El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Túneles El pasado oculto

SIGUIENDO LA PISTA DE LOS ANTIGUOS ALJIBES

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arqueológi­cos) por tratarse de una zona edificada. El más completo rescate documental de los restos de las murallas y construcci­ones del Montevideo colonial fue realizado por Raúl Baroffio, quien contabiliz­ó la existencia de 341 metros de fortificac­iones originales, de los cuales 118 se encuentran en la vía pública y 223 dentro de propiedade­s. Según su conocimien­to, hubo túneles en la Catedral y el Cabildo. Y en el citado Fuerte del Gobernador, donde hoy está la Plaza Zabala.

“Todos los centros del poder estaban conectados. No tengo rastros para hablar de la Ciudadela (fuerte que ocupaba parte de la Plaza Independen­cia y cuya puerta es uno de los íconos de Montevideo). Y me parece razonable, porque la Ciudadela tenía un foso de 3 metros que se hizo en el lomo de la Cuchilla Grande. La única posibilida­d es que si hubo algún túnel en la Ciudadela, este saliera al foso, pasara la escarpa (muralla )yla contraesca­rpa (pared externa del foso). En Buenos Aires, en la Manzana de las Luces, hay túneles a 4 o 5 metros, pero allí se hicieron en la tierra, no en la roca”, explica Baroffio a Domingo.

Montevideo fue construida sobre las estribacio­nes de la Cuchilla Grande, que comienza en Brasil y llega a la capital del país por las actuales avenidas Belloni, 8 de Octubre y 18 de Julio. Eran los típicos caminos del Montevideo colonial. Y no eran casuales: las carretas viajaban por los lugares más altos para no estar subiendo, bajando y vareando arroyos. Al erigirse sobre una cuchilla, el subsuelo de la ciudad era de piedra.

“Le vimos tres salidas de túnel a la Catedral”, dice el investigad­or. Y agrega: “Intuimos que hay una cuarta. Una iba hacia el Cabildo y otra hacia el Fuerte, del que no quedó absolutame­nte nada, aunque hay rastros arqueológi­cos bajo tierra. Al

Cabildo le vimos una salida. Uno de los túneles de

HISTÓRICAM­ENTE, LOS TÚNELES TUVIERON PROPÓSITOS MILITARES O CLANDESTIN­OS.

la Catedral, que iba justamente en dirección al Cabildo, pasaba por el lugar donde hicieron la tumba del cardenal Antonio María Barbieri”.

Respecto al desapareci­do fuerte de la Plaza Zabala, indicó que “había un brocal en la calle Pérez Castellano que venía desde ahí”. Y añadió: “También había algo que salía del Cabildo y que segurament­e pasaba por donde estaban los jesuitas, donde hoy es el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Ahí también está la librería Linardi & Risso (Juan Carlos Gómez 1435), donde hay una cisterna y yo pude circular por los túneles”.

Además, quedaron rastros de construcci­ones subterráne­as en el inmueble que alguna vez ocupara Manos del Uruguay, en Reconquist­a y Juan

Carlos Gómez, y en el Mercado de los Artesanos de la Plaza de Cagancha, donde hace algunas décadas se puso en valor una bóveda soterrada de la que se recuperaro­n varios objetos antiguos (habitualme­nte las cisternas se utilizaban para tirar desechos cuando dejaban de funcionar para su finalidad original).

Barrera recordó que en la Ciudad Vieja se han hecho muchas construcci­ones nuevas y reciclajes. Y que esto, por lo general, lleva a que se elimine todo lo que pueden ser áreas subterráne­as inundables.

“En la rambla nueva, frente al puerto, hay muchas casas de comienzos de 1900 que se conservan con un reciclaje moderno. En esos casos, los sótanos se han perdido totalmente, sobre todo porque se trata de una zona en la que el terreno se ha ganado al mar y donde todavía sigue habiendo fil

A muchos de los túneles, tanto de Maldonado como de Montevideo, se ingresaba por aljibes. Por lo tanto, estos manantiale­s, que eran vitales para la vida cotidiana, siguen siendo portales a pasadizos desconocid­os.

Se da el nombre de “aljibe” a todo conjunto formado por un brocal y una cisterna. El brocal es la parte superior, angosta y recta, y la cisterna, la inferior, más expandida. Este modelo de construcci­ón hace que muchas veces, por una ilusión óptica, los aljibes parezcan tener grandes cantidades de agua, cuando en realidad no tienen más que 60 centímetro­s de profundida­d, como para que quepa un balde.

Debido a la excepciona­l amplitud del fondo del aljibe y a lo estrecho del brocal, no es posible advertir, desde el exterior, las paredes de las cisternas. Y por consiguien­te, tampoco las bocas de entrada a los túneles.

Estos pasadizos no solo se construían para ser transitado­s, sino también para retirar el aire viciado hacia otro aljibe que mejoraba la ventilació­n.

El sistema evitaba, además, que el agua se estancara y que los depósitos se rebasaran con las lluvias. Pero también se convertía en una fuente de transmisió­n de enfermedad­es para todos los que abrevaban de los pozos conectados a la red.

paredes laterales, 11 cuadros de gauchos y escenas camperas de menor tamaño pero de excelente factura custodian al hermano mayor que regresó al Uruguay hace pocos meses.

Hasta el momento no se ha encontrado documentac­ión que indique fehaciente­mente en qué momento Blanes pintó estas obras. El director del MNVA, Enrique Aguerre, en declaracio­nes a la prensa, expresó que la obra habría sido pintada en Florencia, durante el segundo viaje que el artista realizó a Italia (ver recuadro). En 1879 y 1884, Blanes se habría dedicado a pintar sus célebres gauchos y escenas camperas que contribuir­ían, desde las artes plásticas, a sentar las bases de la identidad nacional.

Entre dos luces. En noviembre de 2014, otra obra de Blanes casi igual a la que se remató en Inglaterra el año pasado, se subastó en la casa Christie’s de Nueva York. En el catálogo se titulaba al óleo sobre lienzo como Aurora o Entre dos luces. El cuadro fue certificad­o por el experto uruguayo Eduardo Luciani y se vendió en U$S 905 mil, batiendo entonces el récord para una obra de Blanes.

Durante varias décadas, Luciani trabajó en el Museo Blanes y entrenó su ojo para saber distinguir la paleta y la pincelada del artista en una obra. En muchas ocasiones, descubrió en casas de remates de Montevideo obras del genial artista que se presentaba­n como de autor anónimo.

También descartó cuadros atribuidos a Blanes. Siendo funcionari­o municipal, encontró el cuadro de Clara García de Zuñiga niña, arrumbado en el sótano del Museo. Hoy esta obra se puede ver en la sala principal de la casona de la avenida Millán.

Luciani comentó a El País que la informació­n que le proporcion­ó Christie’s indicaba que la obra “habría sido comprada directamen­te a Blanes en la década de 1880, por una familia inglesa que residía en Montevideo”. Le informaron, además, que Entre dos luces había permanecid­o en la misma familia durante más de un siglo y que su último titular, Frederik Laugharne Humpreys, lo llevó a Nueva York donde fue finalmente rematado. No se sabe quién fue el comprador.

Un hermano gemelo. La tercera obra tiene una historia que ha sido más sencilla rastrear. Se trata del otro Entre dos luces, casi idéntico al vendido en Christie’s. Este cuadro fue comprado en 1938 por el empresario uruguayo Julio Arocena Folle, que llegó a tener en su pinacoteca más de ocho obras importante­s de Blanes. Su hijo, Julio Arocena Noceti, dijo a Domingo que su padre compró el cuadro en la Galería Berro de Montevideo. La obra de 82 por 100 centímetro­s había pertenecid­o a la colección de María

Elena Peixoto de Azarola. El lienzo tiene poquísimas diferencia­s con el subastado en Nueva York, algunas son casi impercepti­bles y se encuentran en la vestimenta del gaucho. Al igual que en los otros, en el fondo se ve a tres gauchos y dos ñandúes.

Arocena indicó que el cuadro permaneció en su familia hasta comienzos de la década de 1990, cuando, a la muerte de sus padres, fue enviado a remate y comprado en U$S 130 mil por el banquero José Rohm. Desde entonces pasó a formar parte de la pinacoteca del Banco Comercial. En noviembre de 2003, luego de la crisis financiera del 2002 y la caída del Banco Comercial, su pinacoteca fue rematada. Durante dos días consecutiv­os los rematadore­s Pepe Bavastro, Horacio y Juan Castells, Eduardo Corbo y Juan Enrique Gomensoro le bajaron el martillo a 212 lotes de cuadros y esculturas de reconocido­s artistas nacionales y algunos europeos. No obstante, el lote estrella fue el N.149, Entre dos luces. El galerista Gustavo Tejería Loppacher lo compró en U$S 310 mil por encargue de un empresario argentino que vive de forma permanente en Uruguay.

Nunca sabremos si Blanes pintó solo estos cuadros casi idénticos o los tres que existen forman parte de una serie mayor. Sin dudas son variacione­s sobre un mismo tema realizadas por el mismo autor. Hasta el 26 de mayo, el Gaucho en el campo, junto a otros 11 paisanos reciben al público en el MNAV. La ocasión puede ser propicia para visitar también a Carlota Ferreira que sigue siendo la matrona que reina en el lugar.

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Andrés Barrera. En el túnel que aún se conserva en el Cabildo de Montevideo. Se cree que el edificio estaba conectado con la Catedral.
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Raúl Baroffio. Junto a restos del Baluarte de San Sebastián, en Buenos Aires y Bartolomé Mitre.

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