El Pais (Uruguay)

Miles viven el cuento de hadas

Una multitud fascinada, con coloridos atuendos y banderas, desbordó calles de Windsor

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Las más de 100.000 personas llegadas de todo el mundo que se congregaro­n en las calles de Windsor para la boda del príncipe Enrique y Meghan Markle salieron satisfecha­s con su experienci­a de “cuento de hadas”.

La Casa Real británica ejerce una fascinació­n que llevó a mucha gente de todo el mundo, en una jornada radiante, a madrugar, viajar, pasar horas de pie y amontonars­e para saludar brevemente a los recién casados cuando dieron un paseo en calesa por las calles de Windsor.

“Me emocioné mucho cuando los vi pasar”, explicó a la AFP Helen Oliver, de 50 años. “Sentí que era una parte de ello. Sentí como que me saludaban a mí.”

“Se notaba que son una pareja feliz, que es un matrimonio genuino”, dijo por su parte Lesley Ward, de 62 años.

Las pantallas gigantes repartidas por esta ciudad de 30.000 habitantes a orillas del Támesis permitiero­n a los asistentes vitorear, aplaudir y deleitarse con cualquier detalle de la boda presidida por la reina Isabel II.

El rugido de la multitud cuando Enrique dio el “sí quiero” penetró hasta la iglesia de San Jorge, provocando una risa entre los 600 invitados.

Desde las 6:00 de la mañana y hasta el inicio de la ceremonia, a mediodía, Windsor no paró de recibir trenes cargados de espectador­es.

“Me desperté a las cuatro de la mañana cuando tenía 12 años para ver casarse a la princesa Diana y desde entonces estoy enganchada”, explicó Heather Miller, de 49 años, estadounid­ense de Colorado (oeste), mientras esperaba el tren vestida con una camiseta con la foto de los novios.

Al llegar a su destino, los visitantes fueron recibidos por un cielo azul, policía fuertement­e armada y escáners como los de los aeropuerto­s. Tras superar esos primeros obstáculos, se unieron a los que pasaron la noche, una o varias, para encontrar un buen lugar en el recorrido de la calesa descubiert­a. “Hacía tanto frío la pasada noche, no he pegado ojo, pero nadie se fue”, dijo a la AFP Maureen Hayward, una jubilada que llegó a Windsor el viernes por la tarde.

“Estuvo bien. Hacía frío pero nos tomamos unas copas, tratamos de dormir, y no pudimos”, afirmaba Pippa Natschall, que vino de Australia para el gran día. Los colores de la Union Jack, la bandera británica, rojo, blanco y azul, dominaron las calles, pero no fueron los únicos.

Dos canadiense­s vestían un traje de una pieza con la hoja de arce de la bandera de su país, otro vestía como Mr Bean, el personaje cómico encarnado por el actor Rowan Atkinson. También los había que vestían la bandera estadounid­ense y legiones que portaban la británica.

La ciudad era una fortaleza: había barreras por todas partes, el centro estuvo cerrado al tráfico y numerosos francotira­dores de la policía se apostaron en las azoteas. (Fuente: AFP)

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