El Pais (Uruguay) - Revista domingo
Señor de carne y hueso
Papá, no quiero ser más hincha de San Lorenzo”, se confesó Francisco Tinelli en una cena, harto de bancar las cargadas en la escuela tras perder 7 a 1 contra Boca y 5 a 0 ante River en ese 2006. Marcelo se aguantó en el molde y lo dejó hablar, pero casi se atraganta al oírlo decir: “Es un desastre, no entiendo por qué me hiciste hincha de este cuadro”. En un segundo se remontó a los recorridos en tren desde su Bolívar natal hasta Buenos Aires para ver al jugar al cuervo, junto a su padre, que lo ayudaba a memorizar las alineaciones. “Es la sangre de tu abuelo y de tu padre”, le explicó. No lo convencía. Francisco insistía en hacerse de Boca: quería glorias. Marcelo Tinelli, que no le gusta perder ni a la bolita, le prometió esa noche a su hijo que San Lorenzo iba a ganar. Pasó de la tribuna al escritorio: compró jugadores, armó un cuadro competitivo y un año más tarde, el niño festejó un Clausura. Esa primera etapa involucrado en el club de sus amores fue sublime: el Ciclón levantó su primera y única Copa Libertadores en 2014 y ganó una Sudamericana en 2015. Se metió a hacer algo porque sino el pibe se le hacía hincha de Boca, contó tiempo después. Y, de paso, saldó una deuda emocional con su papá Dino, que se lamentaba a diario por esa Libertadores perdida ante Peñarol en 1960, el año que también nació Marcelo Hugo. “Siempre me quedó ese recuerdo y dije ‘el día que vaya a San Lorenzo voy a intentar ganarla’”, le reveló a Luis Novaresio en 2018.
CRISIS SON OPORTUNIDADES. Contado así parece muy fácil. El que hoy lo mira por TV no piensa que este tipo, que se comió a sus rivales (igual que hacía con los alfajores triples al aire) metiendo más de 30 puntos de rating todas las noches durante décadas, que provocó que cada vez que escuchemos Twist and shout pensemos en él y no los Beatles, que inmortalizó el ‘buenas noches América’ y nos hizo repetir ‘chau, chau, chau’ como loros y loras al despedirnos, tuvo una vida sacrificada, dura y cargada de obstáculos.
Este ariano no fue el clásico hijo único malcriado. Su abuelo era el dueño de un diario en Bolívar y su padre trabajaba allí como periodista deportivo. Dino era un tipo adorable, así lo pinta Marcelo, aunque alcohólico. Y su adicción se lo llevó mucho más temprano de lo que su hijo hubiera querido. El hoy conductor y empresario tenía apenas 10 años y ese fue el primer mazazo que le dio la vida. “Una noche mi mamá me dijo ‘papá está mal, lo tenemos que llevar a Buenos Aires’. Yo sabía que tomaba, que era alcohólico pero no pensé que en 15 días no lo iba a tener más. Fue un golpe muy duro”, contó en entrevista con Luis Alberto Badía, quien fue su mentor y se convirtió en su familia.
Crisis son oportunidades es la frase de cabecera para Marcelo Tinelli, un tipo cuyo temple de hierro, su distancia con toda pelea —no le hace bien tener enemigos— y su aparente capacidad de ver siempre la mitad del vaso lleno lo hacen parecer algo frío y, por qué no, calculador. Está convencido de que las situaciones dolorosas que vivió colaboraron con su consagración: “Poder estar en Buenos Aires, darle una mano a mi mamá y estar en el lugar que estoy hoy, porque sino probablemente estaría trabajando en la zapatería Roma Ideal en Bolívar, que era un poco a lo que aspiraba”, le confesó a Badía con quien debutó en la pantalla chica en Badía y compañía, por 1993.
Su madre, María Esther, había sido diagnosticada con depresión y luego con esquizofrenia y Marcelo pasó buena parte de su adolescencia llevándola de un centro de internación a otro. Sufría cada vez que la dejaba en un psiquiátrico. Así fue hasta que María Esther falleció, cuando él tenía 33 años.
El hombre al que multaron en José Ignacio por circular en cuatriciclo por la playa cercana a su mansión, llegó a pagar las clínicas para su madre con los canjes de Radio Rivadavia: era la única manera que tenía de encarar los altos costos del tratamiento.
Marcelo intentó preservar este tema en la intimidad, pero en 1992 una revista argentina lo ventiló en una tapa: ‘Mamá esquizofrénica y
CONFÍA EN QUE LA TV ABIERTA ESTÁ MÁS VIVA Y VIGENTE QUE NUNCA
padre muerto de cirrosis’, decía el titular. “Mi mamá se enteró de su enfermedad por esa revista y después hubo un juicio, porque yo le había dicho que tenía una depresión severa, no una esquizofrenia”, reveló.
Más adelante, perdió a su primer hijo varón, cuando Soledad Aquino estaba embarazada de ocho meses. “A uno le da temple y lo va curtiendo. Lo único que tengo son palabras de agradecimiento a mi vida y a la gente que me ha enseñado que el único camino posible es el del amor, el resto no sirve”, le dijo a Badía.
ESTE 25 DE JULIO ESTRENA ‘CANTÁ CONMIGO AHORA’.
HOMBRE GOL. A dos meses del estreno de Videomatch le presentó su renuncia a Gustavo Yankelevich, harto de hacer un punto de rating en cada emisión. “Tené confianza, después del Mundial podemos andar”, le dijo el visionario productor en 1990. Ese que hoy maneja todos los hilos del show era súper inseguro. También quiso bajarse de la conducción de Ritmo de la noche porque creía que no daba en la talla: “Soy alto, encorvado, poneme atrás de un escritorio”, le insistió a Yankelevich, que no acusó recibo y ese 6 de enero de 1991 sorprendieron con 30 puntos en el estreno.
Esa desconfianza se hizo humo muy rápido. La cámara se enamoró de él y él de ella: fue un flechazo. Es el dueño del circo y el que lo hace andar: Marcelo es el show. Se cae, se levanta y se reinventa cada vez que parece que la opción es bajar la cortina. No descarta ser presidente. Es más, tiene ganas. Dice que a los 70 se ve en el lugar más cerca posible de la gente: “Parado en un estudio de tele, haciendo política, en una fundación o dándole laburo a la gente”, afirmó en Hablamos de otra cosa. Tiene cuerda para rato. No lo quieran retirar.