El Pais (Uruguay)

“Me pasé la vida observándo­nos”

- FERNÁN CISNERO, XCARET

El argentino estuvo en Xcaret en la Riviera Maya en los premios Platino que lo tenían nominado como mejor actor de serie. Era por

(se puede ver en NSNOW y Flow) que lo muestra en un personaje diferente. Con El País habló de eso y de su larga carrera.

—Ya pasaron 44 años del estreno de La Tregua, la adaptación de Mario Benedetti que dirigió Sergio Renán y que estuvo nominada a un Oscar. ¿Qué recuerda de su rodaje? —Fue muy lindo. Y además fue una etapa muy particular en mi vida y en la profesión. Se dio la coincidenc­ia que yo había estado trabajando con Sergio en las grandes novelas de la televisión y después se dio esto. Y un viernes terminé de filmar La Patagonia rebelde y el lunes empezó el rodaje de La Tregua.

—¡Qué año 1974 para usted! —Y con dos personajes tan distintos. La tregua es una película extraordin­aria. Y es bueno recordar algunas cosas que pasaron con ella. Por ejemplo que no la querían estrenar y terminó en cines de segunda categoría de la calle Lavalle porque al elenco no lo conocía nadie y terminó siendo el mayor elenco de la historia argentina. Y además la veían tan dramática que a quién le iba a interesar. Y después hizo todo el camino que hizo. —¿Cómo pasó de una película como La Patagonia rebelde a meterse en su personaje de la película de Renán?

—Ese es el oficio. A mí el conservato­rio me ayudó mucho a mejorar mi instrument­o. Hay que formarse y yo he tenido grandes maestros a pesar de que las condicione­s uno las trae. Eso es lo lindo del oficio. Tengo el mejor recuerdo de esa película.

—Y desde entonces, es como que no ha parado de trabajar. —Y eso que he tenido paréntesis importante­s. Por ejemplo cuando estuve en la lista negra de la dictadura que me tuvo casi ocho años sin filmar. Y entre 2003 y 2017 se hicieron más de 2.000 películas y yo, con suerte, hice cuatro. No estaba en tipo por lo visto. —¿Por qué pasó eso?

—Por la política, claro. Los directores no me pedían. Y de esas cuatro que hice, una es la segunda parte de Esperando la carroza que fue horrible.

—¡No le gustó nada!

—El proyecto era una especie de beca que le dieron a un amigo del gobierno que, a su vez, eligió a un amigo personal para dirigirla, algo que nunca había hecho en su vida. Y era, nada menos, que la segunda parte de un clásico. Un disparate.

—¿Cómo le llegó para Esculapio?

—A través de Bruno Stagnaro, el director. Leí la sinopsis y me interesó mucho la serie porque además tenía la oportunida­d de hacer un papel distinto a los que había hecho. Era una historia de otras caracterís­ticas y no era una comedia, transcurrí­a en un mundo oscuro. Me pareció muy interesant­e. Un gallo —Pensaba en aquel cine iberoameri­cano de hace 30 años y hoy estamos charlando aquí entre los despliegue­s de los premios Platino. Ha cambiado bastante el mundo del cine de la región.

—A mí me parece que esto está muy bien porque debiéramos recuperar lo que pasaba, al menos en el sur, que era poder ver cine de todo el mundo. Antes sabíamos quiénes eran los actores mexicanos y ellos sabían quiénes éramos nosotros. Así que me gustaría que las buenas películas que se hacen en Uruguay y otras que se están rodando en Paraguay se den en los circuitos importante­s. En Argentina en los años menemistas se vendieron los cines que eran de dueños argentinos y ahora son de norteameri­canos. Y el negocio les sale redondo: tienen la producción, la distribuci­ón y la exhibición.

—Usted ha representa­do en su carrera a varios típicos personajes argentinos... —Me pasé la vida observándo­nos. De 1971 a la fecha debo haber hecho 35, 38 espectácul­os de teatro y solo cuatro eran de autores extranjero­s. Es la gente que mejor conozco y que mejor puedo hacer.

—Es inevitable hablar de política con usted.

—Tengo muchas esperanzas: se va a producir un cambio que se va a consolidar el año que viene con la reelección de Cambiemos. Se van a ganar tres o cuatro provincias más lo que va a crear otra paridad en las cámaras legislativ­as que permitirá discutir las cosas y terminar la prepotenci­a y el espectácul­o dantesco de corrupción que ofrecieron durante la presidenci­a de Menem y los Kirchner.

“La segunda parte de Esperando la carroza fue horrible, un disparate”.

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