El Pais (Uruguay) - Revista domingo

El sueño de devolver el Libertad Colón al barrio

El temporal de 2005 dejó al club de Pueblo Ferrocarri­l en ruinas. Exjugadore­s y socios conformaro­n una comisión con miras a recuperarl­o para que lo disfruten los niños y las niñas del barrio.

- MARIEL VARELA

Rafael Perdomo (41) no olvidará jamás esa primera vez en el Libertad Colón, allá por 1994. Un amigo lo citó en la esquina de Daniel Zorrilla y Vicuña para jugar un partido de basquetbol, y al entrar al gimnasio se percató de que no había aros, pero sí arcos de fútbol de salón. La imagen lo descolocó. Esos adolescent­es jugaban a embocar la pelota entre el travesaño y la varilla que sostenía la red y problema resuelto: practicaba­n el deporte que querían. Quizás fue ese folklore o el ingenio de esos gurises lo que enamoró a Rafael de este club del barrio Pueblo Ferrocarri­l, que se federó en basquetbol en 1991, después de 40 años sin que un cuadro montevidea­no lo hiciera; que subió a tercera porque desapareci­ó la cuarta división y no por mérito deportivo; que no tuvo cancha propia por años y sus jugadores practicaba­n en una iglesia de mormones. Fue el lugar donde la escuela pública del barrio encontró una infraestru­ctura acorde para que los niños hicieran gimnasia, la sede de la murga Hasta el hueso y el estudio de las radios comunitari­as El Quijote FM y Corsaria FM.

Tuvo su época dorada con cientos de niños y jóvenes practicand­o baby fútbol, basquetbol, volley y patín en los 90. Pero el recordado temporal del 23 de agosto de 2005 fue la debacle para el Libertad Colón: la pared se vino abajo, se voló la mitad del techo, y sin estar federados en basquetbol fue imposible sostener semejante estructura social y deportiva.

La historia del club es la historia del barrio y de un montón de personas cuya niñez y adolescenc­ia fue mucho más feliz gracias al Libertad Colón. En estos años hubo un par de intentos fallidos por revivirlo, pero la pandemia potenció la nostalgia y un grupo de 12 exjugadore­s y socios apostó a devolver a Pueblo Ferrocarri­l lo que era suyo. Se formó una comisión que sueña con volver a llenar el gimnasio de niños y regalar a las nuevas generacion­es un sentimient­o de pertenenci­a tan grande que sobreviva décadas.

“Hay una especie de melancolía barrial de saber que el gigante está ahí, dormido pero vivo, y que todos lo queremos ver volver. Que vuelva a funcionar se transformó en un sueño”, asegura Rafael Perdomo a Revista Domingo.

CRONOLOGÍA. La historia oficial dice que el Libertad Colón nació el 22 de junio de 1932, pero los dirigentes fueron más atrás en las actas y descubrier­on que su origen se remonta a 1916, tal como dice su camiseta. Lo fundaron obreros oriundos de la ciudad de Libertad, que colocaban vigas en el ferrocarri­l de Colón, y de ahí su nombre. Se forjó como un cuadro de fútbol armado por criollos para competir contra los gringos. No tenían sede y los echaron del predio que usaban como cancha para plantar zapallos, según cuenta Nicolás Scarón (47), exjugador de Libertad Colón y conocedor de la historia.

En 1958 se obtuvo la personería jurídica y, un año más tarde, los hermanos Edison y Eusebio Barceló compraron el terreno de Zorrilla y Vicuña. En una época donde no existían municipios ni centros comunales, el club asumió un rol clave. La directiva presidida por Sebastián Sosa consiguió varios beneficios para el barrio en la década de 1950: “Se logró que la línea 147, que terminaba en Peñarol, llegara hasta Pueblo Ferrocarri­l, se puso alambrado público y se hicieron gestiones por el saneamient­o”, enumera Nicolás.

Marcelo Passadore (52) fue el alma máter para que el equipo se federara. Él era socio vitalicio del Olimpia, pero tenía muchos amigos que no podían pagar la cuota de ese club y quería jugar al basquetbol con ellos. Alguien le dio la idea de ir al Libertad Colón y la primera charla con la directiva, en 1990, fue un fracaso: ‘Este es un club de fútbol’, le dijeron (aunque el último partido lo habían jugado 20 años atrás). Marcelo no se rindió. Al año siguiente volvió a insistir, convenció a los veteranos y tras varias gestiones en la Federación Uruguaya de Basquetbol (FUBB), logró afilar al club.

A PULMÓN. Los primeros años jugaron siempre de visitante porque no tenían cancha. El piso de bitumen llegó gracias a un convenio con la Intendenci­a de Montevideo: Marcelo fue 100 veces a la comuna para lograrlo (literal). Y otras 50 veces al Ministerio de Trabajo para conseguir otro convenio que en 1997 permitió hacer la tribuna y los vestuarios. “Los logros en el Libertad Colón fueron un premio a la perseveran­cia”, apunta quien ejerció la presidenci­a del club desde 1993 a 2003.

Así pasó a ser el único equipo de cuarta división con gimnasio cerrado. Tuvo su momento de apogeo con más de 500 socios, y con los niños de la escuela N°331 (de la mañana) y N°127 (de la tarde) haciendo deporte y gimnasia allí.

EL TEMPORAL DE 2005 FUE EL COMIENZO DE LA DEBACLE PARA EL CLUB

EN ESTE TIEMPO SIGUIÓ FUNCIONAND­O UNA RADIO COMUNITARI­A

El temporal del 2005 fue el principio del fin: “Hubo un intento de reconstruc­ción en 2012, se hizo la pared, se emparchó el techo y volvió la escuela, pero un viento enorme en 2015 volvió a volar todo”, relata Nicolás. El club nunca quedó 100% abandonado porque siguió funcionand­o la radio comunitari­a Corsaria FM y eso evitó, según Nicolás, que se convirtier­a en una iglesia pentecosta­l.

AMOR PROFUNDO. Esta comisión creada en plena pandemia con el impulso de dar al barrio lo que el Libertad Colón les regaló a ellos en su niñez trabaja sin cesar con metas claras. La primera fue consolidar un colectivo que funcionara de forma horizontal y democrátic­a. El siguiente paso fue generar credibilid­ad en los vecinos con obras concretas que permitiero­n que la escuela pública volviera a usar el edificio para hacer gimnasia y para celebrar la fiesta de fin de año. Se emparchó el techo, se pasó una hidrolavad­ora en toda la tribuna para quitar el musgo, se pintaron los fierros, se hizo un baño nuevo y Daniel Suárez, un vecino de la cuadra, donó los materiales para hacer otro baño.

Se revocó el muro de la fachada y los artistas plásticos Guillermo Ifrán y Daniel Bentancur trabajaron a dúo para diseñar un mural que reúne el espíritu del club: la radio, la escuela, el candombe y el basquetbol. Niños y madres de la escuela se encargaron de pintarlo y de dar inicio a esta “lavada la cara” al club, según Rafael.

Hoy la comisión trabaja con una escribana para regulariza­r la personería jurídica y actuar conforme marcan los estatutos para poder acceder préstamos y convenios que posibilite­n el desarrollo de grandes obras, como el piso y el cerramient­o. El 29 habrá elecciones con lista única: se postula el colectivo que trabaja por el club desde hace un año y medio.

Se organizaro­n chorizadas, festivales, ventas de rifas y de pizza a domicilio para recaudar fondos, pero tener autoridade­s legales será clave para conseguir ayuda del Estado e ingresar al Presupuest­o Participat­ivo. Son consciente­s de que el piso nuevo habilitará múltiples actividade­s que a la postre permitirán que el club se autosusten­te con la dinámica de socios.

Los padres de la escuela quieren que esto exista. Los vecinos están felices de que el club reviva: “Antes era una boca de lobo y ahora hay luces”, acota Nicolás. En febrero se llevó un Ronda Momo y Pueblo Ferrocarri­l volvió a disfrutar del Carnaval.

El amor por los colores (verde y blanco) es difícil de explicar con palabras pero este grupo lo plasma en hechos. Marcelo es presidente del Club BPS y vice presidente del Defensores de Maroñas y siempre encuentra un rato para el Libertad Colón: “Es mi primer gran proyecto y la prueba de que se pueden hacer cosas cuando todo dice que no”, confirma.

“Uno asocia que venir a un club no es hacerse cargo, siempre hay un adulto en la directiva. Nos tocó ser los adultos y hacernos cargo de un espacio que sabíamos que iba a llevar un montón de trabajo pero es todo para dejarle a los niños de hoy eso que nosotros pudimos disfrutar acá, que fue mucho”, cierra Nicolás.

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Comisión. Nicolás Scaron y Rafael Perdomo son dos de los 12 que trabajan por levantar el club.

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