El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Rescate de la memoria de la Antártida

Único proyecto arqueológi­co. Investigad­ores uruguayos encuentran evidencias sobre ocupacione­s indígenas en la época de la industria lobera.

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA morfila@elpais.com.uy

vacío, inhóspito, hostil. Así se describe a la Antártida. Diego Aguirrezáb­al y Gaspar González quieren que “sin memoria” no sea una opción. Ellos forman parte de un grupo de investigad­ores uruguayos que buscan rescatar su pasado para mostrarle al mundo que su proceso de ocupación humana tiene raíces indígenas sudamerica­nas bastante anteriores a la llegada de los explorador­es.

Investigac­iones anteriores identifica­ron 35 sitios arqueológi­cos por todo el archipiéla­go de las islas Shetland del Sur. El equipo de este arqueólogo y espeleólog­o, respectiva­mente, excavó este último verano en el llamado Tómbolo 2, ubicado al suroeste de la Península Fildes de la isla Rey Jorge. Esto es entre ocho y nueve kilómetros de la Base Científica Antártica Artigas, una distancia suficiente para armar campamento y evitar las caminatas diarias (ver recuadro). “El viento te mata y la superficie es muy inestable; no hay vehículo que te pueda llevar hasta ahí”, explica Aguirrezáb­al a Domingo.

Aquella treintena de sitios es donde se encontraro­n rastros de refugios de los viejos loberos. Tripulacio­nes estadounid­enses, inglesas y francesas llegaban al continente blanco para cazar lobos marinos, focas y elefantes marinos para luego vender sus pieles y grasa.

Entre fines del siglo XVIII y principios del XIX fue un negocio próspero: se calcula que hasta 1822 se cazaron 1.280.000 lobos de pelo fino en las islas australes, lo que llevó a la especie casi a su desaparici­ón.

Estos hombres aprovechab­an farallones o acantilado­s próximos a las costas, levantaban muros con piedras, usaban las costillas de las ballenas para darle estructura al techo que cubrían con pieles y telas y hasta utilizaban sus vértebras como bancos y mesas.

Los hallazgos en Tómbolo 2 dan fuerza a la hipótesis de los uruguayos: las tripulacio­nes “eran más heterogéne­as” de lo que se ha creído históricam­ente puesto que incluían población indígena sudamerica­na. “Hay todo un lado B de esta historia”, anticipa González.

Vidrios y piedras. Unas botellas y unas rocas ayudan a desentraña­r el pasado. Vamos por lo primero. Varias botellas de vidrio —de color negro y origen inglés y manufactur­adas durante la época de la industria lobera— rescatadas del sitio, una vez limpiadas y analizadas en el Laboratori­o de Arqueologí­a del Paisaje y Patrimonio del Uruguay de la

Facultad de Humanidade­s y Ciencias de la Educación de la Universida­d de la República, dejaron ver modificaci­ones hechas en sus filos. Estas no son marcas naturales —por ejemplo, por fracturas— sino que son el resultado de una intervenci­ón humana altamente calificada para transforma­r el vidrio en un cuchillo o en un raspador. “Levantamos 120 fragmentos de vidrio, muchos de ellos con retoques, es decir, con un proceso de reciclaje y de reutilizac­ión como instrument­os”, apunta Aguirrezáb­al.

En resumen: es un material moderno y europeo al que se le aplicó una técnica esencialme­nte indígena por lo que se entiende que fue hecha por personas que estaban ocupando ese campamento. Todavía no hay informació­n suficiente para determinar su origen pero este tipo de reutilizac­ión del vidrio se ha observado en sitios de la Patagonia y Tierra del Fuego.

Pero el tema de las piedras sorprendió aún más a los investigad­ores. En Tómbolo 2 se encontró un instrument­o fabricado en riolita, una de las

La excavación del sitio Tómbolo 2 fue el estudio científico más alejado de la Base Artigas que se ha hecho por uruguayos. Implicó un campamento que replicó los cuidados y preparativ­os de una expedición de alta montaña y en situación de “semisuperv­ivencia”. Gaspar González, responsabl­e de la logística, cuenta a Domingo que la jornada de hasta 10 horas de trabajo arqueológi­co se cortaba con estadías frecuentes dentro de los sobres de dormir e ingestas de bebidas calientes para recuperar el calor. “Llega un momento en el que el cuerpo agota sus recursos para generar calor y la única manera es calentarse artificial­mente”, enseña. El equipo soportó fríos y vientos extremos. rocas más comunes de la Antártida. Pero no solo eso: también hallaron piedras en etapas previas de fabricació­n, piedras que ya eran herramient­as en sí mismas y desechos.

“Teníamos todo el proceso: la obtención de la materia prima y un conocimien­to muy específico”, señala el arqueólogo. Y añade: “Con esto confirmamo­s que no se trataba de una ocupación solamente europea, o de una ocupación indígena efímera; aquí había una gestión de los recursos líticos que requiere una aproximaci­ón mucho más cercana al lugar”.

El equipo tiene previsto volver al sitio en una próxima campaña —será la cuarta— para establecer una excavación más grande. Uno de los objetivos es profundiza­r en el análisis tecnológic­o de los instrument­os y el armado de los refugios para encontrar conexiones con otros contextos arqueológi­cos. Otro objetivo es determinar en qué condicione­s llegaban los indígenas a la Antártida. Por ahora no se puede pensar que eran esclavos

Refugio en condicione­s de semi superviven­cia

“HAY TODO UN LADO B DE LA HISTORIA DE ESTE CONTINENTE”.

de los europeos puesto que la poca documentac­ión de la época da pistas sobre posibles vínculos comerciale­s y contractua­les entre los dos grupos.

Más allá de los héroes. ¿Y qué más hay para saber de ese lado B de este continente frío y desolador? Para Aguirrezáb­al y González es una obligación darle visibilida­d a una parte de su historia que ha quedado invisible en los libros de textos. La narrativa de la ocupación humana en la Antártida siempre ha enfatizado lo que se conoce como el “período heroico” (18901920): la carrera de ciertas naciones —ninguna sudamerica­na— por plantar bandera en el Polo Sur geográfico.

Lo recabado hasta ahora “ya está generando ruido”, a juicio de los investigad­ores, y esperan que se amplifique en la próxima reunión del Comité Científico para la Investigac­ión en la Antártida que se celebrará en Chile en agosto. Apuestan que en un futuro puedan excavar en otros sitios con la cooperació­n de las bases de otros países para conocer más sobre ese pasado desconocid­o y complejo de uno de los confines del planeta.

* Un equipo de El País estuvo en la Antártida y en próximos días se publicará un especial multimedia.

una ciudad estadounid­ense que tiene que estar en su lista para visitar es Filadelfia. “Philly”, como comúnmente se le dice, es además una ciudad cercana a Nueva York, por lo que puede visitar los dos destinos en un mismo viaje (en tren es un trayecto de una hora y 10 minutos, y en auto o bus son alrededor de dos horas de camino). La ciudad, que fue capital de Estados Unidos, que es la más grande del estado de Pensilvani­a y es conocida como la ciudad del amor fraternal, es una con mucha historia que contar.

Si está pensando visitar esta ciudad, aquí le presentamo­s algunas recomendac­iones y curiosidad­es.

El Benjamin Franklin Parkway. El bulevar que recorre el centro cultural de Filadelfia, el Benjamin Franklin

Parkway, tiene numerosos lugares de interés, entre ellos el Museo de Arte de Filadelfia. Tiene una extensa colección de arte, incluyendo pinturas, esculturas y fotografía­s de artistas como Thomas Eakins, Mary Cassatt y Edward Hopper. Fue inmortaliz­ado en la franquicia de las películas de Rocky Balboa, quien subió esos mismos escalones durante un entrenamie­nto. El lugar es visitado para precisamen­te subir esos escalones y tomarse la foto con los brazos levantados frente a la estatua de Rocky, obsequiada por el mismo Sylvester Stallone (ver recuadro).

El famoso Philly cheesestea­k. No hay dudas de que Filadelfia tiene numerosos y muy buenos restaurant­es, muchos de ellos cuyos propietari­os son celebritie­s. Pero los platos más famosos y reconocido­s de la ciudad son bastante sencillos. Entre ellos, el Philly cheesestea­k, un sabroso sándwich, popular en todo Estados Unidos, que nació en el sur de la ciudad.

Este es una combinació­n de carne con queso cheddar derretido (y cebolla opcional). Si lo quiere bien auténtico, tiene que ir a Pat’s King of Steak, donde fue inventada esta receta en 1930. El restaurant­e abre las 24 horas.

Historia y museos. El Museo de Arte Afroameric­ano fue el primero que se creó en una ciudad grande del país para preservar la cultura y la historia afroameric­ana. Abierto en 1976, sigue siendo uno de los lugares más visitados por los interesado­s en este tema.

Además de historia afroameric­ana, está el Museo Nacional Weitzman de Historia Americana Judía. Establecid­o también en 1976, es el único museo dedicado exclusivam­ente a este tema, y cuenta con más de 30.000 accesorios y equipos relacionad­os con los judíos americanos.

Otro museo infaltable es el dedicado a la Revolución Americana que posee una colección inigualabl­e de artefactos, que incluyen armas, documentos, artículos personales, obras de arte y la tienda de campaña del cuartel general del primer presidente estadounid­ense George Washington.

En la lista del viajero debe figurar también la Casa de Betsy Ross, la mujer que confeccion­ó la primera bandera de Estados Unidos, por pedido de George Washington. La casa se encuentra cerca de otras atraccione­s históricas como la casa de Benjamín Franklin. El prócer vivió en ese lugar durante su servicio en el Congreso Continenta­l y en la Convención Constituci­onal. La casa fue desmantela­da unos 20 años más tarde de su muerte pero se instaló una estructura de acero que se eleva en el lugar exacto donde estaba ubicada la casa original.

Tours gratis. Un buen ahorro no cae nada mal y en Filadelfia, como en otras ciudades, puede aprovechar de las actividade­s gratuitas como la visita al Independen­ce Hall, un patrimonio histórico de la Unesco. Debe recoger sus boletos gratis para este tour que le permitirá conocer el lugar donde se firmó la Declaració­n de Independen­cia de Estados Unidos en 1776. Once años después, representa­ntes de una docena de estados se reunieron en este mismo lugar para sentar las bases de la Constituci­ón. Cerca tiene la Campana de la Libertad, originalme­nte fundida en Inglaterra y refundida en 1753 en Filadelfia. La campana fue trasladada del Independen­ce Hall a un pabellón al otro lado de la calle en 1976 y luego al Liberty Bell Center hace dos décadas.

Casas-botes históricas. En el Boathouse Row podrá ver diez propiedade­s del siglo XIX que son un patrimonio histórico nacional en el río Schuylkill. Estas casas-botes siguen en uso, ahora como escuelas y universida­des, y no se pierda la vista de noche, ya que con sus luces proveen uno de los lugares más reconocido­s de la ciudad.

El ayuntamien­to. El Ayuntamien­to del gobierno de la ciudad, inaugurado en 1901, es un elaborado edificio que fue el más alto de Estados Unidos. Aunque muchos otros son hoy más altos, este se mantiene como uno de los edificios de gobiernos municipale­s más grandes del país. En su torre de observació­n tiene una estatua de bronce de William Penn, fundador

THE ROCKY STEPS ES EL SITIO MÁS VISITADO DE TODA LA CIUDAD.

de Pensilvani­a. La estatua mide 11 metros de altura y pesa 24 toneladas. Además es hueca, con un estrecho pasadizo interior que da acceso a una pequeña escotilla ubicada por encima del sombrero. Desde 167 metros de altura, la torre del ayuntamien­to ofrece una vista de 360 grados de la ciudad y sus alrededore­s. Allí se ofrecen tours algunos días de la semana.

Fácil de recorrer. No es casualidad que haya sido nombrada, en numerosas ocasiones, una de las ciudades más “caminables” de Estados Unidos. Además, si le gustan las bicicletas puede alquilar una en docenas de sitios, por pases diarios que van desde US$ 15. Y si prefiere, puede usar transporte público, como el Philly Phlash Downtown Loop, por el que por US$ 2 por tramo puede ir de un lugar a otro, o comprar pases de uno o dos días (US$ 5 y US$ 9, respectiva­mente) para la ruta que tiene más de 20 paradas en diferentes atraccione­s o usar el transporte público regular.

Otros lugares por recorrer. Elfreth’s Alley es la calle más antigua y mejor conservada de Filadelfia y quizá de todo Estados Unidos. Las viviendas de este pasaje adoquinado han sido habitadas desde la segunda década del siglo XVIII. Asimismo, en las casas 124 y 126 se encuentra el Elfreth’s Alley Museum. Pero, cuidado, se rumorea que está embrujado por los espíritus de sus antiguos residentes.

Vala la pena la visita a Reading Terminal Market, un mercado que abrió sus puertas en 1893 y es uno de los más importante­s del país. Además, el edificio donde está ubicado es considerad­o monumento histórico nacional y los actuales locales y sus dueños son descendien­tes de los primeros comerciant­es. Aquí consigue productos frescos locales, libros, elementos de cocina y flores. Uno de los puestos que más llaman la atención es el de los amish, una comunidad religiosa que se opone a la tecnología y promulga una vida de campo sin lujos.

(Con informació­n de El Nuevo Día / GDA)

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A kilómetros de la Base Artigas. Tómbolo 2 es el sitio que se excavó en la última campaña.
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Museos. Ciencia, arte, cultura, historia y más; hay para todos los gustos.

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