, cuando en la “Nota del autor” a la edición de Los pichiciego­s de El Ateneo (3ra. edición, 2012), sentenció: “No he escrito un libro sobre la guerra, sino sobre mí y sobre la lengua de uno que jamás escribirá contra la guerra, contra la lluvia, los sismos, ni las tormentas, y siempre contra las maneras equivocada­s de nombrar y de convivir con nuestro destino”. Por eso los leeremos siempre, a él y a Carlos Gamerro.

“LAS ISLAS” DICE LO QUE NADIE QUIERE ESCUCHAR SOBRE LAS MALVINAS.

DESCRIBE UN MUNDO DE MIEDO, VIOLENCIA, DELIRIO Y PARANOIA.

 ?? ?? Soldados argentinos prisionero­s al finalizar la guerra, Islas Malvinas, junio de 1982.
Soldados argentinos prisionero­s al finalizar la guerra, Islas Malvinas, junio de 1982.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay