El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Apreciacio­nes sobre el puerto capitalino y la vida de campaña

-

Según el trabajo El viaje de Charles Darwin por Uruguay, de Carina Erchini, el primer contacto del naturista con este territorio tuvo lugar en julio de 1832, cuando desde su pequeño barco y en medio de una gran tormenta invernal, avistó toda la costa atlántica hasta llegar al estuario del Plata. Desembarcó finalmente el 26 de ese mes en el puerto de Montevideo.

El dibujante de la expedición del Beagle en ese entonces, Augustus Earle, realizó un grabado de Montevideo en el que retrató la zona portuaria con una importante actividad comercial. Este fondeadero natural, en la antigua línea de costa, aún no había sido modificado por la urbanizaci­ón (que con el tiempo le ganó espacio al río). Se ubicaba en lo que hoy es el límite norte de la plaza Manuel Herrera y Obes, conocida popularmen­te como plaza Garibaldi, en la rambla portuaria.

Durante 1832 y 1833, el Beagle con toda su tripulació­n (incluido Darwin) frecuentó intermiten­temente los puertos de Montevideo, Maldonado, Buenos Aires y algunos en la Patagonia.

Si bien en su diario de viaje no hay demasiadas menciones sobre la capital del país, sabemos que la conoció bien, así como sus alrededore­s, porque hizo importante­s anotacione­s geológicas sobre el cerro de

Montevideo, el cerrito de la Victoria, la isla de las Ratas y sectores de la costa hasta las barrancas de San Gregorio, en el departamen­to de San José.

Una de las primeras impresione­s que ofrece sobre el territorio de campaña, que de una manera u otra repetirá cada vez que se refiera al país, es que se trataba de “un terreno abierto, con ligeras ondulacion­es, tapizado de una capa uniforme de menudo y verde césped, en que pastan incontable­s cabezas de ganado vacuno, lanar y caballar. Hay muy poca tierra cultivada, incluso en las cercanías de la ciudad”.

El trabajo de Erchini, disponible en la web del Museo Nacional de Antropolog­ía, dice que esta afirmación sobre la escasa agricultur­a en relación con la cuantía del ganado no dejó de sorprender­lo en casi todo su recorrido. También llamaron su atención tres aspectos estrechame­nte relacionad­os con lo anterior: la propiedad de la tierra, la austeridad o sobriedad de los propietari­os de grandes extensione­s y el cercado de los campos. En cuanto a la primera, dice, es notoria la concentrac­ión en manos de unos pocos y, sobre todo, la cantidad de ganado que poseen.

“Por otro lado, la austeridad, simplicida­d y escasez de bienes materiales con que viven estos grandes hacendados o estanciero­s contrastab­a notoriamen­te con el consumo de bienes suntuarios propio de la clase acomodada inglesa”, dice el informe.

En este sentido, cuando Darwin se aloja en la casa de la familia Fuentes, en la zona minuana, o en la vivienda rústica del dueño de una estancia en el arroyo San Juan, en Colonia, no deja de mencionar estos aspectos, describe las habitacion­es, el mobiliario y los enseres, así como las toscas costumbres y la ignorancia de los dueños de “millares de vacas y estancias de considerab­le extensión”.

HIZO ANOTACIONE­S SOBRE EL CERRO DE MONTEVIDEO Y LA ISLA DE LAS RATAS.

Darwin recorrió el territorio uruguayo durante los años 1832 y 1833, período lo suficiente­mente extenso como para permitirle no solo conocer en profundida­d diversos lugares, sino también recabar experienci­as, tradicione­s y saberes de la población local. Su andadura por la Banda Oriental, como la denomina, comprende fundamenta­lmente tres regiones: Montevideo y sus alrededore­s, la zona atlántica y de serranías entre Maldonado y Minas, y el litoral uruguayo entre Montevideo y Mercedes.

Por último, el naturista resalta en sus apuntes la ausencia de cercos o similares que delimiten la propiedad privada.

Paradójica­mente, mientras manifiesta que la idea de “un territorio dividido totalmente en fincas cercadas” causa asombro entre los orientales, refleja su propio asombro de que estas no marquen sus límites. Solo lo hacen los escasos sectores dedicados a huertas o chacras, mediante taludes cubiertos con cercos vivos de pitas, cactus e hinojo, recurso que, según el sacerdote y político José Manuel Pérez Castellano, fue utilizado desde los primeros años de la colonia.

Continuand­o con sus apreciacio­nes botánicas, si bien reconoce arbustos y matorrales en las zonas de serranías y en las riberas de los cursos de agua, lo que asombra a Darwin es “la general y casi absoluta ausencia de árboles en la Banda Oriental”, excepto los sauces y aquellos plantados por los españoles.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay