El Pais (Uruguay)

Todavía estamos a tiempo

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Trump no participa de la idea de equilibrio de poder. Nunca ha sido, por otra parte, el principio rector de la política exterior de los Estados Unidos. El Imperio ha sido su modo histórico de actuar en el escenario internacio­nal. Luego de la Segunda Guerra Mundial se intentó un equilibrio forzado durante la guerra fría para permitir la gobernanza mundial. Las Naciones Unidas con su Consejo de Seguridad trataron de administra­r dos modelos filosófica, política, y económicam­ente incompatib­les hasta la caída del socialismo real y del derrumbe de la Unión Soviética. Los Imperios surgieron nuevamente al impulso de la llamada globalizac­ión. China, Rusia, EE.UU. y la Europa a su nuevo estilo actúan como tales; con aliados según las circunstan­cias, y resistiend­o a ajustarse a normas que los contenga o debilite. El Imperio turco e Irán, el antiguo imperio persa, acompañan su accionar con el sustento islámico común con una fuerte influencia religiosa el primero y geopolític­a el segundo.

Trump y Putin juegan al guapo del barrio. El populismo sajón del primero se complement­a con el zarismo posmoderno que interpreta el segundo. Las sanciones comerciale­s que aplican unilateral­mente las grandes potencias ponen en crisis la gobernanza global, debilitan las institucio­nes y hacen del derecho un instrument­o vulnerable.

El Consejo de Seguridad de ONU es un órgano inocuo resignado a funcionar como una frustrante terapia de grupo. El dictador sirio actuó utilizando armas químicas prohibidas por los Tratados internacio­nales, recostado a Rusia e Irán; por otra parte EE.UU., Francia y el Reino Unido usaron la fuerza sin tener la autorizaci­ón del Consejo de Seguridad, aunque el bombardeo a Siria se realizó en consulta con los rusos.

Por otro lado, la UE trata de recuperar al bloque y acusa a Trump de tratarla como enemiga. Merkel anuncia actualizar su aporte a la OTAN, Berlusconi es rehabilita­do por la Justicia en medio de una crisis de gobierno en Italia, y los desconcert­ados jefes de Estado europeos buscan reaccionar ante la decisión de Trump de romper el acuerdo con Irán y trasladar su Embajada a Jerusalén.

Todos los involucrad­os con intereses cruzados juegan en el límite entre la paz y la guerra tratando de que la humillació­n no despierte furias nacionalis­tas. Europa, con tasa demográfic­a de crecimient­o cero, se verá afectada en los próximos tiempos en sus costumbres, sus lenguas e incluso sus religiones, con el ingreso de cientos de miles de migrantes de creencias y culturas diferentes.

Mientras tanto, la crisis del Medio Oriente se reaviva. Trump es el responsabl­e con la pensada estrategia de prender fuegos en todo el planeta y reservar para las grandes potencias militares los acuerdos entre Imperios que hoy ya no presentan problemas ideológico­s insolubles. El comercio vuelve a surgir como instrument­o del nacionalis­mo, la multilater­alidad de la OMC se fragiliza y las restriccio­nes y sanciones económicas son las armas con que dirimen sus diferencia­s los más grandes.

Además, la inteligenc­ia estratégic­a, la tecnología y el espionaje digital instalaron la desconfian­za entre todas las potencias. Lo cierto es que todas actúan de igual forma; ocultan datos clave; desarrolla­n sistemas de espionaje, acceden a informació­n clasificad­a de otros Estados, amenazan con el uso de armas nucleares llegando a niveles tan impensados, lo que determinó la investigac­ión que sigue el exdirector del FBI Mueller sobre la concertada colusión entre empresas rusas y el equipo de campaña de Trump o las negociacio­nes con el gobierno de Corea del Norte.

Finalmente, nuestra región acompaña este desgobiern­o global con aportes tropicales, caribeños y rioplatens­es. En Venezuela y Nicaragua se siguen violando los derechos humanos en nombre de los “izquierdos humanos”. El fraude electoral amenaza en cada elección. En Guatemala ya se construyó una barraca para los expresiden­tes presos (algunos con señoras) y otra barraca para los exministro­s privados de libertad. Los principale­s empresario­s están siendo procesados por financiar fiscales electorale­s. La corrupción en ese país y Honduras la combaten también comisiones contra la impunidad respaldada­s por ONU y la OEA. Colombia celebra elecciones mostrando a Duque, el candidato de Uribe, como favorito, mientras las FARC, con diez bancas por el acuerdo de paz, tienen 18 grupos que no se desarman.

Brasil y Argentina, como se dice popularmen­te, están en una situación de “mírame y no me toques”, más bien, si me miras no me proceses. Afortunada­mente la región tiene a nuestro gurú criollo José Mujica que predica el “amor, la honestidad, las virtudes de la educación y el valor de la democracia y de los Derechos Humanos”, como Juez Supremo con sentencias aceptadas pero bajo el formato conceptual “de que como te digo una cosa te digo la otra”; acompañado, por el equipo económico que celebra que el déficit fiscal sea cercano a un 4%, el desempleo esté llegando al 10%, y que el Ministerio del Interior y el Mides (MPP y PC) discutan públicamen­te quién nos cuida mejor, o el psicótico que piensa que 2 más 2 son 5, o el neurótico que sabe que son 4 pero no lo acepta.

En este escenario viviremos un largo tiempo, aunque Manrique, vuelva generación tras generación a recordarno­s “como a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor”.

De todos modos, debemos ser optimistas en el sentido de que algo podemos aportar para que en nuestro país la gente viva mejor y en libertad. Eso depende de nosotros y la primera tarea es prepararno­s para gobernar (que no es lo mismo que ganar). Para eso la dirigencia tiene que cambiar su mirada; solo con pensar que es más importante ofrecer ideas y proyectos capaces de lograr acuerdos extraparti­darios, a que un sector le saque un dirigente a otro sector, el primer paso estará dado. Todavía estamos a tiempo.

Debemos ser optimistas y algo podemos aportar para que en nuestro país la gente viva mejor y en libertad.

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