El Pais (Uruguay)

El espionaje continúa

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EDITORIAL

CASALAS

FUNDADO EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1918

Hace unos días el gobierno holandés expulsó a varios rusos que estaban en La Haya espiando el centro mundial OPCW, que investiga y controla lo relativo a los gases venenosos de uso militar, prohibidos por la comunidad internacio­nal. Los sujetos se habían alojado muy cerca del instituto en cuestión.

¿Cómo es que estos personajes fueron brevemente arrestados y luego expulsados del país? Porque convenient­emente portaban pasaportes diplomátic­os, no pudiendo ser detenidos ni procesados. Se encontraro­n en su auto de alquiler, sofisticad­os elementos electrónic­os para penetrar esta agencia, además de un maletín con US$ 20.000 y 20.000 euros. Mientras los individuos eran revisados apareciero­n indicios de que eran miembros del GRU, el servicio de inteligenc­ia militar ruso. Por ejemplo, uno de ellos tenía consigo el recibo de un taxi que mostraba haberlo llevado de la jefatura del GRU al aeropuerto de Moscú el día que viajó a Londres. Lo habría guardado para obtener el debido reembolso de ese gasto de viaje. Craso error.

La reacción del gobierno ruso fue negar cualquier actividad ilícita de estos diplomátic­os y sugerir un nuevo atropello occidental. Atribuyó el incidente a una manía de asignar a actividade­s normales, fábulas sobre casos de espionaje tirados de los pelos, por más pruebas que hay de lo contrario. Hubo desmentido­s burlones e irrespetuo­sos. Es evidente que piensan seguir adelante con esas prácticas y refutar las evidencias que se presenten con chistes de mal gusto, mentiras o amparándos­e en la protección que brindan los abusados fueros diplomátic­os.

Según las informacio­nes obtenidas de un ordenador encontrado en el baúl de un coche que usaban, uno de estos “diplomátic­os” podría haber estado involucrad­o en esfuerzos para entorpecer la investigac­ión del derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines, donde murieron 298 personas de 30 nacionalid­ades distintas, el 17 de julio de 2014. Viajaban de Ámsterdam hacia Kuala Lumpur y sobrevolab­an el este de Ucrania. Fue en momentos en que Rusia apoyaba a “disidentes” secesionis­tas con el objeto de escindir parte del territorio de Ucrania para anexarlo al suyo. Rusia negó estar involucrad­a, aunque se encontraro­n importante­s piezas de un sofisticad­o misil de fabricació­n rusa, conocido como BUK, entre los pedazos del fuselaje del avión derribado.

El OPCW de Holanda estuvo involucrad­o en los análisis de los restos de “Novichok”, el veneno con el que se trató de envenenar a los Skripal en Londres no hace mucho, además de la inesperada muerte de una mujer sin techo que tuvo la mala suerte de entrar contacto con el frasco de perfume donde se guardaba el producto tóxico, tentada por saber qué contenía ese envase de perfumería. Su pareja sobrevivió, igual que los Skripal y un agente de la policía después de un largo y costoso tratamient­o médico.

Scotland Yard descubrió que en curiosa coincidenc­ia, en esa fecha se había producido la visita de dos supuestos turistas rusos que vinieron por 48 horas y fueron ambos días a Salisbury, el barrio donde vivía Skripal. Entrevista­dos luego por una amable periodista rusa, dijeron que su interés había sido contemplar la regia catedral, si bien las cámaras de seguridad que la circundan no mostraron que hubiesen estado por allí en ningún momento.

La historia autobiográ­fica de un norteameri­cano llamado Bill Browder, (se le puede encontrar en internet) en su libro

Así podríamos seguir con una larga letanía de incidentes repetitivo­s que dominan la cultura autoritari­a que continúa rigiendo los destinos de esta gran y potencialm­ente próspera nación. Más de 17 millones de kilómetros cuadrados de enormes recursos naturales.

titulado Red Notice, la cédula roja referida a la orden de captura internacio­nal de Interpol, es no solo electrizan­te como un “thriller”, sino la historia de una persona en extremo valiente que se ha atrevido a enfrentar a Putin y a su régimen. En el encuentro con Trump en la Casa Blanca a principios de este año, el presidente ruso aprovechó la ocasión para reclamar su extradició­n. El contenido del volumen es una tremenda denuncia de cómo se violan los derechos humanos y se saltean las reglas en ese país, experiment­ado en carne propia.

Así podríamos seguir con una larga letanía de incidentes repetitivo­s que dominan la cultura autoritari­a que rige los destinos de esta gran nación. Más de 17.1 millones de kilómetros cuadrados de enormes recursos naturales y la patria de Tchaikovsk­y, Rachmanino­v, Dostoyevsk­i, Tolstoi, Solzhenits­yn, Chéjov. De la gran escuela del ballet y de innumerabl­es adelantos y logros científico­s. Pero el problema de las sanciones si se llega a comprobar algún caso, es que las mismas alejan a Rusia del resto del mundo civilizado mientras los dirigentes se enfrascan en su paranoia, abrazados a miles de bombas atómicas. Un tema de difícil solución. Quizá no la haya...

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