El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Los poetas y “la bomba” total

- EDUARDO MILÁN de la producción)

Uno no elige bajo qué se cría. Tampoco bajo qué se crea. Y mucho menos bajo qué se cree. Y a veces se junta todo. Mi generación de nacidos en los cincuenta se formó poéticamen­te bajo la sombra de la poesía comprometi­da. Es decir, la sombra de un poema que refería directamen­te a una promesa de transforma­ción sistémica. La revolución cubana hizo de guía de la poesía comprometi­da en su proyección de liberacion­es nacionales. A veces, tanto era el magnetismo, que la mímesis —elemento dominante en la poesía comprometi­da en relación al espejo realidad-lenguaje— era casi completa. Un adolescent­e con el pelo largo caminaba por la calle y no lo insultaban por hippie. Lo acusaban de creerse el Che Guevara o Camilo Cienfuegos. La poesía comprometi­da llevaba el “espejo de la revolución” (para parodiar el libro extraordin­ario de Baudrillar­d, El espejo

a la literalida­d. Lo que sí me queda claro hoy es que en aquellos años sesenta vivimos poco en la América Latina poética bajo la sombra del peligro nuclear. Claro que la tensión EEUU/Cuba puso todo en suspenso y hasta la palabra poética hizo un paro. Pero más allá de esa contingenc­ia: no recuerdo un poema “comprometi­do” que hablara abiertamen­te de “la bomba”, dicha así, en singular como se la mencionaba socialment­e, como si fuera una y definitiva, La. Sí recuerdo poemas escritos por poetas norteameri­canos: algunos beats (Ginsberg, Ferlinghet­ti) y algunos “modernos” que respaldaro­n a los beats (William Carlos Williams, e.e. cummings). Pero en Latinoamér­ica no se me aparece nadie.

¿Se creía que la revolución anulaba el peligro de una confrontac­ión atómica? ¿Era tan capaz el “principio esperanza” de convencer de su capacidad de conjuro de la devastació­n general? ¿O se pensaba que la emancipaci­ón —palabra utilizada más hoy que en aquel ayer— te libraba (“liberaba” era la palabra social) “del sol y de la luna y del amor”, como dice Gran Borges?

No es lo mismo estar bajo amenaza de una guerra total que estar viviendo la realidad de una guerra total. Hoy estamos más cerca del contagio bélico que ayer, con un miedo muy atento, sobre todo luego —y todavía— bajo la experienci­a de una pandemia. Lo que me llama la atención no es tanto la cercanía o la lejanía de una catástrofe sino el deseo puesto en juego y la ilusión que despierta. Que el deseo aleja o acerca peligros reales parece más evidente. Un ejemplar humano más o menos demente como Putin —con mucha razón, poca razón o sin ella— puede intentar decidir el destino del mundo según su antojo de un lejos o de un cerca.

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