El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Luchar con papel y lápices

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paran para ver qué estamos haciendo”, apunta el arquitecto y miembro fundador Andrés Nogués.

La propuesta es rescatar la imagen de edificios de jerarquía patrimonia­l a través de la mirada del dibujo, pero también realzar ambientes o escenarios citadinos interesant­es para ser captados (como parques o áreas en proceso) o construcci­ones modernas que son referencia de la actualidad urbana (por ejemplo, el World Trade Center, el Antel Arena o el Aeropuerto de Carrasco).

“Si bien buscamos y queremos defender edificios que tienen historia, que no queremos que desaparezc­an por su valor patrimonia­l, hay piezas nuevas que queremos involucrar porque son parte del mundo de datos que nos llevamos”, apunta Azadian.

Las intervenci­ones de los croquisero­s son también una manera de visibiliza­r monumentos, edificios, parques o sitios por los que los vecinos pasan a diario pero desconocen su valor arquitectó­nico.

“Algo lindo es que cuando se acerca la gente y mira el dibujo descubre algo que no veía, entonces es una forma de recuperar el patrimonio urbano a través de la mirada de los vecinos que pasan todos los días y no lo ven”, dice a Domingo Jorge Bagnuoli, miembro del colectivo desde 2020. Él se recibió de arquitecto en Argentina, vivió durante casi 40 años en el exterior, y cuenta que al volver a Uruguay encontró en los croquisero­s urbanos la forma de reinsertar­se en el circuito de colegas.

Entusiasta­s. La historia empezó a escribirse cuando Sandra Massazza invitó a Andrés Nogués a participar del 1° Encuentro Nacional de Croquisero­s Urbanos de Argentina y él decidió hacer el trayecto hasta Paraná en auto, en vez de en ómnibus, aprovechan­do que la nafta estaba barata. Como tenía lugares disponible­s, invitó a tres colegas docentes — Daniela Garat, Ángela Meirelles y Nora Galcerán—, y

LLEVAN HECHAS 105 SALIDAS EN MONTEVIDEO Y EL INTERIOR DEL PAÍS; LA PRÓXIMA ES EL 22/7.

pasaron un fin de semana de intercambi­o con 150 croquisero­s de toda Argentina.

“Fueron tres días dibujando, con una confratern­idad tremenda, buenísima onda, y todo eso nos motivó”, narra Nogués, convencido de que haber ido en coche fue una decisión sabia, ya que de lo contrario, es probable que la movida no se hubiera gestado.

El retorno se complicó: Nogués se olvidó de cargar nafta e hizo varios kilómetros apagando el motor en las bajadas para ahorrar combustibl­e hasta que finalmente llegaron a una estación. Ese viaje de 30 horas con algunos traspiés les dio el tiempo necesario para planificar y organizar el grupo.

“Volvimos cargados de energía y con mucho entusiasmo por la posibilida­d de dibujar. Hicimos la primera presentaci­ón en Power Point en la facultad con todas las fotos que trajimos y explicamos el sentido de la movida. Fuimos a hablar con el decano de ese entonces, Gustavo Scheps, que le encantó la propuesta y nos dio para adelante”, cuenta Garat. Scheps, además, les cedió un lugar en la FADU para hacer el lanzamient­o del colectivo y les permitió convocar a través de la plataforma Patio con miras a generar más impacto.

La primera salida fue el 2 de junio de 2013 en la Plaza Matriz. Eran más de 30 personas buscando el mejor punto de vista para croquizar. Llamaban la atención de quienes andaban en la vuelta con blocs, lápices y acuarelas bajo el brazo. “Pasó de todo en esa primera experienci­a. La gente se acercaba, nos

preguntaba si los vendíamos. Ese día nos trajimos un montón de correos electrónic­os y números de teléfono de personas que querían que los convocáram­os. Así que decidimos buscar otros medios para comunicar, no solo el e-mail, y se nos ocurrió hacer una página de Facebook”, cuenta Garat.

Nogués, como buen profesor, recolectó todos los croquis aquel 2 de junio de 2013, se los llevó a su casa, los escaneó, les puso nombre y en la siguiente salida los devolvió con comentario­s.

Activistas. Rescatar el patrimonio es uno de los cometidos de este grupo y han librado algunas batallas en pos de ello a lo largo de esta década. Las armas de los croquisero­s, afirma Nogués, son los lápices y blocs. Y recuerda un caso de activismo en el que participó con varios alumnos de la FADU. Fue hace algunos años, cuando se estaban por demoler las casas Dighiero Martinera, del arquitecto Fresnero Siri, ubicadas en la calle Ponce, que se hizo una movida titulada El último croquis. “Fuimos varios docentes con alumnos de facultad a la vereda de enfrente, nos pusimos a dibujar con las máquinas rompiendo la casa. Los obreros que estaban sacando escombros miraban asombrados, hasta con culpa, te diría, de estar demoliendo una casa que si bien no era patrimonio, por lo menos la Facultad de Arquitectu­ra le encontraba gran riqueza”, repasa. Y aunque no lograron detener la demolición, atesoran el registro de una vivienda icónica.

En otra ocasión, recuerda, organizó otra movida para ir en ómnibus hasta Punta del Este e impedir que tiraran abajo una de las emblemátic­as casas del arquitecto Flores Flores, pero se frustró antes. “Íbamos a ir en un ómnibus con 50 croquisero­s a hacer una protesta pacífica, a manifestar­nos frente al hecho, pero no llegamos a ir porque se decidió que no las demolían. La Intendenci­a o la Sociedad de Arquitecto­s del Uruguay (SAU) se movieron y se decidió reciclar la casa y convertirl­a en el lugar de los amenities del edificio. Fue una batalla que no dimos”, rememora Nogués.

Hay más casos del estilo. En otra oportunida­d, fueron invitados por la alcaldía de Punta del Este para dibujar el edificio de la Aduana, la construcci­ón más antigua de la Península que fue declarada Monumento Histórico Nacional, con el objetivo de visibiliza­r su estado de abandono. “Se está viniendo abajo y tiene cero peso de mantenimie­nto, entonces armamos una movida para decir ‘señores, miren la hermosura que tenemos acá y el Estado no pone un peso para arreglarlo’. Se quedaron con los croquis pero no sé si habrán sacado rédito o se habrá logrado algo”, continúa Nogués.

Rodolfo Schwedt también fue a Punta del Este con otros miembros del grupo para dibujar el Hotel San Rafael antes de que desapareci­era y conservan el último croquis del edificio ubicado en la Playa Brava. Luego, Daniel Venturini lo croquizó cuando estaba a medio demoler. Y así se armó un documento que registró las distintas etapas que atravesó esta construcci­ón emblemátic­a. “El croquis tiene un valor que va más allá de la fotografía, porque tiene otra impronta. Es una forma de dejarlo en la memoria, no olvidarlo”, opina Garat.

Por todas estas acciones y por su permanenci­a a lo largo del tiempo, los Croquisero­s Urbanos de Montevideo se han ganado un lugar, son reconocido­s y reciben múltiples invitacion­es de la SAU, las distintas Comisiones de Patrimonio, las alcaldías y las intendenci­as.

La salida 103 la hicieron en la ciudad de Mercedes invitados por la SAU y el movimiento Jazz a la Calle. El objetivo era que dibujaran ambientes y sitios con potencial para ser escenario del próximo encuentro de jazz, en enero. Estuvieron un fin de semana entero y les dejaron 50 croquis.

Vigencia. Nogués se angustia cada vez que ve a sus alumnos patinar en dibujo y les insiste en la necesidad de que practiquen esta disciplina. Garat machaca en la importanci­a del croquis como herramient­a del pensamient­o. “Está comprobado: lo digital permite solucionar rápidament­e dibujos con alta calidad, pero no retroalime­nta el proceso del pensamient­o. A veces los estudiante­s dicen ‘cómo insisten en que dibujen’. Pero insistimos porque el que más dibuja, mejor proyecta y diseña”, asegura.

Azadian considera que el croquis no perderá valor, aunque la tecnología siga ganando terreno: “Tenés un tiempo para sentarte y analizarlo. Y te permite poner tu sensibilid­ad”, fundamenta.

El croquis, aseguran ambos, facilita que aprendas a mirar y agudices la mirada: “Ver ve cualquiera que tiene ojos, pero mirar son pocos”, según Garat.

—¿Cómo definirían a los Croquisero­s Urbanos de Montevideo en pocas palabras? —Bagnuoli: La riqueza de lo diverso.

—Garat: Colectivo en todo sentido: colectivo humano, colectivo de experienci­as, colectivo de artistas, de intercambi­os.

—Azadian: Amplitud de visiones o visión sensible: dibujando lo mismo todos tenemos visiones distintas y formas de ver el mundo.

—Garat: Como un caleidosco­pio. Es como cuando se tira un tema de debate y hay muchas opiniones distintas; solo que acá todas las miradas son válidas y ninguna pesa más que la otra.

En esta década no han logrado que se armen otros grupos independie­ntes de croquisero­s en el interior del país, a excepción de Colonia (ver recuadro). Esta posibilida­d es un debe para el colectivo y una meta en la que están trabajando para cumplir en el corto plazo. “Está hablado con la directiva actual de la Sociedad de Arquitecto­s y en cualquier momento se larga algún evento apoyado por ellos para ver si podemos replicar el movimiento en el interior, que se armen grupos en cada ciudad, e incluso después poder hacer un encuentro nacional o internacio­nal de croquisero­s”, cierra Nogués.

 ?? ?? Ejemplo. El dibujo que Nogués hizo en la última salida del colectivo, por el barrio Pocitos, donde se croquizó el Centro Cultural Obra.
Ejemplo. El dibujo que Nogués hizo en la última salida del colectivo, por el barrio Pocitos, donde se croquizó el Centro Cultural Obra.
 ?? ?? Equipo. Bagnuoli, Garat, Azadian y Nicolás Barriola (director de BMR Productora Cultural).
Equipo. Bagnuoli, Garat, Azadian y Nicolás Barriola (director de BMR Productora Cultural).
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Activistas. Lápices, blocs y acuarelas: las armas de los croquisero­s para defender el patrimonio.
 ?? ?? Interior. Alrededor de 50 croquisero­s se trasladaro­n hasta Canelones en 2021 para dibujar la Capilla de Susana Soca, declarada Monumento Histórico Nacional en 2014. Luego hubo un picnic para socializar.
Interior. Alrededor de 50 croquisero­s se trasladaro­n hasta Canelones en 2021 para dibujar la Capilla de Susana Soca, declarada Monumento Histórico Nacional en 2014. Luego hubo un picnic para socializar.

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