El Pais (Uruguay) - Revista domingo
Antropausa en Science: rol uruguayo
“La pandemia se convirtió en un experimento único en la vida en circunstancias trágicas; pero básicamente mostró cómo es el mundo animal sin humanos, como en las películas”, había dicho Diego Ellis Soto a El País este verano a modo de adelanto. Él es biólogo, docente en la Universidad Yale e investigador asociado a la NASA y en los últimos años ha estado dedicado a analizar los efectos de la pandemia de covid-19 en la vida silvestre. Su investigación, junto a Marlee Tucker, de la Universidad de Radboud (Países Bajos) y primera autora del estudio, llegó recientemente a la portada de Science, sumando otro hito a la carrera de este científico uruguayo.
Durante el brote mundial de covid-19 en 2020, los gobiernos de todo el mundo introdujeron medidas de confinamiento para frenar la propagación del virus, lo que provocó una drástica reducción de la movilidad humana y el tráfico de vehículos y, en contrapartida, alteró la conducta de algunos mamíferos en sus desplazamientos. A esto se le llama “antropausa”. Aprovechando los cierres por la pandemia, Tucker, Ellis Soto y sus colegas compilaron información de seguimiento GPS de 43 especies de mamíferos, en particular de grandes mamíferos, de miles de individuos en todo el mundo. Entre ellos, pumas, leones, jirafas, jaguares, osos hormigueros gigantes, lobos, ciervos y más. Después evaluaron cómo cambiaron sus comportamientos durante el inicio del confinamiento en 2020 en comparación con el mismo período de 2019. En aquellos países o regiones con políticas de cierre más estrictas, los animales se movieron de media un 73% más lejos que el año anterior. Esto indica que la mayoría de los animales en estos lugares exploraron más el paisaje cuando disminuyó el movimiento de vehículos. “Es muchísimo. Esto significa que los mamíferos empezaron a moverse más entre áreas protegidas cortadas por una autopista, por ejemplo. Significa también que los lugares con presencia humana son más permeables para los animales de lo que pensábamos”, explica el científico. Consecuentemente, la duración de los desplazamientos cortos en zonas humanas se redujo. Por otro lado, los individuos de las especies analizadas estuvieron de media un 36% más cerca de las carreteras, al temerle menos al tráfico o a la presencia de personas. En consecuencia, mostraron distancias de huida más cortas.
Esta información, que apunta a la conservación de las especies, es útil, a juicio de Ellis Soto, para introducir cambios en nuestras conductas y en políticas públicas para minimizar el impacto del hombre sobre la naturaleza.
Por ejemplo, un gobierno puede ajustar el horario, la frecuencia y el volumen del tráfico en una zona importante para el desplazamiento de ciertos animales. Por ejemplo, se puede ordenar que en áreas protegidas o parques nacionales solo se circule durante el día o se puede restringir el uso de senderos en determinadas épocas como la de apareamiento.
“Lo que estamos estudiando ahora es si esto tiene beneficios a largo plazo si se replican estas experiencias —por ejemplo, por temporadas—. Creo que para algunas especies probablemente lo tenga. Esto nos ayuda muchísimo para planear estrategias de conservación”, apuntó el biólogo. (Con información de SINC)