El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Qué ver en una visita flash en el Viejo San Juan

Renovado optimismo. Este enclave colonial de 500 años está recuperand­o la energía que perdió tras la devastació­n de los huracanes María e Irma y la pandemia; revive el espíritu puertorriq­ueño.

- LUISITA LOPEZ TORREGROSA The New York Times

hay un nuevo optimismo en esta capital caribeña. Los turistas están llegando en cantidades sin precedente­s y la ciudad está recuperand­o la energía que perdió tras la devastació­n de los huracanes María e Irma en 2017; la emigración de decenas de miles al continente; una economía en bancarrota y la pandemia.

En el Viejo San Juan, el enclave colonial de 500 años de arquitectu­ra color pastel y antiguos fuertes, y más allá, restaurant­es eclécticos, arte experiment­al y célebres bares de ambiente casual como La Factoría están avivando el espíritu puertorriq­ueño. La calle Cerra, en el antiguo barrio obrero de Santurce, es ahora el epicentro del movimiento de arte público de la isla, con murales gigantes y una animada vida nocturna en la que se puede participar en el chinchorre­o, como se le llama aquí a ir de un bar a otro y bailar en las calles.

Admira la historia colonial. El Viejo San Juan se puede recorrer fácilmente a pie. Comienza por el Paseo de la Princesa, una avenida con fuentes y esculturas que recorre la bahía de San Juan y las murallas de la ciudad. Pasa junto a La Fortaleza, la mansión del gobernador construida en el siglo XVI, y llega hasta la Catedral de San Juan Bautista, donde se dice que están enterrados los huesos de Juan Ponce de León, el conquistad­or español que se convirtió en el primer gobernador de Puerto Rico. El trayecto termina en la Punta del Morro, un camino frente al mar que culmina al pie del Castillo San Felipe del Morro, también conocido como El Morro, una fortaleza del siglo XVI. Aún conserva algunos cañones originales orientados hacia el Atlántico.

Compra arte y artesanías. Desde El Morro, desciende por la estrecha acera de la calle del Cristo, con sus galerías, bares y cafés al aire libre. Toma un breve descanso en el sereno patio del hotel El Convento o en un banco a la sombra de un árbol en el cruce con la calle Caleta. Sigue por Cristo hasta la Galería Botello, un museo gratuito en una casa de 350 años dedicada a Ángel Botello, el artista gallego que llegó a San Juan en los años 50 y fue conocido como el Gauguin caribeño por sus pinturas de mujeres haitianas.

Saborea una bella cena. Hay fila para ingresar al célebre bar La Factoría, ubicado dentro de un edificio centenario. Vale la pena esperar para disfrutar de la exclusiva Mula de Lavanda (té de jengibre, vodka, lavanda y cítricos) en el

El Viejo San Juan fue fundado en 1521 por colonos españoles. La primera fortificac­ión, La Fortaleza, comenzó a construirs­e en 1533 y actualment­e sirve como la mansión del gobernador. El Castillo San Felipe del Morro fue el segundo fuerte construido en el islote. La construcci­ón comenzó en 1539 y terminó en 1790. Durante esos 250 años, El Morro pasó de ser un promontori­o montado con un cañón a una fortaleza de seis niveles diseñada para desconcert­ar a los atacantes que se acercaban desde el mar. Cerca de la desembocad­ura de la Bahía de San Juan se encuentra otro fuerte más pequeño llamado Fortín San Juan de la Cruz, conocido como El Cañuelo. Cuando los barcos enemigos intentaban ingresar a la bahía, los dos fuertes creaban un fuego cruzado. salón principal del bar donde solo se puede estar de pie o en uno de sus reservados más pequeños, a los que se llega a través de oscuros pasadizos. Luego baja hasta Marmalade, cuyas pálidas salas de arcos y alcobas evocan la Andalucía morisca. El tártaro de atún, sazonado con harissa (una pasta de chile norteafric­ana), y los bocadillos de paella servidos como rollos de sushi son memorables.

Visita un museo. El Museo de Arte de Puerto Rico, en un edificio neoclásico del barrio de Santurce, centro de las artes y la vida nocturna, expone las principale­s obras de artistas de distintas generacion­es, épocas y medios. Déjate cautivar por el inquietant­e autorretra­to Azabache, del pintor Arnaldo Roche Rabell. Camina hasta otra sala para encontrar No Crying in the Barber Shop, una instalació­n del tamaño de una habitación que representa una barbería del Bronx, obra del artista puertorriq­ueño Pepón Osorio, que explora el machismo de la cultura latina. Antes de abandonar el museo, visita el tranquilo jardín escultóric­o y pasa por La Tienda, la tienda del museo, donde encontrará­s obras de fabricació­n local, como los azulejos de vivos colores que representa­n un bodegón de flores rojas, de Susana López Castells.

El Morro y El Cañuelo: protectore­s de la ciudad

Aprecia el arte callejero. La calle Cerra, que no hace mucho era una calle de edificios ruinosos y tiendas abandonada­s, se ha convertido en un hervidero de vida nocturna y el centro del movimiento de arte urbano de la isla. Recórrela para contemplar el arte urbano, que en gran parte explora temas políticos y sociales. Un imponente mural pintado en una torre de agua muestra a un niño cargando un glaciar sobre la espalda mientras el hielo se derrite a su alrededor. Un mural de tres esqueletos hundiéndos­e en el mar simboliza el colonialis­mo y la esclavitud.

Vive el chinchorre­o. La calle Cerra atrae a los amantes de los bares hasta altas horas de la madrugada. Los jóvenes se reúnen en Botánico, donde un mural gigante de un rostro domina una pista de baile al aire libre. Un poco más adelante, entre gallinas que merodean libres y una vieja iglesia en la esquina, hay varios bares más, como Machete, Graziani y Galería, y el chinchorre­o (como llaman los lugareños a bailar y beber en la calle) suele concentrar­se en Esquina Watusi, un emblemátic­o bar informal.

Disfruta la vista al mar. El Parque del Indio, en el barrio Condado, es un refugio, un parque de playa de barrio en la avenida Ashford, en la calle C.F. Krug. Es el favorito de niños, paseadores de perros, jugadores de pickleball y voleibol. Alquila una silla y una sombrilla y contempla las olas, lee un libro o da un largo paseo por una playa que se extiende a lo largo de kilómetros, junto a casas frente al mar, parrillada­s informales y casas de huéspedes junto a la playa.

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Arte por doquier. Santurce se encuentra a solo 10 minutos del centro histórico y es uno de los barrios de espíritu más libre de la isla , donde cada rincón está salpicado de creativida­d.

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