Director que se mantiene al borde de Hollywood
Gus Van Sant habla de su carrera y de las nuevas formas de ver cine
Icono del cine independiente de la década de 1990 y retratista de la juventud rebelde y marginal, Gus Van Sant cree que hoy es “mucho más difícil” que hace 20 años hacer películas independientes. “Hollywood funciona como un banco, el dinero está siempre en el centro de todo, no es una cuestión de ideas”.
Así lo aseguró en Madrid el director de Mi mundo privado, a quien se dedica una retrospectiva en el centro cultural La Casa Encendida, que incluye su trabajo cinematográfico, pero también el pictórico y fotográfico.
El fin de semana, además, Van Sant participó en un coloquio con el público en la Filmoteca Española —que este mes le dedica un ciclo— tras la proyección de Elegante, la película con la que ganó la Palma de Oro en Cannes en 2003.
Con En busca del destino (1997), un guión de unos entonces poco conocidos Matt Damon y Ben Affleck que se llevó el Oscar, Van Sant fue uno de los protagonistas de la explosión del cine de autor en Estados Unidos, bajo el aliento del hoy apestado productor Harvey Weinstein.
“Los estudios se dieron cuenta de que podían hacer dinero a partir de una visión única e independiente. Tiempos violentos (1994) había hecho mucho dinero”, recordó. “Desgraciadamente hoy se llevan los grandes camiones, no los coches pequeños”, añadió en referencia a las grandes superproducciones de acción.
Su última película, un drama basado en la vida del viñetista John Callahan, postrado desde los 21 años en una silla de ruedas, es una producción de Amazon Studios, titulada Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot. “Las plataformas digitales se han convertido en un refugio para la gente que quiere ver este tipo de películas”, aseguró.
La exposición que se inauguró en La Casa Encendida está comisariada por Matthieu Orleans, de la Cinemateca Francesa, quien ha destacado la posibilidad que ofrece de ver sus primeros cortos experimentales, filmados en blanco y negro, como The Discipline of D.E. (1978) o el más conocido A Thanksgiving Prayer (1991), protagonizado por William Burroughs.
Van Sant, influido por la “generación beat”, recordó con cierto laconismo que su primera introducción a ese grupo fueron las novelas de Jack Kerouac; le fascinaban esas historias de “personajes que viajan de una ciudad a otra, viven aventuras excitantes y escuchan jazz”.
Poco después logró que Burroughs protagonizara su corto y también trabajó en su segundo largometraje, Drugstore Cowboy (1989), la historia de una pareja de atracadores drogadictos que dio la vuelta al mundo y lanzó a la fama a Matt Dillon.
Van Sant es considerado descubridor de talentos hoy consagrados, como Dillon o el propio Joaquin Phoenix, protagonista de su última película, que se estrenará en España en julio y aún no tiene fecha de estreno En busca del destino local, más de dos décadas después de Todo por un sueño (1995), que también revalidó a Nicole Kidman.
Muchos de esos actores forman parte de la galería de retratos expuestos en La Casa Encendida, una colección de 400 polaroids en las que posan de frente y con naturalidad Matt Dillon, Ben Affleck, Rob Lowe, Uma Thurman, Juliette Lewis, Robin Williams, River Phoenix o Keanu Reaves, entre otros.
“Son fotografías de casting”, explicó Van Sant. “En aquella época no había internet y era difícil encontrar imágenes, así que los fotografiaba para luego decidir si eran adecuados para tal o cual papel”. Un archivo que con el tiempo ha adquirido un valor testimonial de toda una época.
Van Sant recordó especialmente a River Phoenix, fallecido por sobredosis dos años después del estreno de Mi mundo privado (1991). “Fue la primera película que hizo fuera del sistema de Hollywood que lo había encumbrado, pero que le hacía cada vez más infeliz”, recordó. “En nuestra película tenía libertad y eso lo entusiasmaba”.
Además de la exposición, que podrá verse hasta el 16 de septiembre, La Casa Encendida programará este verano varias películas seleccionadas por Van Sant y que están entre las que más le han influido en su carrera, como La balada de Bruno S., de Werner Herzog; Julien Donkey-boy, del estadounidense Harmony Korine, o La luna ,de Bernardo Bertolucci.
La última película de Van Sant —quien también hizo una remake exacta de Psicosis— en estrenarse comercialmente en Uruguay fue Milk, y de eso ya pasaron nueve años.
Esta crónica de la violencia en un secundario estadounidense le dio la Palma de Oro y el premio al Mejor Director en el Festival de Cannes de 2003. Es el Van Sant más independiente, contando a su ritmo una historia muy similar a la de la masacre de Columbine. Así vemos, caminando por los pasillos del liceo, al germen de la violencia creciendo sin prisa pero sin pausa. Está muy bien.
Más cercana al tono de Elefante que al de Milk, esta es una crónica seca de, precisamente, los últimos días de Kurt Cobain (aquí disimulado como Blake e interpretado por Michael Pitt), el líder de Nirvana e ícono del rock de comienzos de la década de 1990. Con un tono que parece distante sin serlo, la cámara lo acompaña en su inevitable camino a la autodestrucción.
La primera película de Van Sant que se vio en Uruguay fue “Mi mundo privado”.