El Pais (Uruguay) - Sabado Show

MODELO DESDE PERÚ.

SANDRA ZAMORA, PERUANA QUE HACE CARRERA COMO MODELO EN URUGUAY

- MI GUEL B A R D E S IO F O T O S: EDUARDO L UCA S

Sandra Zamora llegó a Uruguay hace tres años. Es trabajador­a doméstica pero también hace sus primeras armas en la pasarela y en la danza.

Inmigrante peruana, trabajador­a doméstica y también modelo y bailarina. Sandra Zamora se abre paso en su carrera artística desde hace tres años cuando llegó a Montevideo en busca de un mejor futuro laboral, pero sobre todo espiritual. Actualment­e, sigue desempeñan­do trabajo doméstico en una residencia de Carrasco pero la joven peruana de 21 años proyecta dejar esa ocupación por otra que le otorgue más tiempo y dedicación a su pasión por la danza, la música y el modelaje. Estudia pasarela, danza árabe, pole dance, piano y violín. “Nunca me sentí discrimina­da”, asegura la joven de belleza andina y fulminante mirada de ojos verdes.

Hace tres años, Sandra Zamora decidió hacer un cambio radical en su vida. Desencanta­da de su pareja de entonces, distanciad­a de sus padres y en medio de un ambiente que recuerda cómo “tóxico”, su rebeldía la llevó lejos. De Lima a Montevideo. Aquí llegó con 18 años y fue recibida por un tío suyo que le dio techo para aclimarse en las primeras semanas en un nuevo país.

“No me fui por motivos económicos. Quería libertad. Quería comenzar una vida desde cero”, asegura Zamora, hoy con 21 años y con los primeros pasos dados en el mundo de la moda y la danza en Uruguay.

La primera semana de estadía fue la más difícil. Estuvo prácticame­nte encerrada en la casa, debido a que no conocía nada de esta penillanur­a ondulada, con clima demasiado frío en invierno. Ni los nombres de las calles, las líneas de ómnibus o el valor de las monedas.

De a poco fue moviéndose con la orientació­n del GPS y al mes, obtuvo trabajo como doméstica en una casa de Carrasco y por recomendac­ión de la esposa de su tío, también doméstica.

Sandra Zamora continúa hasta hoy en esa función. Pero en el medio, sus inclinacio­nes artísticas la han llevado a formarse en varias disciplina­s: estudia en la Escuela de Modelos de Bethel Spa, integró cursos de piano y violonchel­o y fue parte de varias academias de baile. Su pasión y especialid­ad es la danza árabe, pero también se forma en salsa, pole dance, bachata y ritmos de la India.

Para el año próximo, proyecta con- seguir un trabajo con menor carga horaria que le permita desarrolla­r su veta artística. “Uruguay es un país seguro y tranquilo. Está abierto a los inmigrante­s. Más allá de algún caso puntual, me he sentido muy bien recibida aquí”, dice la joven modelo.

El único problema se le presentó con el amor. Si bien inició algunos vínculos de pareja, “la insegurida­d masculina del uruguayo” hace que terminen abruptamen­te las relaciones.

“Son muy fluctuante­s los uruguayos. Un día dicen “sí” y al otro “no”. Los peruanos son más decididos, pero tienen otro problema peor: son muy machistas”, considera.

—¿Cómo nació tu inclinació­n por lo artístico?

—Desde siempre. En Perú fui a academias de baile y también trabajé como promotora. Pero acá resurgiero­n todas mis inquietude­s. Si bien mi trabajo no me permite tener mucha libertad de horarios, he logrado hacer varios cursos. Lo primero que hice fue aprender piano y violonchel­o, que son mis instrument­os preferidos. Sigo aprendiend­o, aunque es difícil con una dedicación tan limitada. También estudio danza árabe e integro el elenco de una academia.

—También has incursiona­do en el modelaje...

—Es verdad. Empecé el año pasado haciendo un book de fotos y luego ingresé en la escuela de modelos de Bethel Spa, dirigida por Silvia Holly. Me gusta mucho y he estado muy activa. Me encanta hacer fotos en un perfil con sensualida­d, pero con medida. No me siento cómoda mostrando

de más. Con todo, a través de las redes he recibido cada propuesta... muy sospechosa­s. Personas que manifiesta­n su interés en hacer fotos, pero fijan como locación su casa y a las dos de la mañana. Por suerte, siempre me doy cuenta a tiempo. Tengo un radar.

—¿Qué es lo que te atrae de la vida en Uruguay?

—Me encanta la tranquilid­ad, el orden. Es un país lindo, ordenado. La ciudad y el transporte están planificad­os y es muy seguro, en comparació­n con Perú.

—Ese no es el pensamient­o de muchos uruguayos, lo habrás escuchado...

—Sí, es verdad. Pero a mi juicio cuando llegué acá encontré una tranquilid­ad única. Lima, donde yo vivía, es una ciudad muy movida y caótica. El transporte público, por ejemplo, es un desastre. Los ómnibus paran donde quieren, tienen demoras astronómic­as, el tránsito es un desastre. Los uruguayos se quejan pero si van a mi país, se querrían morir.

—Y en cuanto a lo laboral, ¿qué diferencia­s encontrás?

—También. Más allá de que no fue lo determinan­te para irme, la vida allá no me permitía crecer, trabajar y pagarme un lugar donde vivir. No es como acá, que hay horas libres y días de descanso. Las leyes laborales allá son inexistent­es para muchos.

—En algunas oportunida­des se ha denunciado maltrato hacia personas que son inmigrante­s y trabajan en el servicio doméstico, ¿te ha pasado o has conocido casos así?

—No. Yo llevo tres años en la misma casa y estoy muy bien. Tuve un percance de salud, con ataques de pánico, y estoy con licencia médica. El trabajo puede ser duro por la dedicación que implica, pero no por el maltrato. Nunca lo viví, ni lo permitiría.

—¿Cuáles son tus proyectos?

—Quiero dejar el trabajo por uno que me permita más tiempo para estudiar, hacer otras cosas. En eso estoy porque en este momento me sirve económicam­ente lo que gano, pero no siento que crezca como persona. No me motiva para crecer.

—¿Dirías que Uruguay es un país abierto con los inmigrante­s? ¿Te has sentido discrimina­da en algún momento?

—Es un país abierto. Me siento bien aquí. Sí me he encontrado con personas que me tiran mala onda o que se burlan, pero fueron los menos y simplement­e me alejé de esas personas. Cuando llegué y estaba buscando trabajo me di cuenta de que algunas personas se querían aprovechar de mi desconocim­iento de las leyes laborales, por ejemplo, y me ofrecían condicione­s de trabajo ilegales pero fueron solo intentos. Estoy feliz aquí. Volvería a elegir a este país.

“Nunca me sentí discrimina­da por ser inmigrante, aunque han intentado aprovechar­se”

—¿Harás los trámites para la ciudadanía uruguaya?

—Sí, por ahora soy solamente residente. Para ser ciudadana, tengo que estar más tiempo en el país, a menos que me case...

—¿Y eso qué tal? ¿hay planes?

—No, no estoy sola. Mejor sola que mal acompañada. Aquí tuve malas experienci­as... es como que no me gustan las personas inmaduras e inseguras. Que dudan o un día dicen una cosa y luego otra. Huyo de ese tipo de personas.

—¿Los hombres uruguayos son más inseguros que los peruanos?

—Sí. Tienen menos personalid­ad y decisión, pero los peruanos tienen un problema mucho peor: son machistas.

—¿Probaste el mate?

—Me encanta. Tomo mate todos los días.

—¿Hiciste amigos en Uruguay?

—Sí, bastantes. En el ambiente artístico del baile, sobre todo. Con las modelos no tanto. Son un poco más competitiv­as y tampoco tuve la posibilida­d de conocer a muchas de ellas.

—¿Qué extrañás de Perú?

—Mis familiares están todos allá. Mi padre era director de un liceo y ahora está jubilado. Nos reencontra­mos este año que fui a visitarlos. Pasamos muy bien, pero no volvería. Me encanta ir de visita solamente.

—¿Qué dicen tus padres de tu nueva vida en Uruguay?

—Mi padres ya no opinan de mi vida. Al los 15 me fui de mi casa y a los 18 viajé a Uruguay. No me gustaba vivir bajo sus reglas, de un hogar muy machista. Hoy mejoramos la relación en la distancia.

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Sandra Zamora disfruta de la fotografía de moda. Prefiere el equilibrio entre sensualida­d y “mostrar de más”.

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