El Pais (Uruguay) - Revista domingo
Constante es el hambre
JUAN DE MARSILIO
Amor y memoria, desamor y olvido, se trenzan en la poesía de todas las épocas. De cocinarse en recuerdos que no terminan de borrarse, y de tener que alimentarse de eso trata Gastronomía de olvido, de Regina Ramos (San José de Mayo, 1992). La poesía de Ramos es más críptica y sugerente que abierta y comunicante. Respira en ella un temprano desencanto, que no parece pose ni tributo servil a las influencias, explícitas e implícitas (Julio Inverso, Alejandra Pizarnik, Baudelaire, Lautreamont), también desencantadas. No obstante, el tono se matiza con pinceladas de un humor sutil, de leve acidez, que brota ante la contrariedad, como por ejemplo en el final de “HAMBRE”, poema que abre el libro:
—¿Puedo escribir del hambre? —No.
Entonces escribo: antojo de olvido.
La nota del hambre permanece hasta el fin del libro —la gastronomía, hoy arte y hasta capricho, al menos para los pudientes, es la respuesta a la necesidad de hacer agradable lo que debemos ingerir para seguir vivos—, como se ve en “MIGAS”, último texto:
Tomar recuerdos. en la certeza se concentra un sabor no la apetencia.
Todo desecho es intento galaxia o añicos.
Limpiamos para volver a ser y así lo único constante es el hambre.
El hambre que más acucia es el recuerdo de las dulzuras de infancia, como se lee en “CARAMELOS Y GALLETITAS”, uno de los mejores textos del libro, dedicado a las abuelas de la poeta y con una receta de caramelos caseros como acápite.
Maneja Ramos con solvencia el verso libre, pero hay un ejemplo de poema en prosa —“FAENA”— muy bien logrado, que revela a una autora que tiene, además de fuerza poética, potencial narrativo.
Debe reprocharse al volumen el minúsculo cuerpo de letra de los textos de contratapa y solapas.
GASTRONOMÍA DE OLVIDO, de Regina Ramos. Pez en el hielo, 2022. Montevideo, 44 págs.