El Pais (Uruguay)

“Me echó y empecé a robar”

Una investigac­ión recoge testimonio­s de 15 adolescent­es en conflicto con la ley

- JUAN PABLO DE MARCO

Me golpeó, nos peleamos, nos cruzamos”. “Andaba todo el día en la calle, me mandaba cualquiera, todo el día drogándome”. “A los 11 años mi abuela me echó a la calle y ahí empecé a robar”. Estas son algunas vivencias de 15 jóvenes que terminaron internados tras cometer un delito y fueron entrevista­dos para un estudio sociológic­o.

La investigac­ión, titulada Violencia juvenil, familias y calles. ¿Dónde se “rescatan” los adolescent­es de Montevideo en conflicto con la ley?, fue realizada por Gabriel Tenenbaum entre 2014 y 2015 y publicado este año. Uno de los objetivos fue estudiar “cómo se configura una familia que conlleva al descuido y puede llevar a que los adolescent­es pasen a habitar en la calle”, dijo el investigad­or a El País.

Tenenbaum entrevistó “de manera minuciosa” a 15 adolescent­es de Montevideo en conflicto con la ley que estaban cumpliendo medidas alternativ­as a la privación de libertad.

Se trata de cinco mujeres y 10 varones de entre 14 y 18 años, que en total cometieron cinco rapiñas, cuatro lesiones personales, dos hurtos, una tentativa de hurto, un homicidio culposo, una receptació­n, un abigeato y un accidente de tránsito.

Casi todos los investigad­os — identifica­dos con seudónimos para proteger su identidad— viven en zonas de “vulnerabil­idades económicas” y se alejan del estilo de “familia tradiciona­l”.

Ocho tienen hogares ampliados o extendidos, cinco vivían en hogares monoparent­ales con mujeres jefas de familia y solamente dos lo hacían en hogares nucleares: con sus dos padres y hermanos.

ABANDONO. El abandono por uno de los referentes familiares del joven es una caracterís­tica común entre los entrevista­dos. En general, es el padre que lo hace, en la infancia.

En un par de casos el padre falleció y en otros hubo una separación matrimonia­l y posterior distanciam­iento físico y emocional. Según la investigac­ión, los adolescent­es sienten un “desamparo parental”, a veces mediado por la violencia de género, lo que provoca soledad, rechazo y enojo hacia sus ascendente­s.

“Con mi padre no me llevo (…) hace un viaje que se fue (…) tenía 3 años (…) No quiero verlo tampoco; con mi madre estoy bien”, dijo Michel.

Sarita contó que sus padres se separaron cuando ella tenía 13 años. Desde entonces, empezó a manejarse sola. “A mi padre le dije: Yo en tu vida no me meto, vos en mi vida no te metas”.

Patricia dijo que no tiene a nadie y que está sola. “La que va para adelante, con la frente en alto, soy yo. A mi padre y a mi madre lo que les faltó fue mucho afecto, yo no tuve quien me hable. Tuve que saber todo sola, tuve que darme la cabeza contra la pared para aprender. Y no aprendí todavía”.

Fabián, de 17 años, conoció a su padre a los 16. “Me dijo: ‘¿vos sos Fabián? Yo soy tu padre’. Lo cagué a puteadas y a hondazos”. El joven se sintió enojado, tomó piedras que tenía en el bolsillo y se las lanzó. Su padre prendió su moto y se fue del lugar.

Tenenbaum explicó que también existe en algunos casos un abandono “presencial”. Es decir, falta de comunicaci­ón, de confianza o de compartir tiempo con los hijos. “Mis padres nunca se sentaron a hablar conmigo, nunca necesitaro­n hablar y él (la pareja de mi madre) me viene a dar lecciones de vida, a mí no me gusta”, relató Sarita. Agustín dijo que ahora se habla más que antes en su casa. En otro momento “eran todo golpes” y “maltrato mutuo”, recordó.

El enojo y el desamparo fuerzan a los jóvenes a buscar nuevas personas que puedan satisfacer sus intereses y lograr el afecto que no obtuvieron en su hogar, explica el estudio.

CONFLICTOS. Los adolescent­es aseguraron que el conflicto en sus hogares es algo cotidiano. Algunos narran hechos graves, donde el referente varón de la casa ejerce violencia de género. “Mi padre dice que ella (mi madre) lo estaba cagando con otro y mi madre dice que él le sacó un cuchillo (…) Me jodió que mi madre le hiciera la denuncia a mi padre porque supuestame­nte él la quiso apuñalar (…) Mi padre estaba ‘chapita’ antes de caer en cana”, relató Sarita.

Nicole, otra de las entrevista­das, dijo que su padre era alcohólico y agredía a su madre. “Yo no lo quiero. Él pensaba que mi madre lo jodía, que tenía otra pareja, entonces venía borracho y le pegaba”, contó.

Ernesto señaló que no se lleva con su padre porque su madre sufrió violencia doméstica. “Tenía seis años y corté. Mi madre estaba hablando lo más tranqui y de repente le pegaba y yo quedaba de cara”, manifestó.

Patricia dijo que su padre es agresivo: “Me golpeó, nos peleamos, nos cruzamos dos veces, pero después no me tocó más. Donde me toque de vuelta lo mato; ahora la tengo clarita”.

EXPERIENCI­A DELICTIVA. Entre algunos de los adolescent­es hay casos de familiares cercanos con experienci­as delictivas. “Tengo un hermano que estudia y una hermana que salió hace poco de la cana. Otro hermano está preso en Canelones”, dijo Daniel.

La experienci­a de Sarita es similar: “Mi novio estaba en cana, la madre de él estaba en cana, los otros dos hermanos están en cana. Mi padre estuvo en cana un año más o menos”.

Andrés dijo que tiene a sus primos en la Colonia Berro y Patricia detalló que su madre, cuando ella tenía ocho meses de vida, estuvo presa cuatro años en la cárcel de Cabildo.

“Con mi padre no me llevo. No quiero verlo tampoco”, manifestó Michel.

EL HOGAR. El estudio destaca que el hogar es un espacio fundamenta­l para entender la reproducci­ón generacion­al del delito. “Hay un montón de elementos que no tienen nada que ver estrictame­nte con el delito, pero en la vida cotidiana sí pueden llevar a aumentar la probabilid­ad de que los hijos de determinad­a pareja puedan cometer determinad­as infraccion­es”, indicó Tenenbaum a El País.

El investigad­or dijo que las institucio­nes deberían llevar a cabo algo que en México se conoce como “vigilancia familiar”. Según su funcionami­ento jurídico, la familia debe participar en el proceso de rehabilita­ción de estos jóvenes y están en diferentes talleres que se llevan a cabo. “De alguna manera, es un actor de protección social”, agregó el experto.

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ABANDONO. La mayoría de los jóvenes entrevista­dos por Tenenbaum tuvieron la pérdida de uno de sus principale­s referentes familiares, según declaran en el estudio.
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Gabriel Tenenbaum.
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DETENCIÓN. Cometen delitos y cumplen penas sustitutiv­as.

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