El Pais (Uruguay) - Revista domingo
CASA BLANCA MAGIA Y PAZ
El pueblo surgió a partir de la instalación de la planta procesadora de carne vacuna más antigua de América del Sur en el año 1806.
El río Uruguay le da encanto, sus casas transmiten paz y tranquilidad, el frigorífico le brinda su personalidad e impronta. Y su historia. La conformación del poblado, su gente, el entorno transfieren un no sé qué al visitante que para los locales es simplemente “magia”. Casa Blanca se encuentra en un rincón —literal— de nuestro país, sobre unas aguas calmas frente a la isla Almirón y a solo 10 kilómetros al sur de la ciudad de Paysandú; y conserva lo más típico de un pueblo, por más que dentro de sí mismo sostenga una industria portentosa. “No hay lugar de paz como este”, afirma con una gran sonrisa Elsa Juana a Revista Domingo, mientras detiene un poco los quehaceres hogareños. Dice que vive en Casa Blanca “desde hace 67 años”, o sea, “toda la vida”. Durante tres décadas trabajó en el Frigorífico Casa Blanca (Fricasa) hasta que se jubiló; su esposo también laboró ahí y hoy día lo hacen su hija y su hijo.
“Trabajaba en la mondonguería. Preparaba los mondongos para las exportaciones; los precocinaba y luego los blanqueaba con agua oxigenada. También estuve en el sector de desosado”, relata con orgullo. Con su familia, vive justo enfrente a una de las entradas de Fricasa.
Las calles onduladas y sinuosas de Casa Blanca, sus plazas y recovecos, sus playas, su embarcadero y los botes, lanchas y barcos, han sido testigos del desarrollo de este producto estrella en Uruguay, el que desencadenó el mismo origen del pueblo. Allí se erigió la primera planta procesadora de carne vacuna en Sudamérica, allá por 1806. Fricasa, como tal, se conformó en 1978. Todo en un marco de belleza natural y rodeada de casas que conservan el modelo de principios del siglo XIX, desde la época de la fundación del primer saladero.
“De noche dejamos todo afuera, no cerramos las casas con llave. Vamos a Paysandú, volvemos y nada. Los trabajadores dejan los autos y motos ahí y no pasa nada. Jamás les falta nada. Estamos en un mundo aparte”, retoma Elsa Juana.
Esta vecina adjudica el pleno empleo como una de las causas para esta armonía ciudadana: “Toda la juventud trabaja ahí y ninguna se dedica a hacer otra cosa. No tienen tiempo. Habrá alguna juntadera en la plaza, eso sí. Pero no son de andar robando o molestando. No ves a nadie, los vecinos son un amor”, se explaya.
“Al trabajar no tienen la mente en otra cosa, en la joda. Ganan su plata. El que no tiene auto tiene moto, viven bien”, añade.
José Manuel Galván, montevideano de nacimiento, vive hace más de 11 años en Paysandú y es el actual director de Turismo del gobierno departamental. Tiene un fuerte vínculo con Casa Blanca
“ERA UN TIPO EXCELENTE, AYUDÓ A MUCHA GENTE”, DICE ELSA JUANA SOBRE SCHNEIDER.
por ser el yerno del extinto empresario argentino-alemán Eugenio Schneider, quien por más de 15 años se desempeñó como gerente de Fricasa y le dio otro impulso a la empresa y un renovado carácter al lugar.
“Casa Blanca es un lugar mágico, por varios motivos; por lo presente que está el pasado, con sus vestigios, con sus construcciones, por la tradición oral que se ha transmitido de generación en generación”, subraya Galván a Revista Domingo. “Y por el presente”, ahonda.
“El pueblo tiene en este momento 500 habitaciones y en el frigorífico trabajan casi 700 personas; es un pueblo que tiene muchísima actividad industrial, además de pesca artesanal, todo hilvanado y unido por el río Uruguay, la columna vertebral de nuestro país”, dice para quien el poblado ha experimentado un crecimiento y una pujanza muy grande.
LA MARCA DE SCHNEIDER. Este espacio vital se vio transformado con la llegada de Schneider en 2000, cuando tomó las riendas de Fricasa, si bien tenía acciones en la firma desde 1980. Empresario, escritor, alumno de Jorge Luis Borges, de profusa cultura y de fuerte temperamento.
En la localidad dejó huella, marcó a sus habitantes, ayudó a muchas personas, aunque con un estilo que a algunos no caía del todo bien. En octubre pasado, con 81 años, murió mientras nadaba en el río. Su deceso resultó ser inesperado, pese a que no se encontraba bien de salud luego de haber contraído covid-19. A Elsa Juana la noticia le cayó “horrible”. “Era un tipo que jamás te molestaba, era excelente. Ayudó a mucha gente; si algunos tienen auto o casa es porque él los ayudó. Si estabas enfermo, también te ayudaba”, dice esta vecina de Casa Blanca.
Un día antes de adentrarse al agua y de decir adiós para siempre, Schneider