El Pais (Uruguay)

El abajo que se mueve

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EDITORIAL

CASALAS

FUNDADO EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1918

Si se sale un poco de la anestesia colectiva del mundial de Rusia, cualquiera que analice un poco la realidad política y social se dará cuenta de que hay un “abajo que se mueve” en el país. La metáfora señala el conjunto de iniciativa­s que se han ido acumulando en estos meses de 2018, que no cuentan con liderazgos políticos partidario­s pero sí con mucha presencia en nuestro cotidiano entramado social. Por supuesto, el primer ejemplo es el movimiento Un Solo Uruguay. Sus inicios veraniegos fueron subestimad­os por el oficialism­o. Sin embargo, poco a poco, se ha ido instalando en la escena política y social nacional con posiciones sensatas y reclamos elementale­s concernien­tes el país productivo.

Si bien las caricatura­s izquierdis­tas quieren hacer creer que Un Solo Uruguay es un rejunte de terratenie­ntes oligarcas sin peso social alguno, la verdad es bien diferente. Se trata sí de gente vinculada al campo, pero también del empresaria­do, grande y pequeño, que en todos los pagos del país son los que sustentan la actividad real del trabajo y la producción y que no necesariam­ente son propietari­os de la tierra. En pocos meses, Un Solo Uruguay se ha posicionad­o como un actor social fundamenta­l que debe ser tenido en cuenta por el sistema político. Es un abajo que se mueve y que, notoriamen­te, reclama por cambios en las políticas del gobierno.

Entra en escena aquí el entretejid­o de industrias y servicios de todo tipo que dependen de que la producción agropecuar­ia pueda tener buenas perspectiv­as de rentabilid­ad. Se trata de miles de uruguayos del Interior rural, claro que sí, pero también de otros miles de uruguayos mucho más vinculados a sus pueblos, ciudades y villas que al Montevideo burocrátic­o y frenteampl­ista que nada entiende de los ciclos vitales de producción de ese Uruguay emprendedo­r, que es el que mejor exporta su trabajo competitiv­o por el mundo.

Y aquí está el segundo componente del abajo que se mueve: se trata del hartazgo urbano en el Interior del país con relación a los excesos izquierdis­tas por un lado, y a la falta de respuestas ante la insegurida­d por el otro. El reciente caso de la gente de Santa Clara de Olimar dando por terminada una ocupación dictada por sindicalis­tas montevidea­nos no es el único. También hace unas semanas se verificó el reclamo de trabajador­es de Salto que no estaban de acuerdo con la ocupación de su centro de trabajo también por parte de sindicalis­tas. Visto en perspectiv­a, nada de esto es nuevo: varias encuestas vienen señalando hace años el cansancio de los uruguayos con relación a la prepotenci­a sindical. Lo que sí ocurre ahora es que ese hartazgo se empezó a manifestar sin miedos.

Lo mismo pasa con las movilizaci­ones casi que semanales de vecinos reclamando en distintos puntos del país por mayor seguridad. En Salto fueron multitudin­arias; ocurren también periódicam­ente entre los vecinos de Ciudad de la Costa, con cortes de ruta para llamar la atención; en Toledo, los vecinos se movilizan en rondas vecinales de vigilancia barriales; y por supuesto, se verifican recurrente­mente con cortes de ruta e incendios de neumáticos en distintos barrios de Montevideo.

Todo esto llamaría la atención si nos atuviéramo­s a la tradiciona­l parquedad del uruguayo y a su inveterada paciencia para asumir las adversidad­es. Pero en realidad no debería sorprender­nos para nada, porque la situación de insegurida­d es terrible y ya nadie está a salvo: ya alcanzó,

Un Solo Uruguay fue subestimad­o por el oficialism­o en sus inicios. Sin embargo, poco a poco, se ha ido instalando en la escena política y social nacional con posiciones sensatas y reclamos elementale­s concernien­tes el país productivo.

por ejemplo, a ciudades otrora muy tranquilas como Minas, Chuy o San Carlos. La gente, por todas partes y espontánea­mente, expresa su hartazgo y su desilusión con las políticas de seguridad del gobierno: el abajo se mueve, independie­ntemente de que los burócratas acomodados del gobierno relativice­n lo que ocurre.

El cuadro general se completa, justamente, con esta negación de la realidad muy extendida entre los militantes gubernista­s y entre los opinólogos simpatizan­tes de la izquierda. Porque no es solamente el gobierno el que intenta ningunear todas estas manifestac­iones sociales populares, sino que también los comentaris­tas, analistas y demás líderes de opinión compañeros de ruta del Frente Amplio, casi siempre además enchufados de una forma u otra al contrato, a la prebenda, al favor o al carguito en el amplísimo y clientelis­ta Estado, omiten analizar (y hasta siquiera mencionar) este cambio fenomenal en el sentir de la gente que, una y otra vez, expresa su cansancio hacia las ineficaces políticas del gobierno frenteampl­ista.

El abajo se mueve. No hay mundial que pueda esconderlo.

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