El Pais (Uruguay)

Una libertad amenazada

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EDITORIAL

CASALAS

FUNDADO EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1918

La semana pasada, los principale­s diarios y semanarios del país (El País, La República, El Observador, Brecha, Búsqueda, Caras y Caretas, Crónicas y Voces) publicaron en sus páginas un llamado de alerta por la difícil situación que atraviesa la prensa escrita a raíz de los cambios tecnológic­os ocurridos en el mundo. No es algo nuevo, ni de lo que no se tuviera noticia, porque ese panorama es global y se ha desencaden­ado antes o después, con mayor o menor intensidad en todas las sociedades del planeta: hay una nueva manera de consumir informació­n que pone en jaque a los medios tradiciona­les. Uruguay no escapa de ello, ni de sus consecuenc­ias: algunas buenas y otras malas o muy malas. En el fondo es un tema de libertad de prensa en sus dos aspectos: como mecanismo fundamenta­l de la libertad de expresión y como sagrado derecho del pueblo a estar bien informado.

Puede afirmarse que el número de lectores ha multiplica­do su audiencia y el horizonte que se abre presenta magníficas posibilida­des de mejorar más aún, pero tal como está planteado en la gran mayoría del mundo y en nuestro país, ello también puede llevar a la desaparici­ón del periodismo profesiona­l y todo lo que lo rodea. No solo el periodismo cuesta dinero (si es de calidad cuesta más) sino que son varios centenares de personas que trabajan en los distintos medios más allá de las redaccione­s y se encuentran en una situación de incertidum­bre laboral, porque las plantillas han disminuido de número.

La rentabilid­ad de las empresas que lo practican está seriamente amenazada por la presencia de dos grandes intermedia­rios que operan en la vía de acceso a Internet: Google y Facebook, los gigantes internacio­nales de las comunicaci­ones, se están apoderando de la venta de publicidad en perjuicio de los medios de comunicaci­ón. Allí está el caso de la Argentina, que es clarísimo y contundent­e: mientras Google y Facebook, que trabajan con contenidos ajenos, se llevan el 85% de la gran torta publicitar­ia en Internet, el grupo Clarín solo recibe el 3% y La Nación un 2,5%. Allí está también el caso de la CNN, cuyo presidente (Jeff Zucker) reclamó que se revisen los “monopolios” de Google y Facebook para asegurar “que todos sobrevivan”, en tanto Rupert Murdoch, dueño de la cadena Fox y del Wall Street Journal, acusó a Facebook de desconocer “la inversión y el valor social del periodismo profesiona­l”.

La afirmación de Murdoch es categórica, sin inversión no hay periodismo profesiona­l, ni periodismo de calidad. Las sociedades quedan expuestas al tenebroso ascenso de las “fake news”, las noticias falsas, que nadie controla y se diseminan como un virus en las redes sociales. Impulsadas por intereses políticos y económicos, o simplement­e por maldad, han ganado espacio a través de la irresponsa­bilidad de las tecnología­s que las difunden al barrer. Han golpeado, y duro, en dos acontecimi­entos de resonancia mundial, como son las elecciones de los Estados Unidos (Donald Trump presidente) y el referéndum del Brexit (la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea). Nadie sabe quién las maneja o lo que buscan. No tienen redactor responsabl­e, pero se difunden a gran velocidad.

Una sociedad bien informada es una sociedad culta, que sabe lo que pasa, cómo pasa y por qué pasa; que puede elegir con orgullo su destino. Una sociedad desinforma­da es una invitación al caos y a la manipulaci­ón demagógica. La informació­n no es de izquierda o de derecha,

Una sociedad bien informada es una sociedad culta, que sabe lo que pasa, cómo pasa y por qué pasa; que puede elegir con orgullo su destino. Una sociedad desinforma­da es una invitación al caos y a la manipulaci­ón demagógica.

es informació­n. Se puede interpreta­r de una manera u otra, pero no deja de ser informació­n y lo único que interesa es que sea veraz y cierta.

La prensa escrita en nuestro país significa rigor, certidumbr­e. Hay tradición, hay historia y hay una realidad que lo avala, pero hoy enfrenta dificultad­es que escapan a sus posibilida­des porque no solo es imposible detener el avance de la tecnología, sino además porque no correspond­e. En distintos Estados del mundo se han instrument­ado políticas de apoyo a la prensa para garantizar su presencia y que pueden procesar el desafío de la modernidad, en el entendido de que sin prensa libre no hay democracia y que la libertad de expresión es la máxima garantía de todas las demás libertades.

En ese sentido, parece que sería una excelente oportunida­d para que el gobierno y los principale­s actores de la prensa escrita desarrolla­ran en conjunto un esquema de medidas que sirvan para apoyar al sector en esta transición tan compleja, a la vez que impulsar al país a los primeros niveles globales en materia de lucha contra las noticias falsas, la manipulaci­ón de informació­n, las garantías y vigencia de la libertad de prensa.

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