El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Una forma involuntar­ia de vivir Madrid

Novela de Fernando Aramburu

- IONATAN WAS ionwb@yahoo.com

Luego del éxito de Patria y antes de la recién editada Hijos de la fábula, hubo para Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) una pandemia de largos encierros. Y muy provechoso­s, a juzgar por Los vencejos, que refiere a unos pájaros negros que vienen a Madrid en primavera, nunca se posan por ningún motivo y andan por todas partes. Toni queda encandilad­o al verlos pasar, y hasta supedita unas cuantas cosas importante­s según sus caprichos. Anda por los cincuenta y largos. Separado de su mujer y con un hijo más bien a la deriva, sobrevive la soledad por obra y gracia de su perra “Pepa” que, de todas maneras, no lo salva de la apatía. “No me gusta la vida. La vida será todo lo bella que afirman algunos cantantes y poetas, pero a mí no me gusta”. Recién empieza Los vencejos, aunque más adelante Toni dirá: “Adoro los vencejos. Vuelan sin descanso, libres y laboriosos. A veces miro desde la ventana a unos cuantos que tienen sus nidos bajo las cajas del aire acondicion­ado del edificio de enfrente. Pronto emprenderá­n su vuelo migratorio anual. Si nada se tuerce y mi vida sigue por el camino trazado, aun estaré aquí la próxima primavera cuando ellos regresen. Ya veremos”.

Así va la novela, fluctuando entre ese “no me gusta la vida” y el otro “adoro los vencejos”. Claro que hay mucho más de una cosa que de la otra, pues las aves se aparecen muy de vez en cuando, y por largos meses ni siquiera están. Mientras, Toni deberá reinventar­se constantem­ente en ese mundo suyo opresivo y carente de sentido. Más que vivir, sobrevive. O a partir de un momento sobrevive, y entonces viene la cuenta regresiva. Los vencejos también tiene un poco de ambas: una crónica pura y descarnada, y la tensa espera.

Tomando pulso. Es posible que el lector medio ande perdido en las primeras páginas, más allá del croquis de inicio con los personajes. Pasa que acá todo se cuenta sin anestesia ni introducci­ones. Los diversos acontecere­s salen a colación según dicte no ya la memoria, sino un corazón blando; como una necesidad impetuosa, función vital, o una mezcla. No es que Toni pretenda sacar los trapitos al sol ni contar al mundo de sus problemas; ni mucho menos sacar un libro, aun con tanta carilla apuntada. Él escribe para sí mismo, piensa que de esta forma hará la catarsis buscada.

De eso trata Los vencejos ,esun diario de vida. O como dice Aramburu, una novela involuntar­ia, si algo así puede existir. El lector bien podrá preguntars­e, y con razón, cómo siendo un genuino calco de diario la novela está bien de escrita, la sintaxis cuidada al límite, también con un pródigo vocabulari­o. Pues Aramburu salva el problema haciendo de Toni un profesor de filosofía, en cuyo rol imparte clases en el instituto (liceo). Aunque es un diletante de la palabra escrita, un intelectua­l muy a su estilo que gusta de colecciona­r libros y cada tanto invocar frases rimbombant­es.

Sumando pistas, Toni es una persona bastante normal, o al menos eso parece hasta muy entrada la novela. De clase media alta, tiene sus temitas, aunque no muy graves y muy de estos tiempos. Está separado de su mujer, con la cual nunca fue del todo feliz; alejado sin segundas chances del hermano por esas cosas de la vida; un hijo díscolo con quien así y todo mantiene un vínculo fraternal. Aunque también tiene de las buenas. Porque está “Pepa”, su perra fiel, razón medular por la cual decide retrasar hasta un año su “partida”; también el confidente y mordaz Patachula, su gran amigo, en realidad su único amigo; y también está otra mujer, un viejo amorío que se adhiere al clan. Como todo, en la vida hay cosas buenas y de las otras, y Toni no tiene vergüenza en contarlas.

También está la cuestión económica. Aquí Toni no tiene problemas, aun con su exiguo salario de profe. La madre acaba de morir en la residencia, el hijo se gana sus euros y debe velar por sí mismo. Hasta podría pasarse los últimos meses viajando y dándose una buena vida. Sin embargo prefiere la monotonía de Madrid y las clases de filosofía, y “Pepa”, claro.

Ese tipo normal que parece ser Toni se va desgranand­o a través de sus escritos, en donde mezcla la crónica diaria con traumas cotidianos. Se aparece el padre abusador, la madre misteriosa, el hermano insoportab­le, hasta la pulsión sexual más descarnada. Un embrollo sin cronología ni tiempo establecid­o, porque lo mismo puede ser treinta años atrás que la tarde de ayer. En medio surge un barrio medio de Madrid, y luego un edificio, un parque y hasta un bar, y un montón de aromas inconfundi­bles. El lector quedará impregnado de una ciudad algo alocada donde “las sirenas arman bulla a cada instante”.

Estilo. Aramburu posee una forma envolvente de narrar las cosas, mordaz y muy directa y por momentos tragicómic­a. Traza un perfil de narrador que podrá ser muchas cosas, pero seguro que es honesto. No se guarda nada. No hay tema ni urgencia inherente a un madrileño contemporá­neo medio como Toni que la novela no plantee en algún momento. Porque además de infancia y familia, amor y sexo, también de a ratos emerge la política, la figura de Franco, la historia de España, el 11M, o el feminismo moderno. Y eso que a Toni ya poco le entusiasma cualquier asunto que no sea “Pepa” o la mejor forma de morir. Ni siquiera las clases le interesan, salvo por el sueldo; ni mucho menos sus libros. A medio camino podrían quedar Patachula y el hijo.

Una cuestión que el lector de por acá podría dejar pasar son los muchos localismos; los hay por toda la novela, y no aporta demasiado saberlos. Desde los muy repetidos “piso” y “móvil” hasta la manía obsesiva del pasado compuesto, hay un montón de palabras y expresione­s muy ajenas al lunfardo rioplatens­e.

El narrador mezcla temas según dicta el corazón. Pero a la vez sabe que el tiempo apremia, y que en medio de los recuerdos y las crónicas y las muchas reflexione­s, debe haber algo más. La cronología así dispuesta no es en vano, hay una tensión evidente, y al final resulta que Los vencejos se llevan (o traen) un montón de pequeñas grandes lecciones. Cuestión de saber encontrarl­as.

LOS VENCEJOS, de Fernando Aramburu. Planeta, 2021. Montevideo, 698 págs.

 ?? ?? Fernando Aramburu. Una novela que también es crónica pura y descarnada, condiciona­da por una tensa espera.
Fernando Aramburu. Una novela que también es crónica pura y descarnada, condiciona­da por una tensa espera.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay