ENTRE SEDA Y UNA TIARA CON HISTORIA
El vestido que lució Meghan Markle es obra de la diseñadora Clare Waight Keller, una británica que en 2017 se convirtió en la primera mujer directora artística de la casa fundada en 1952 por Hubert de Givenchy. También ha trabajado para Pringle of Scotland, Gucci, Ralph Lauren y Calvin Klein. Conoció a Markle, apasionada por la moda, a principios de este año y ambas trabajaron juntas en el traje de novia.
El cuello de barco descubre ligeramente los hombros y realza la cintura ceñida del vestido, que ensalza la esbelta figura de la novia. La forma se logra con solo seis costuras, y el vestido fluye hacia una cola discreta, por encima de una enagua de triple organza de seda. Las mangas son ajustadas y tres cuartos. Está confeccionado en cady de seda doble de color blanco, que le da un aspecto mate. El verlo, hecho de tul de seda y delicadamente bordado a mano con hilo de seda y organza, el velo tiene cinco metros de largo y tuvo que ser llevado por dos pajes a la llegada de la novia a la iglesia. Las flores bordadas en los extremos representan los 53 países de la Commonwealth. La novia agregó dos flores de su elección, un calicanto del Japón, que crece en el jardín del palacio de Kensington donde vivirá con su marido, y una amapola de California, la flor oficial del estado norteamericano del que es originaria. Los bordados necesitaron cientos de horas de trabajo, durante las cuales los expertos se lavaban las manos cada media hora para mantener el tul y los hilos de un blanco prístino.
El velo estaba sujeto por una tiara de diamantes que perteneció a la reina María, abuela de Isabel II.
También de Givenchy y a juego con el vestido, eran de salón y recubiertos de satén de seda duquesa. (Fuente: AFP)