Hacen como que
Eduy21 fijó un plan de reforma general y sumó una dimensión de legitimación clave: un amplio horizonte de partidos y actores que logró consensos muy valorados por nuestra cultura cívica.
Desde ese lugar, Eduy21 extiende un pundonoroso velo de discreción sobre los gravísimos fracasos educativos del Frente Amplio en sus tres gobiernos. Y desde ese lugar también, apuesta a imponerse como un actor ineludible del futuro cambio, sea quien fuere quien gane las elecciones de 2019.
Del lado de los partidos de oposición hay quienes creen que esta estrategia tiene lógica. Intentan evitar que el FA impida cualquier ademán reformista si pierde las próximas elecciones, al comprometer en este plan de Eduy21 a actores notorios de la izquierda que no podrán luego hacerse los nunca vistos. Del lado frenteamplista que participa en Eduy21, se trata de movilizar a actores políticos y sociales, y en general a toda la opinión, de forma de modificar la izquierda voluntad que, dentro y fuera de la coalición, impide cualquier cambio de envergadura.
Así las cosas, todos hacen como que. Por un lado, la oposición hace como que el Frente Amplio no tuviera responsabilidades en el descalabro actual; hace como que los Mir y los Filgueira no fueran ya un rotundo fracaso político; y hace como que fuera a ser eficiente una iniciativa como esta para doblegar, disciplinar o sumar a la izquierda más radical en un afán reformista como el que plantea Eduy21. Por otro lado, los frenteamplistas de Eduy21 hacen como que ellos no tuvieron nada que ver en el marasmo actual; hacen como que los consensos con blancos y colorados fueran importantes para vencer a la izquierda radical; y hacen como que serían capaces de desalinearse del FA y, por ejemplo, colaborar con los blancos si ganaran las elecciones.
Es un patético juego de máscaras. Sincerémonos todos: ¿qué realidad podrá tener el plan Eduy21 en un FA con amplia mayoría interna del MPP como seguramente ocurrirá en 2019? Muy marginal. Y la oposición, que aspira a ser gobierno: ¿en serio cree que participando de un Libro Abierto, que ni siquiera pudo llamarse “blanco” para no herir izquierdas y tontas susceptibilidades, con figuras electoralmente decorativas del FA, evitará por ejemplo una duradera huelga de Fenapes al día siguiente de implementar cualquier reforma profunda?
Nadie llama a las cosas por su nombre. Infelizmente, son todos devotos del portentoso mito del consenso idílico, aun cuando ya hace al menos 25 años que todos sabemos que hay actores claves de la izquierda política y sindical más radical que no están dispuestos a negociar ningún cambio de fondo y a quienes la educación de las clases medias y populares les importa francamente un comino. Además, todos hacen como que están urgidos pero en realidad no rompen con la desidia izquierdista de siempre: a ocho años del “educación, educación, educación” de Mujica, un horizonte reformista de Eduy21 plantea seis años más para lograr el insólitamente escuálido objetivo de que cuatro de cada diez centros educativos sean de tiempo extendido.
Basta de hacer como que. Espabile: ya estamos en el horno. Lo que se precisa es conducción decidida, determinación y coraje para avanzar, duela a quien le duela dentro del FA y muy a pesar de la izquierda sindical.
Nadie llama a las cosas por su nombre: son todos devotos del mito del consenso idílico,