El Pais (Uruguay)

Madre al borde de un ataque de nervios

Se estrena Tully con la oscarizada actriz sudafrican­a

- KATHRYN SHATTUCK, THE NEW YORK TIMES

Para Charlize Theron, actuar significa ir más allá del guión. Y no la atemoriza subvertir las nociones tradiciona­les de belleza para entrar en personaje: usar maquillaje deformante y dientes podridos para interpreta­r a la asesina en serie Aileen Wuornos en Monster, asesina en serie (y ganar un Oscar); mostrar musculatur­a y afeitarse la cabeza para ser Furiosa, la guerrera manca en Mad Max: Furia en el camino; y ponerle tanta pasión a un combate mano a mano durante el rodaje de Atómica como para terminar lastimándo­se las costillas y con los dientes rotos.

Así que no estuvo dispuesta a ponerse un disfraz que la engordara para Tully, su segunda colaboraci­ón con el director Jason Reitman y la guionista Diablo Cody.

Para la película, que se estrena hoy en Uruguay, Theron aumentó cerca de 25 kilos para ser Marlo, una agobiada madre de tres (incluyendo un bebé) que, sin mucho entusiasmo acepta el regalo de su hermano millonario de una niñera nocturna, Tully (Mackenzie Davis).

Pero fue la experienci­a de Theron con sus hijos adoptados —un varón, Jackson, de seis años, y una nena, August, de dos— lo que más la ayudó.

“Solo recuerdo que mi cuerpo y mi cerebro no estaban realmente en la misma página”, dice. “Ese período, especialme­nte los primeros dos meses, consume tanto que tenés esos pequeños momentos cuando te das cuenta cuán lejos te presionás para asegurarte que esa cosita siga viva”.

En una entrevista telefónica desde Los Ángeles, Theron, que tiene 42 años, habla de su transforma­ción en la pantalla, las demandas de la maternidad y su lucha por los derechos de las mujeres en la industria del cine. —¿Diablo Cody escribió este papel pensando en vos? —No creo que Diablo escriba así. Creo que escribir para ella es muy terapéutic­o, acababa de tener su tercer hijo, y se sentó en un escritorio para escribir lo que estaba sintiendo porque es avasallant­e y el guión como que le fluyó solo.

—¿Qué edad tenían tus hijos cuando leíste el libreto por primera vez?

—Mi segundo hijo tenía seis o siete meses, así que yo estaba saliendo de ese túnel donde uno se siente superado y por ahí vi un poco de luz.

—Tenés la paternidad compartida con tu madre, Gerda.

—Sí, vive a unas cuadras de casa y está muy involucrad­a en la vida de mis niños. Y es una relación muy diferente a la relación que yo tengo con ellos. Es una relación sobre la que no hablemos o valoramos lo suficiente. Estamos tan restringid­os en nuestros pensamient­os de una madre y un padre y de cómo debe ser una familia, que negamos cualquier otro tipo de relación como un padre, un abuelo y un niño, un nieto.

—Cambiando de tema, ¿algo para decir sobre #Metoo y tus propias experienci­as con el acoso sexual?

—Definitiva­mente me sentí débil en ciertas situacione­s por el poder que algunos hombres en mi carrera me han ubicado en el espacio en que tenía que trabajar.

O incluso antes de trabajar, al intentar conseguir un trabajo o salir de una audición sintiendo cosas como “Oh, ok, entiendo. Me estás haciendo saber quién manda en la oficina, y mi dignidad quizás no sea tan importante en ese momento”.

Siento que hay algo de este movimiento que llegó para quedarse y no habrá marcha atrás. Me hubiera gustado que esto hubiera estado hace 20 años cuando empecé. Me hubiera gustado que existiera una manera de hablar de estas cosas sin ser juzgada o sentirte avergonzad­a,

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