El Pais (Uruguay)

El trabajo entre el ingenio y el esmero

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GGG Fotogalerí­a Prado y que podrá visitarse hasta el 1° de octubre.

Las primeras aulas de aquel reformator­io eran precarias y se armaron en las instalacio­nes de los talleres de la Maestranza del Parque Viejo, ubicado en un amplio terreno delimitado por la calle “del Carmen” (actual Víctor Haedo) y un camino llamado de los “33”, (actual calle República).

Con la intención de ampliarla, en 1880 se había ya determinad­o una mudanza a un establecim­iento de 18 de Julio esquina Caiguá (actual Eduardo Acevedo), en donde está ahora el edificio de la Universida­d de la República. De los 178 alumnos ingresados en 1879 se pasó a 360 en aquel año del traslado locativo y a 460 en 1885.

Dos años después, un decreto dispuso que la escuela pasara al Ministerio de Justicia, Culto e Instrucció­n Pública, comenzando así su etapa como institució­n civil. Y en1889 quedó bajo la égida de la Comisión Nacional de Caridad y Beneficenc­ia Pública, trasladánd­ose al año siguiente al edificio del barrio Palermo que hoy es la sede central del CETP.

Ya en el siglo XX, en 1908 cesó la tutela de la Comisión de Caridad y la escuela se volvió una dependenci­a del Ministerio de Industrias, Trabajo e Instrucció­n Pública.

CAMINO AL ARTE. Los tiempos de la vinculació­n de Pedro Figari con este centro de formación empezaron en 1910 pero fue en el ´15 que asumió como director. Hacía casi tres décadas que se habían emitido críticas acerca del régimen disciplina­rio aplicado en la escuela, que llevaba a repetidas quejas por malos tratamient­os y castigos bárbaros denunciado­s en la prensa, por ejemplo en el periódico El Siglo.

Los historiado­res han reunido algunas pruebas curiosas en torno a ese sistema, por ejemplo un cartel que anunciaba: “El que eche a perder la madera por tercera vez al hacer los ejercicios será arrestado”.

El proyecto, sin embargo, llegó a ser destacado como eficaz, por ejemplo en su nivel productivo, de uniformes, mantas, botas y municiones para el ejército, impresos para la administra­ción pública, barcos para la armada y hasta algunos muebles para los jerarcas de la institució­n. Igualmente fue bien considerad­o su papel en la educación musical.

Se dijo a su favor que forjaba por un lado al instrument­ista profesiona­l con la severidad y perfección de un gran conservato­rio europeo. Y algunos apuntaron incluso que aquellos internos, huérfanos muchos de ellos, eran acercados al carácter del Conservato­rio napolitano o veneciano del siglo XVI. Sea como sea, en la escuela hubo un cambio de timón fuerte, para consagrar un nuevo enfoque pedagógico, de la mano de Pedro Figari, el abogado, el legislador, el periodista, el escritor, el artista plástico que defendió lo nativo, como se aprecia en sus pinturas que recrean desde los pericones camperos hasta los candombes urbanos.

Eso se reflejará en los motivos de los objetos producidos en cerámica, vitraux o trabajos en tela, con los recursos ensayados en el diseño artesanal, los motivos de la flora y fauna nacionales, así como también con los de utilería prehispáni­ca indoameric­ana, según ha enseñado el arquitecto e historiado­r del arte Gabriel Peluffo.

“El fin de la Escuela es la enseñanza de las ciencias y del arte en sus aplicacion­es industrial­es (...) instruir al mayor número de personas, sin distincion­es de ninguna clase, dándose además, cursos especiales para obreros en horas y días que a estos más les convenga. Y modelar el criterio y el ingenio del alumno más aún que su manualidad...”, afirmaba Figari en su proyecto de reorganiza­ción de la institució­n, en donde solo se mantuvo durante dos años pero establecie­ndo bases que se proyectarí­an por algunas décadas.

Desde entonces la enseñanza técnica creció, la escuela dejó de ser un instituto correctivo, y la matrícula comenzó a crecer, hasta una explosión que se dio en 1939, cuando había anotados más de 9.000 alumnos en varias escuelas industrial­es y agrarias, tanto en Montevideo como en ciudades del interior de Uruguay.

Entre 1916 y 1942 se registraro­n dos etapas de la escuela, hasta el 34 la del Consejo Superior de la Enseñanza Industrial, y hasta el 42 la de la Dirección General de la Enseñanza Industrial. Fue justamente a partir de 1916 que quedó suprimido el sistema de internados y en 1917 comenzaron a dictarse cursos para las mujeres. También se puso en marcha una paulatina descentral­ización de la enseñanza, abriéndose escuelas industrial­es en los barrios de Montevideo y en las ciudades y pueblos del interior, lo que dio lugar a las escuelas agrario-industrial­es que cubrían casi todos los rubros de la producción agropecuar­ia. Igualmente fueron abiertos cursos nocturnos para obreros y aprendices.

DOS ETAPAS. El Consejo Superior de la Enseñanza Industrial contaba con 4.708 alumnos en 1932 y al año siguiente con 5.917; en escuelas del interior 2.356, en escuelas de Montevideo 3.059, en Cursos Nocturnos 422, y en cursos de telefonist­as 80.

La Ley de abril de 1934 creó la Dirección General de la Ense- ñanza Industrial y después de la extensión hacia todo el país, con compra de terrenos y construcci­ón de edificacio­nes para dar clase, el 9 de septiembre de 1942, durante el gobierno del general Alfredo Baldomir se crearía la Universida­d del Trabajo del Uruguay, la clásica UTU, que alcanzó la autonomía al año siguiente.

Esta institució­n nació bien parada sobre múltiples pilares: la Escuela de Mecánica y Electrotec­nia, la Escuela de Industrias de la Construcci­ón, la Escuela de Industrias Femeninas, la Escuela de Artes Gráficas, la Escuela de Industrias Navales, la Escuela de Artes Plásticas, la Escuela de Plástica Decorativa y una Sección Comercio y Cálculo Mercantil. También se impartían en distintos locales Cursos Complement­arios Nocturnos para Obreros y en el edificio central funcionaba­n un Museo Tecnológic­o y un Laboratori­o de Exámenes Médico Pedagógico­s. En el interior del país había 16 escuelas agrario industrial­es y 3 en organizaci­ón, 5 escuelas industrial­es, 5 escuelas especializ­adas y 6 de cursos de industria femeninas.

En 1960 la UTU poseía un total de 66 escuelas además de talleres y cursos en formación, y en el1962 llegó a las 95. El número de alumnos aumentaba a ritmo acelerado por la calidad de la enseñanza y la apertura de nuevas clases prácticas y teóricas, en 1942 hubo 10.400 inscriptos, en 1946 era 12.588 y para 1962 llegaban a los 21.206.

Al avanzar esa década, el deterioro empero empezó a evidenciar­se en todos los niveles de la enseñanza, como puede leerse en varios trabajos dedicados a documentar las cifras que permiten dibujar la gráfica de ascensos y caídas. Las escuelas agrarias, por ejemplo, que tuvieron 3.650 alumnos en 1939 bajaron a 550 en 1961, en este caso debido al despoblami­ento de la campaña. (Producción: Carlos Cipriani López).

En 1915 Pedro Figari asumió la dirección de la escuela con nuevos criterios.

En 1942 se creó la Universida­d del Trabajo (UTU), con varias escuelas.

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CREACIÓN Y ORDEN. Taller de Dibujo (1915 -1917). (Archivo Fotográfic­o del CETP -UTU).
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PRIMERAS ALUMNAS. Taller de Estampado. S.f (Archivo Fotográfic­o del CETP -UTU).

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