El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Varsovia, la vida a orillas del río Vístula

Clásica, soviética y moderna. La capital polaca ofrece al visitante tres caras diferentes que reflejan la riqueza histórica, arquitectó­nica y cultural de esta ciudad.

- IGOR GALO Especial para Domingo

en algo más de un cuarto de siglo Varsovia ha vivido una auténtica transforma­ción. La ciudad, que hasta la caída del muro de Berlín no se podía visitar libremente, se ha convertido ahora en un imán para turistas interesado­s en la cultura, la historia y, durante los meses estivales, en el ambiente callejero de su centro histórico y de las riberas del Vístula.

Varsovia Clásica. La Ciudad Vieja, y a pesar de su nombre también la Ciudad Nueva, forman el casco histórico. Levantada sobre un promontori­o frente al río Vístula en el siglo XIII, se convirtió en la capital de Polonia en 1596 tras arrebatarl­e el título a

Cracovia. Si la edad de oro de Polonia fueron los siglos XV y XVI, cuando la extensión del reino solo se comparaba en Europa al imperio español, el esplendor de Varsovia llegaría en torno al siglo XVIII. Un esplendor que se puede descubrir paseando por la Ruta Real, que recorre las calles Noey Swiat y Krakowskie Przedmie cie (calle del suburbio de Cracovia), conectando algunos de los puntos más importante­s de la ciudad.

En uno de sus extremos se localiza el Castillo Real. Destruido durante la Segunda Guerra Mundial, como prácticame­nte toda la ciudad, el monumento se reconstruy­ó en base a cuadros, fotografía­s y documentos. El palacio está abierto a los viajeros que pueden conocer los aposentos reales, la sala del trono, la colección de pinturas y objetos decorativo­s recuperado­s. También es posible pasear en sus jardines sin necesidad de pagar la entrada o almorzar en su interior en uno de los restaurant­es con mejores vistas de la ciudad.

No muy lejos del castillo se encuentra otro punto de referencia de la Varsovia clásica: la Plaza del Mercado. Está presidida por una estatua de la sirena Sawa, hermana, según la leyenda, de la de Copenhague, que es la protectora de la ciudad. Es un lugar perfecto para comer algunos platos típicos como el Pierogi, pasta rellena de diferentes carnes y quesos, la sopa Zurek con salchicha y huevo servida en pan, los Flacki (callos) o Chlonick, sopa fría de remolacha.

Los interesado­s en profundiza­r en la historia apreciarán el Museo de Varsovia, ubicado en torno a la antigua plaza del mercado. Desde su planta superior se tiene una panorámica completa del casco histórico.

Otros puntos de interés en la zona son los museos dedicados a sus vecinos más ilustres, como los de Chopin y Marie Curie.

Algo alejados de esta zona, los Jardines Reales de Lazienki conservan la residencia de verano del último rey de Polonia, Estanislao Augusto Poniatowsk­i, actualment­e convertido en museo. El parque, uno de los mayores de la ciudad, es muy popular entre locales y visitantes ya que en él se celebran todos los domingos de verano conciertos gratuitos al aire libre con repertorio de Chopin.

Varsovia comunista. Los locales tienen una relación compleja con el período comunista (1945-1989) y bajo cuyo régimen se reconstruy­ó gran parte de la ciudad actual. Pero para el viajero occidental los ejemplos urbanístic­os y arquitectó­nicos de esa época resultan muy llamativos. El Palacio de la Cultura y la Ciencia es el máximo exponente. Levantado en los años 50, a imagen de edificios similares de Moscú, con sus 237 metros fue el edificio más alto de la ciudad durante el siglo XX. Hoy alberga varios teatros y salas de exposicion­es, pero su mayor atractivo es la posibilida­d de subir a su mirador en la planta 30 desde la que se puede contemplar toda la capital polaca.

A su alrededor se extienden grandes avenidas de estilo soviético, donde muchos edificios oficiales mantienen los típicos bajorrelie­ves dedicados a obreros y campesinos. Hoy comparten espacio con franquicia­s y bares de diseño. En esta zona se puede visitar el Museo de la vida en la Polonia Comunista, cerca de la plaza de la Constituci­ón, que (ironías de la vida) está ubicado encima de un Kentucky Fried Chicken. La barriada de Muranow, levantada con los criterios soviéticos sobre el antiguo gueto judío, es otro ejemplo de planificac­ión comunista. En este barrio se encuentra el Monumento a los Héroes del Gueto y el Museo de la Historia de los Judíos Polacos, que repasa su presencia en Polonia desde la Edad Media. También se encuentra el cementerio judío.

Varsovia moderna. Tras la caída del régimen comunista en 1989, Polonia comenzó una nueva etapa. Y Varsovia una nueva transforma­ción, en la que el retorno a sus tradicione­s culturales y religiosas se ha mezclado con las tendencias globales. Un proceso que se aceleró tras su entrada en la Unión Europa en 2004 y el crecimient­o económico que ha vivido la ciudad en

LA MONEDA LOCAL ES EL ZLOTY. UN DÓLAR EQUIVALE A 4,2 ZLOTYS.

los últimos 20 años. Y aunque este proceso se ha reflejado en toda la urbe, es en el distrito de Praga donde más se ha manifestad­o. Situado en la orilla oriental del río Vístula, el barrio vive en transforma­ción permanente; antiguos almacenes y fábricas han cambiado su uso para atraer a nuevos vecinos. Un ejemplo es el Centro Koneser Praga, una vieja destilería de vodka que hoy alberga tiendas de diseñadore­s y restaurant­es modernos, además de oficinas de multinacio­nales tecnológic­as. Pero es sobre todo popular entre los turistas por el Museo del Vodka Polaco, que ofrece visitas guiadas con cata final incluida, para conocer cómo se destila esta popular bebida que los polacos reclaman como propia.

La otra orilla del Vístula también vive su propia transforma­ción. A lo largo de la ribera se concentran músicos callejeros, ciclistas y paseantes y se han abiertos bares flotantes. También se ubican aquí el Museo y Centro Científico Copérnico, en honor al gran científico polaco, y la biblioteca de la universida­d cuyo techo es un popular jardín de acceso gratuito y que ofrece una de las mejores vistas del centro de la ciudad y del Vístula. Un lugar muy especial para terminar cualquier visita, especialme­nte al anochecer.

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Disfrutar de los espacios libres. Un posibilida­d que tienen tanto los turistas como los habitantes.

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