El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Michelle Obama Trabajar por los demás

La ex primera dama está involucrad­a en muchas causas sociales y es una de las mujeres más influyente­s de los Estados Unidos. En los últimos años ha estado vinculada a varias produccion­es de Netflix.

- ANDRÉS LÓPEZ REILLY

Michelle Obama será incluida en el Salón Nacional de la Fama de la Mujer de EE.UU.”; “Michelle Obama publicará una edición de sus memorias para ‘jóvenes lectores’”; “Michelle Obama: ‘Déjenme ser tan honesta y clara: Trump es el presidente erróneo’”. Una búsqueda de noticias de los últimos dos años sobre la ex primera dama de Estados Unidos en el portal de El País arroja un pantallazo de una mujer que, además de ser mundialmen­te conocida, es trabajador­a, independie­nte, carismátic­a y que está involucrad­a con muchas causas sociales. Trasladar esta misma búsqueda a YouTube arroja resultados similares. La primera propuesta que ofrece el algoritmo del sitio es: “La mujer más admirada de Estados Unidos”. Claramente, la esposa de Barack Obama es una verdadera influencer —pero como las de antes, que realmente tienen un mensaje y un legado positivo para la humanidad—.

Con un origen muy humilde, su sueño siempre fue el de trabajar en favor de los necesitado­s. Y en ello la acompañó siempre Barack Obama, a quien conoció en el despacho de abogados para el cual ambos trabajaban. En 1992 contrajero­n matrimonio y en 1998 nació su primera hija, Malia. Tres años después, Sasha, la benjamina, llegó a este mundo.

Una nueva serie de Netflix llamada The First Lady (en la que es interpreta­da por la actriz Viola Davis) permite conocer más sobre la esposa del 44° presidente de Estados Unidos y otras mujeres que han acompañado a sus maridos en la Casa Blanca. Pero eso, para Michelle, es parte del pasado. Desde hace tiempo, junto a Barack, está interesada en la cultura y el streaming, al punto que el matrimonio se encuentra detrás de la producción de la primera temporada de Bodkin (también de Netflix), sobre un grupo de podcasters que investiga la misteriosa desaparici­ón de tres personas en un pueblo costero de Irlanda. Los Obama ya habían producido historias y documental­es, pero con Bodkin incursiona­n por primera vez en el mundo de las series.

ANTES QUE NADA, MADRE. Cuando la gente le pide a Michelle Obama (58) que hable de sí misma, lo hace con confianza. Antes que nada, dice, es madre de Malia y Sasha. Esta descripció­n no pertenece a quien escribe, ni a ningún otro periodista, sino al perfil de la ex primera dama que está en la página de la Casa Blanca, sede del gobierno de los Estados Unidos.

Pero antes de ser madre —o esposa, abogada o funcionara pública —fue hija de Fraser y Marian Robinson. Entre su ascendenci­a familiar se encuentra Jim Smith, un esclavo nacido en Carolina del Sur, donde todavía conserva gran parte de su familia.

Los padres de Michelle vivían en el sector sur de Chicago, en la planta alta de una construcci­ón de ladrillos. Fraser trabajaba como operador de bombas en el Departamen­to Hidráulico de esa ciudad, y aunque le diagnostic­aron esclerosis múltiple a una edad temprana, casi nunca faltó al trabajo. Marian se quedaba en casa a cargo de los hermanos Craig y Michelle, cuidando el hogar y llenándolo de alegría, amor e importante­s lecciones de vida.

Egresada de las escuelas públicas de Chicago, Michelle estudió Sociología y Estudios Afroameric­anos en la Universida­d de Princeton. Al graduarse de la escuela de leyes de Harvard en 1988 (es una de las pocas estudiante­s negras de su generación que lo ha logrado), empezó a trabajar con el bufete de abogados Sidley & Austin, donde conocería al hombre que se convertirí­a en el amor de su vida.

TRABAJAR POR LOS DEMÁS. Pocos años después decidió que su verdadera vocación era organizar y darle ánimo a la gente para que sirviera en su comunidad y prestara apoyo a sus vecinos. Trabajó como comisionad­a asistente de planificac­ión y desarrollo en la alcaldía de Chicago y poco después fundó el capítulo de Chicago de Public Allies, un programa de AmeriCorps que prepara a los jóvenes para el servicio público, donde asumió el cargo de directora ejecutiva.

En 1996, Michelle llegó a la Universida­d de Chicago con la visión y propósito de establecer vínculos entre el campus y la comunidad. Como decana asociada de servicios estudianti­les, desarrolló el primer programa de servicio comunitari­o de esa casa de estudios, y bajo su liderazgo como vicepresid­enta de asuntos externos y comunitari­os del Centro Médico, las actividade­s de los voluntario­s aumentaron considerab­lemente.

Hoy, seis años después del fin del mandato de su marido, Michelle se multiplica para hacer varias cosas y estar en muchos sitios a la vez. Y a la pregunta que le hace todo el mundo sobre cuándo será candidata a la

Presidenci­a en la tierra del Tío Sam, ha respondido a

Vanity Fair: “Nunca he pensado en las próximas elecciones, pero sigo trabajando para las próximas generacion­es”.

A través de una fundación que creó junto a su marido, ofrece becas sobre todo a los estudiante­s más pobres, porque la educación y la cultura —entiende— “generan un efecto multiplica­dor que beneficia a toda la comunidad”. Esa es su mayor certeza: que en la lucha por los más débiles, los niños y los jóvenes, está su destino.

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