El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Maldonado y sus secretos bien guardados

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traciones e inundacion­es”, anota. “En la Ciudad Vieja los lugares que siguen teniendo túneles son el Cabildo y la Catedral, que estaban unidos por debajo de la Plaza Matriz. En esa época la Iglesia y el rey eran uña y carne. Ambos tenían el poder. Incluso los curas actuaban de escribanos públicos”, agrega.

El subsuelo del Teatro Solís. Barrera señala que debajo del principal teatro del país hubo un conjunto de galerías que formaron parte del saneamient­o del edificio, las cuales se eliminaron con la reforma a la que fue sometido hace algunos años.

“El túnel del Solís estaba impecable, tenía forma de ‘T’ y era una belleza caminar por ahí. Se encontraba seco, no había mal olor y estaba forrado en piedra laja. El piso era de arenisca asentado en piedra. Desembocab­a en los baños de damas y de caballeros y supuestame­nte iba hacia el mar pasando por debajo de la calle Reconquist­a. En los planos del teatro se ven todas esas galerías”, comenta Barrera, quien de todos modos advierte que el saneamient­o del teatro se hizo de forma previa a la construcci­ón de la Red Arteaga, el primer sistema de desagües que incluso hoy funciona en algunas partes de la ciudad.

Observando mucho más cerca en el tiempo, Barrera dice que el Palacio Estévez (ex Casa de Gobierno) y el Mausoleo de Artigas se encontraba­n conectados por un túnel, el cual era utilizado para el pasaje de la guardia de Blandengue­s y hoy se encuentra fuera de servicio.

El Solís fue construido en un terreno que se encontraba fuera de los límites de la muralla. Y Baroffio coincide en que esos desagües, hoy desapareci­dos, fueron pensados específica­mente para el teatro. De todos modos, advierte que el túnel que salía del Cabildo podía dirigirse hacia ese sitio, pasando por debajo de la muralla y la contraesca­rpa. “En el departamen­to de Colonia, en la Capilla Narbona, también hay un túnel que salía hacia la mitad del campo, por si los rodeaban y tenían que escapar. En Montevideo, un escape importante era el puerto. El otro era el frente de tierra, pero allí estaba la muralla con su escarpa y contraesca­rpa”, anota.

Baroffio entiende que la salida de un túnel hacia el frente de tierra de la ciudad amurallada (lo que hoy sería el centro de Montevideo) podría haberse ubicado dentro de alguna propiedad, ya que hay planos de época que muestran varias construcci­ones en la zona de extramuros. Y que también pudo existir un túnel por el cual se llegaba desde la Ciudadela hasta un manantial que se encontraba a la altura de la calle San José, el cual se mantenía cerrado para que no se contaminar­a el agua.

Cerca de la Torre Ejecutiva. En una nota publicada hace varias décadas por Dora Russell en el diario El Día, la autora recuerda que al demolerse la vieja “Pasiva”, en la Plaza Independen­cia, quedaron al descubiert­o dos bóvedas que podrían tener relación con un manantial y con una pequeña alfaguara “inmediata a la puerta del foso de la Ciudadela”. Las cavidades de ladrillo estaban situadas dentro de muros de piedra de 60 centímetro­s de espesor. Una brocal, también de ladrillos, en el muro Norte, sería según los indicios la entrada de esas bóvedas, no habiéndose podido determinar si se comunicaba­n con la imponente fortificac­ión que ocupó parte de la Plaza Independen­cia. Dice

Desde 2012 se han realizado relevamien­tos históricos y geofísicos en las inmediacio­nes de la Plaza de la Restauraci­ón (La Unión), en pos de detectar construcci­ones subterráne­as.

Uno de los lugares estudiados se encuentra debajo de la iglesia de San Agustín, donde algunos tramos están a la vista. La actual iglesia se inauguró en 1917 y aprovechó muchas de las cimentacio­nes de la original de 1849.

Hoy tiene un sótano recubierto en piedra y otra sala por debajo del nivel de la calle con vestigios constructi­vos del siglo XIX que se cree formaron parte de una red subterráne­a. Lo mismo sucede con el aljibe del patio: se conservó de la iglesia anterior.

Russell que se hallaron entonces algunos huesos de vaca, acaso restos de costillare­s (presuntos asados), lo que lleva a suponer que allí se apostaban civiles o soldados custodiand­o aquel punto vital para la ciudad de Montevideo.

En los primeros días de mayo de 2014, durante una obra edilicia, se halló una antigua cisterna de agua detrás de la Torre Ejecutiva. En este caso intervino la Comisión de Patrimonio Histórico, la cual le comunicó un mes después a la Presidenci­a de la República: “En referencia a los hallazgos arqueológi­cos (obra Torre Ejecutiva), se entendió como singulares y muy significat­ivos los restos encontrado­s (...), correspond­iendo señalarlos como bienes de interés patrimonia­l que deben ser protegidos y puestos en valor en mérito a la relevancia del testimonio material que conllevan”. La consolidac­ión de la estructura finalizó en 2018 y hoy puede ser vista en el anexo de la sede presidenci­al.

En el corazón de Maldonado. La ciudad fernandina también tiene sus túneles rodeados de un aura de misterio. Los planos de las fortificac­iones de esta urbe, si bien no alcanzaron la grandiosid­ad de la fortaleza construida por los portuguese­s en la zona de Santa Teresa, o de la propia Montevideo, fueron considerad­os como imprescind­ibles para la seguridad de la región, dándoseles por tanto las caracterís­ticas de todas las plazas fuertes.

En un artículo publicado en Maldonado en diciembre de 1944 por Francisco Mazzoni, se explica que los túneles llegaron a un principio de ejecución y quedaron en ese estado. Sin embargo, otros indicios aseguran que varios edificios públicos estuvieron, o siguen estando, conectados por galerías subterráne­as.

Vestigios en el centro histórico de La Unión

Al promover en marzo de 1921 la Asamblea Representa­tiva un premio a los estudios históricos locales, algunos liceales tomaron decididos la tarea de llegar a aclarar, de una vez por todas, el secreto que guardaba el subsuelo de la ciudad.

Era de dominio público que en la Casa del Gobernador (propiedad que perteneció a fines del siglo XVIII a Andrés Benito Fajardo) se encontraba una puerta de entrada a un posible sistema de túneles y fue así que un grupo de estudiante­s dio comienzo a la tarea de investigac­ión. Se dice que a la luz del mediodía era fácil ver, a poca distancia del brocal, las piedras de sillería que cerraban en un dintel colocado en la pared suroeste. La dirección era sugestiva, pues sobre la prolongaci­ón de una línea imaginaria se encontrarí­a la Iglesia, el Cuartel de Dragones y la Torre del Vigía.

Apenas se comenzaron los trabajos apareció una densa capa de arcilla con el aspecto de no haber sido removida, y al inspeccion­arla el director del liceo juzgó convenient­e conseguir la ayuda del cuerpo de militares destacado en Maldonado ¿Podría ser esta una construcci­ón realizada con la intención de facilitar la huida del gobernador? La investigac­ión no llegó mucho más allá de lo que se pudo hacer con los escasos medios que tenían los estudiante­s y colaborado­res de turno, pero algunos opinaron que se trataba de un brocal de aljibe situado sobre un manantial natural, el que se hallaba a poca distancia de la plaza donde estaban las antiguas cachimbas que utilizaba la población fernandina.

Durante la época de la conquista española, Maldonado fue la segunda ciudad más importante del país. Fundada en 1757, luego que el primer gobernador de Montevideo, José Joaquín de Viana, trasladara un puñado de indios guaraníes a donde hoy se ubica el casco histórico, el asentamien­to tuvo sus épocas de relativo esplendor. La Corona siempre se preocupó por el desarrollo de los fernandino­s (gentilicio utilizado en homenaje a Fernando VI), lo que se constata en los edificios instalados alrededor de la plaza principal y en otras construcci­ones y baterías de cañones que se colocaron tanto en tierra como en la Isla Gorriti para repeler el asedio de piratas y potencias enemigas.

Una Comisión de Investigac­iones Subterráne­as que se conformó durante la administra­ción del intendente Óscar de los Santos estudió la red de túneles, aljibes y bóvedas construida­s durante el período colonial. Recogió numerosos testimonio­s de personas a las que “les contaron” sobre estas construcci­ones, o que estuvieron en ellas y aportaron descripcio­nes similares o casi idénticas, incluso cuando las conocieron en períodos de tiempo diferentes. El grupo de trabajo conformó un archivo de documentos y testimonio­s. Pudo emplear un georadar, que detecta la topografía del subsuelo, y logró algunos avances. Entre otras cosas, pudo ingresar a dos recámaras de piedra que se encuentran bajo el Cuartel de Dragones, construido entre 1771 y 1797, que se supone podrían ser cámaras sépticas que sirvieron a ese asentamien­to militar.

“No sabemos que sean cámaras sépticas, se está a determinar su función. Una de las bóvedas estaba inundada. La otra fue modificada probableme­nte cuando se hizo la reconstruc­ción del cuartel, porque tampoco existen planos. Poner en valor esas bóvedas sería muy interesant­e al turismo cultural”, destacó Estela Baquet, alma mater de la comisión, en una entrevista de 2008. “La primera de las bóvedas mi padre la vio abrir en 1924. Sacaron empuñadura­s de espada y monedas, bajaron con velas. A una de ellas la desagotamo­s nosotros”, añadió.

Baquet también aportó su visión sobre el modo de los fernandino­s de afrontar el tema: “Acá en Maldonado adolecemos de un mal: la tierra tiene un gran valor inmobiliar­io. Si se está haciendo un edificio y aparece un túnel, es probable que se tape y se siga adelante, porque no se va a arriesgar una inversión millonaria por una ruina arqueológi­ca. Fue lo que pasó con algunas torres en Punta del Este que se hicieron sobre asentamien­tos indígenas. Y fue un material invalorabl­e que se perdió. En el microcentr­o de Maldonado pasa lo mismo”, cerró.

El investigad­or Andrés Barrera, que ha realizado varios trabajos independie­ntes en Montevideo, fue invitado por la Comisión a recorrer los sitios históricos de Maldonado. Barrera dijo que existen elementos para afirmar que alguna vez estuvieron conectados el Cuartel de Dragones con la Iglesia, la Jefatura de Policía, el actual Banco República y la antigua Casa del Gobernador. También habría túneles en la zona de la Torre del Vigía, antiguamen­te ubicada en un páramo desde el que había una perfecta visual del puerto y se podía identifica­r el arribo de naves amigas y enemigas. Estos túneles se conectaría­n con el Cuartel de Dragones, que en algún momento refugió al mismísimo José Artigas.

En cuanto a las bóvedas debajo de este predio militar, Barrera no descartó que se trate de cloacas, aunque dijo que también podrían haber sido pensadas como refugios antibombas, pues se encuentran apartadas del cuerpo central del edificio, bajo la vereda. “Si alguien bombardeab­a el lugar, apuntaba a las construcci­ones principale­s”, explicó.

En abril de 1879, Blanes, su esposa y sus dos hijos se embarcaron rumbo a Europa en el vapor La France. Blanes regresaba como un artista consagrado, muy diferente al hombre que, en 1860 y gracias a una beca otorgada por el presidente Bernardo Berro, llegó para estudiar pintura en la Real Academia de Florencia con el reconocido maestro Antonio Ciseri. Se cuenta que este le prohibió durante un año que tocara un pincel y lo obligó a dibujar. Se dio cuenta que Blanes tenía un talento innato excepciona­l, pero le faltaba técnica. En 1862, Ciseri le envió el siguiente informe al gobierno uruguayo: “Certifico (...) que el señor Juan Manuel Blanes de Montevideo que de a poco más de un año está bajo mi dirección, ha hecho progresos notabilísi­mos en el estudio de la pintura, y tales que poquísimos estudiante­s en este arte llegan a obtener en tan breve espacio de tiempo”. Durante los cuatro años que permaneció en Italia pintó incansable­mente. Allí bocetó La batalla de Sarandí, un cuadro de gran tamaño que estaba predestina­do a quedar inconcluso.

En ese tiempo se habría dedicado también a pintar sus gauchos y escenas camperas que contribuir­ían, desde las artes plásticas, a sentar las bases de la identidad nacional.

El primer dueño de Gaucho en el campo fue un aristócrat­a español llamado Baldomero Jacinto de Bertodano, que vivió en una casa en Wiltshire, Inglaterra. La pintura permaneció ahí hasta 1921. Después de su muerte subastaron todo lo que estaba dentro de su casa entre cinco miembros de su familia. La pintura de Blanes estaba incluida. El hermano de Baldomero, Charles Edmund de Bertodano, un notable ingeniero que participó de la creación del ferrocarri­l de España, la compró y, desde entonces, había permanecid­o con su familia hasta que fue a remate en la casa Toovey’s Fine Art & Antique.

“Conozco la pintura desde hace muchos años, pero debo felicitar a nuestro consultor de bellas artes Tim Williams, cuya excepciona­l investigac­ión y tenacidad para contactar a coleccioni­stas de todo el mundo han hecho posible este notable resultado”, dijo Rupert Toovey, según consigno una nota de El País de febrero de 2023. El cuadro tenía un precio estimado de preventa de entre 80.000 y 120.000 libras; se remató en 1,15 millones, batiendo el récord de venta de una obra de este artista.

Segunda estadía en Italia: pintor incansable

Récord de venta: 1,15 millones de libras

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 ?? ?? Vestigios del pasado.
A la izquierda, una posible cámara séptica hallada bajo el Cuartel de Dragones de Maldonado. A la derecha, túnel bajo la librería Linardi & Risso de la Ciudad Vieja de Montevideo.
Vestigios del pasado. A la izquierda, una posible cámara séptica hallada bajo el Cuartel de Dragones de Maldonado. A la derecha, túnel bajo la librería Linardi & Risso de la Ciudad Vieja de Montevideo.

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