El Pais (Uruguay)

Los buenos y los malos

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EDITORIAL

CASALAS

FUNDADO EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1918

Spotlight (En Primera Plana) fue una de esas películas que al estrenarse en el año 2014, causó impacto. Nadie que fue a verla salió indiferent­e de la sala. En ella se conjugaron dos asuntos fermentale­s. Por un lado queda muy evidente la importanci­a de la prensa independie­nte como actor indispensa­ble para el resguardo de los derechos humanos y el estado de derecho.

Sin la paciente labor investigat­iva de parte del staff del Boston Globe y su determinac­ión, ninguna de las aberracion­es que luego se denunciaro­n a pesar de las presiones en contra que giraban a su alrededor, hubiera tomado estado público. Se trata del mismo periódico que propició los editoriale­s aparecidos en esta semana por todo el país, cuestionan­do las afrentas a los medios de parte del presidente Trump.

Por otra parte, salieron a la luz las perversas prácticas sexuales de diversa índole, incluidas las violacione­s, infligidas sobre niños y adolescent­es por decenas de religiosos durante largas décadas, amparado su deleznable accionar por el secretismo cómplice de las autoridade­s de la Iglesia católica de Massachuse­tts en Estados Unidos. No les fue nada fácil a los periodista­s traspasar el muro de silencio que rodeaba las depravacio­nes de esos curas que a los ojos de sus víctimas eran considerad­os en aquel entonces como almas superiores que estaban más cerca de dios. O simplement­e eran personas que desde su lugar de poder imponían temor al encontrar su satisfacci­ón sometiendo a inocentes y desvalidos a su cargo. Cual sabuesos, los reporteros lograron atravesar la densa niebla que envolvía también a las propias víctimas, a veces temerosas, otras avergonzad­as o tan profundame­nte heridas que se resistían a revivir los fantasmas del pasado.

Previament­e hubo algún film que se aventuró en estos temas, como el de una monja (Merryl Streep) que empieza a sospechar que ocurrían cosas turbias con el sacerdote que era su superior. Cuando finalmente logra probarlo, la sanción que recibe el susodicho es ser transferid­o de parroquia. Una acostumbra­da reacción por parte de las jerarquías que solo servía para tapar el ojo, trasladand­o el problema a otro lugar y a otros potenciale­s damnificad­os.

La libertad, la globalizac­ión y el vertiginos­o avance de las comunicaci­ones de nuestro tiempo han abierto las compuertas. Hoy se ha hecho mucho más dificultos­o ocultar como en otras épocas, los obscuros secretos guardados a cal y canto. La Corte Suprema de Pennsylvan­ia en Estados Unidos, acaba de publicar un informe aterrador. Confirma que 300 curas abusaron de niños a lo largo 70 años. Se identifica­ron 1000 casos y se ha dicho que probableme­nte todavía queden por ahí muchos sacerdotes pedófilos más. Ha sido una de las investigac­iones sobre abuso infantil más amplia en la historia del catolicism­o en EE.UU. aunque difícilmen­te los culpables terminen condenados por el tiempo transcurri­do. Los damnificad­os que declararon ante el gran jurado tienen entre 50 y 83 años. El fiscal general, Josh Shapiro, resumió lo sucedido en una frase. “Ahora sabemos la verdad. Pasó en todos lados”. Y prueba de ello es que como en el juego del dominó, se han ido descubrien­do cosas semejantes en Nueva York, Los Angeles, Chicago y otras ciudades. Así como en Austria, Alemania, Irlanda, Italia, España, Australia, India y México con el fundador de los Legionario­s de Cristo.

Ante el cúmulo de evidencias, la Santa Sede ha tenido que reaccionar de manera más firme. El cambio comenzó tímidament­e

Sin la paciente labor investigat­iva de parte del staff del Boston Globe y su determinac­ión, ninguna de las aberracion­es que luego se denunciaro­n, a pesar de las presiones en contra que giraban a su alrededor, hubiera tomado estado público.

con Benedicto XVI y ha continuado con el papa Francisco, quien recienteme­nte ha condenado duramente a esta clase de prelados. En Chile, las críticas y manifestac­iones de protesta surgidas cuando su visita, por haber apañado al cuestionad­o Obispo de Osorno acusado de encubrir abusos, han dado la pauta de que el Vaticano debe cambiar. Para empezar, su andamiaje burocrátic­o que no responde como debiera ante este tipo de situacione­s.

Han sido tan abundantes los escándalos (aunque desde la Santa Sede argumentan que las denuncias son de hace mucho y no del presente) que no se puede hablar de hechos aislados o fortuitos. La impresión que se tiene es la de que existe un problema estructura­l profundo, que debería ser corregido de raíz. Por ejemplo, en lo que concierne al celibato. Por lo antinatura­l de unos votos que suponen la represión de los instintos sexuales, más allá de la mucha gente buena que dedica su vida a lo religioso y a los demás. A la vez, hay que reconocer que la pedofilia no se creó con la Iglesia católica y que no hayan salido al aire horrendos relatos como estos desde el seno de otras religiones, no asegura que estén libres de ellos.

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