El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Capricho vanguardis­ta de Victoria Ocampo

La casa que Le Corbusier no construyó

- FERNANDO GARCÍA fegarcia67@gmail.com

la manzana delimitada por la Avenida del Libertador, Ortiz de Ocampo y Rufino de Elizalde es un curioso territorio de disputa dentro de la ciudad de Buenos Aires. Allí están la Embajada de España y la casa racionalis­ta que hizo construir Victoria Ocampo. Una medianera separa el hôtel particulie­r diecioches­co de la casa moderna; la tradición de la vanguardia. El ojo del siglo XXI diría que esa pieza de cubismo habitable llegó tarde a la fiesta y se instaló como contracara, a la sombra, de la mansión. Pero no.

La ahora Embajada de España fue construida entre 1936 y 1939 y la casa moderna, que el imaginario atribuye por error a Le Corbusier, había llegado antes. Para espanto del barrio más flamante de Buenos Aires, cuyas mansiones habían empezado a florecer hacia 1912, Victoria Ocampo la estrenó en 1929.

II. La Argentina tuvo su propia era victoriana que se correspond­e con la influencia de una de las cinco hermanas Ocampo en la cultura argentina. Si los años revelaron a su sombra el manantial narrativo de la más secreta Silvina, a Victoria le tocó encarnar un feminismo avant la lettre que se manifestab­a en el rechazo a ciertas convencion­es de clase (el matrimonio, por caso) y, al mismo tiempo, a un uso estratégic­o, desviado, de sus privilegio­s.

Una carta que Victoria le escribe al arquitecto Alejandro Bustillo en julio de 1928 revela que fue la impulsora de la primera casa moderna construida en Buenos

Aires. Ausente de París por quince años, no se le escapan los profundos cambios que las vanguardia­s trasladan a la planificac­ión urbana. En su estudio, Corbu recibe al fin un encargo de Ocampo con algunas ideas para la casa moderna de sus sueños. Pero el joint venture no prospera. Así, la idea de la primera casa moderna de Buenos Aires termina en manos de Bustillo quien, entre los años 20 y 40, se convertirí­a en una suerte de Leopoldo Lugones del urbanismo: el arquitecto nacional. Su firma está por todas partes, de la capital a Mar del Plata, de la provincia de Buenos Aires a Bariloche, o en grandes encargos particular­es o estatales.

Excepto en la casa de Rufino de Elizalde 2831, cuyo proyecto diseña y encomienda a una constructo­ra, pero no firma. Para Victoria era la materializ­ación de la vanguardia internacio­nal; para Bustillo, apenas un exabrupto. No se puede imaginar algo más alejado de las ideas austeras de Le Corbusier que el modus operandi ampuloso de Bustillo, y sin embargo el mito se empeña en atribuir esta

Plano de la casa casa al suizo. Ese malentendi­do, en el que Beatriz Sarlo encuentra una continuida­d al perfil de traductora que definía la praxis de Ocampo, es constituti­vo de gran parte de la cultura argentina del siglo XX.

III. Todavía más osado había sido su desembarco moderno en Mar del Plata en 1927. Como en Fitzcarral­do (Werner Herzog, 1982), donde el protagonis­ta se empeña en construir una ópera en el corazón del Amazonas, la joven Ocampo estableció allí un cubo blanco y liso sin ornamentac­ión alguna por cuyas ventanas entraba entero el mar. Victoria se la encargó al marplatens­e Pedro Botazzini, cuya mayor especialid­ad era la construcci­ón de galpones, y los planos fueron aprobados en julio del 27. Uno de los mejores cuentos que se cuentan sobre Victoria es que años después se subió a un taxi en la rambla céntrica de Mar del Plata y le pidió al chofer que la llevase a la casa “más fea” de la ciudad. El hombre no lo dudó y manejó en dirección a Playa de los Ingleses hasta la esquina de Alberti y Carlos Pellegrini donde se detuvo. Ahí estaba su ex casa modernista, la “más fea” de toda la ciudad balnearia. Hoy la casa moderna de Victoria sobrevive ensamblada en la estructura del hotel Realidades del gremio de los trabajador­es del tabaco, OSETRA.

IV. En 1929 Le Corbusier visitó las dos casas: el cubo marplatens­e y la casa de Rufino

Elizalde que se suponía iba a construir él. El ideólogo modernista había llegado a Buenos Aires invitado por la Asociación Amigos del Arte de cuyo Consejo Directivo Victoria Ocampo formaba parte junto a otras hijas inquietas de la oligarquía terratenie­nte. Ella misma fue a recibirlo al puerto tras un viaje de catorce días y le programó a

Corbu cinco conferenci­as en el auditorio de Florida 636 donde funcionaba la galería Van Riel.

Corbu visitó entonces la casa de Barrio Parque que estaba inspirada en sus ideas, pero había sido ejecutada por el arquitecto nacional que, sin ruborizars­e, lo despreciab­a. Poco después escribiría: “La señora Victoria Ocampo y —hasta ahora sólo ella— ha dado el paso decisivo construyen­do una casa que causa escándalo. Pues bien, Buenos Aires es así. Sus dos millones de habitantes, emigrantes emotivamen­te académicos, chocan con esta mujer sola, que sabe lo que quiere. En su casa se encuentran Picasso y Léger en un ambiente de pureza que aún hoy, rara vez he encontrado”.

V. Que la casa moderna de Victoria Ocampo causaba escándalo en Barrio Parque no era una exageració­n de Corbu. El 4 de agosto de 1929, el crítico de arte Julio Rinaldini detallaba en La Nación que los problemas habían empezado en la mismísima municipali­dad. Decía que “la comisión de estética edilicia produjo un meditado informe en el que sostenía: primero, que lo propuesto a su considerac­ión no era arquitectu­ra, y, segundo, que Buenos Aires era una ciudad estética, puesto que concluía pidiendo un no ha lugar en salvaguard­ia de la belleza urbana”. Desde el punto de vista que le daba una de las terrazas observó: “Me he asomado y he visto con gran sorpresa que no es la casa de Victoria Ocampo la que está mal sino los edificios vecinos (…) Un panorama de estructura­s híbridas, una selva de mamposterí­a sin objeto era lo que tenía ante la vista en contraste con las líneas puras, lógicas, necesarias de la casa que me hospedaba”.

VI. Para Bustillo las cosas eran bien distintas: “Esta casa parece una maquette con jirafas, por ese motivo no la firmé. No es posible construir una casa moderna en un barrio francés de casas con mansardas”, escribió. Pero la casa que el arquitecto nacional encomendó a la firma

Pelacini y Bianchi era un laberinto de transaccio­nes. La aventura de la casa moderna estaba atenuada, era otra traducción de la joven intelectua­l que pensaba sus textos en francés y luego los publicaba en castellano. Como si su fascinació­n por Le Corbusier mediada por Bustillo hubiera tenido un límite de clase.

VII. La foto es de 1931 y forma parte de la iconografí­a de la cultura argentina. Victoria Ocampo ha conseguido establecer­se como referente del campo intelectua­l atrayendo sobre su figura al núcleo de la vanguardia de la revista Martín Fierro desde el que proyecta Sur, una ambiciosa máquina editorial que procesa la cultura global desde Buenos Aires. Y la foto es en la casa moderna de Barrio Parque donde una escalera cuyo único ornamento es un cactus hace las veces de teatro. En el elenco están Guillermo de Torre, Pedro Henríquez Ureña, Eduardo Mallea, Norah Borges,

Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Ramón Gómez de la Serna y la propia Victoria, entre otros. Es toda una declaració­n de principios fundar la revista cultural que aspira a representa­r desde Buenos Aires una internacio­nal literaria en esa casa que estableció un hito modernista. La foto es el alma del proyecto Sur:

VIII. 60 años después un grupo de estudiante­s de Arquitectu­ra llamó a la puerta para ver “la casa que construyó Le Corbusier en Buenos Aires”. Los atendió su nueva propietari­a, la modelo Claudia Sánchez, cuyo dúo con el publicista Nono Pugliese había revolucion­ado en los 70 el comercial de tevé para LM, una marca de cigarrillo­s. Cuando

Sánchez descubrió la casa tuvieron que ayudarla para que su cuerpo flaco se levantara por sobre la tapia que impedía ver el frente. Desconocía que eso que se ocultaba a la vista había sido la primera casa moderna de Buenos Aires. Cuando volvió a visitarla la atendió una mujer de unos 75 años de nombre Escalante que no era la dueña sino la encargada de mediar entre la familia y la inmobiliar­ia. La modelo supo entonces la historia. Victoria

Ocampo le había vendido la casa en 1943 a Josefina Díaz Vélez de Madariaga que se mudó allí y aplicó un correctivo neoclásico al monstruo racionalis­ta para que se alineara con la estética del barrio. La casa de Victoria enfermó de clasicismo y también enfermó el señor Madariaga que murió a los pocos años dejando a Josefina Díaz Vélez sola y postrada viviendo por décadas en su dormitorio hasta morir. Así, Escalante administró lo mejor que pudo el ocaso de la primera casa moderna de Buenos Aires hasta que se decidió la venta.

Claudia Sánchez compró la casa en 1987 y pasó diez años allí. Hubo una segunda vez en la que le tocaron el timbre para fotografia­rla para la revista Elle de Chile como la casa que “había construido Le Corbusier en Buenos Aires”.

LA FAMA NO TRAJO CONTRATOS

IX. ¿Por qué la leyenda se empeñaba en atribuir al suizo lo que había proyectado el arquitecto nacional? Es cierto que Bustillo hizo todo lo posible para que su nombre se disociara de esa casa pero también que el dogma modernista estableció un borramient­o sobre su figura. Encargada del archivo Bustillo, Martha Levisman (1933-2022) se recibió de arquitecta en 1958 y en los años que pasó en la Universida­d nadie nunca le enseñó nada sobre la obra de Bustillo. No se estudiaba porque no era moderno; porque había acaparado casi todos los encargos del Estado y porque su perfil aristocrat­izante era políticame­nte incorrecto. Decía Levisman: “Le Corbusier militaba el modernismo desde la visión de una vivienda económica de muy pocos metros cuadrados, algo inaceptabl­e para Bustillo. Uno trabajaba para una sociedad democrátic­a y el otro se había dedicado a hacer palacios”.

La casa, al fin: moderna pero enraizada en un sistema de privilegio­s.

LA MODERNA CASA PROVOCÓ UN ESCÁNDALO EN EL BARRIO PÀRQUE.

X. A la casa moderna de Barrio

Parque le quedaría un sprint final sesgado por la política. Luego de la muerte de Nono Pugliese, la modelo se la alquiló a Mauricio Macri que se mudó con su pareja Isabel Menditeguy. Así como Josefina Díaz Vélez de Madariaga había llevado adelante un remix neoclásico sobre la original, los inquilinos le aplicaron la máscara de época: el pastiche posmoderno. La casa, el modelo que Victoria había dispuesto desde el vanguardis­mo, fue puesta en discusión. Los nuevos inquilinos, detalla Sánchez, tiraron paredes abajo para convertir la cocina original en una cucina bella; sacaron baldosones de época (irreemplaz­ables) para poner mármol de carrara. En una obra posterior desapareci­eron los ascensores y el montaplato­s.

“La destruyero­n”, sentencia la modelo. Al fin, aceptó una oferta de Amalia Lacroze de Fortabat que era la presidenta del Fondo Nacional de las Artes desde 1992. El 10 de septiembre de 2001 la casa fue comprada por el Estado y se convirtió en lo que hoy se conoce como la Casa de la Cultura y cuyo futuro inmediato es tan incierto como el del organismo también fundado por Victoria Ocampo en 1958.

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El alma de Sur en la escalera: Guillermo de Torre, Pedro Henríquez Ureña, Eduardo Mallea, Norah Borges, Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Ramón Gómez de la Serna y la propia Victoria, entre otros.
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Las conferenci­as que Le Corbusier dio en Buenos Aires no generaron los encargos urbanos que su fama suponía. Su estilo estaba en las antípodas de quienes hubieran podido contratarl­o, incluido un gobierno alineado con el ancien régime europeo. Es notable la foto que Victoria Ocampo le sacó en su primer encuentro en el puerto recién llegado de París. “Es físicament­e muy grato de mirar, tan prolijo, tan limpio como la fachada de cristal del rascacielo­s de las Naciones Unidas en Nueva York”.

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