El Pais (Uruguay)

PODER EN ALTA MAR

- MARIÁNGEL SOLOMITA

Es el mundo, es la naturaleza, es la política. Andrés Domingo, director de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara), pinta así el escenario: “Hay una competenci­a geopolític­a en el agua, se viene la década de los océanos”. Una predicción que anuncia que a partir de 2020 la economía será azul, es decir que se profundiza­rá la explotació­n de los suelos productivo­s de los océanos, pero en un contexto de uso sostenible de los ecosistema­s.

La extracción de recursos energético­s, farmacéuti­cos, transporte, pesca, telecomuni­caciones, turismo, se disputará en la última barrera que queda por cruzar: alta mar. Por eso Domingo dice que “la investigac­ión marina está teniendo implicanci­as geopolític­as profundas”.

Así quiere justificar las exigencias que establece el nuevo decreto que reglamenta la ley de pesca para acceder a un permiso de pesca científica, una redacción que, asegura, no es distinta del decreto anterior de 2006. Quiere decir que la condición para poder investigar de darle la informació­n recabada a la Dinara y no divulgarla sin su autorizaci­ón —que hasta ahora no se había aplicado—, tiene detrás un argumento estratégic­o para el desarrollo del país.

“Hoy se estima que los recursos a obtener pueden ser enormes, el tema es quién va a llegar ahí”. ¿Y quién va a llegar ahí? “Nosotros no; dos o tres potencias son las que tienen la tecnología para explorar a 10.000 metros de profundida­d”, aclara Domingo. Sin embargo, la investigac­ión oceánica se está discutiend­o a nivel mundial y ya comenzó la ronda de negociacio­nes en Naciones Unidas (ONU).

Uruguay araña este futuro desde 2016, cuando la ONU aprobó una ampliación de 350 millas de su terreno oceánico. De esta forma se extendió la zona económica exclusiva, por ejemplo, para la búsqueda de hidrocarbu­ros.

Aunque el 40% de nuestro territorio es líquido, Domingo coloca paños fríos a la ambición: “Nuestra situación territoria­l es crítica”. Y es que hay otro vínculo diplomátic­o que influyó en la reglamenta­ción de la investigac­ión. El área que nos compete en el Río Uruguay, el Río de la Plata y su frente marítimo están compartida­s con Argentina. “Todo lo que se produzca o ejecute en ese territorio tiene una afectación del 100% para el desarrollo del país y tiene incidencia en las relaciones internacio­nales. No se trata de querer tener el control de la informació­n, sino que es política y geopolític­amente necesario tener precaución en saber cómo manejarla, que no significa ocultar ni mentir”, dice.

Tras publicarse el decreto, el 4 de mayo pasado, el capítulo siete que reglamenta los permisos de pesca para investigac­ión generó el inmediato rechazo de la comunidad científica, de la Universida­d de la República (Udelar) y de distintas comisiones y agencias de investigac­ión que interpreta­n que la normativa es exacerbada, poco precisa en cuanto a qué tipo de investigac­iones requieren el permiso, no da garantías de plazos ni de criterios de evaluación, y que al atar el otorgamien­to del permiso al compromiso de no publicar los resultados sin el aval de la Dinara se incurre en censura. Esto, además, tendría un efecto nocivo para el desarrollo de la investigac­ión y podría perjudicar la formación de recursos humanos.

Los investigad­ores sospechan que la discusión que está implícita en este conflicto es el verdadero rol que tiene la ciencia en la toma de decisiones políticas.

EN DOS BANDOS. Primero, unos 30 investigad­ores y docentes impugnaron el decreto. Pero fue la Dinama la que logró que el muestreo del agua quedara por fuera de esta norma. Tras una negociació­n entre los ministerio­s de Defensa, Vivienda, Relaciones Exteriores y Ganadería, que excluyó a los científico­s de la discusión y culminó con unas modificaci­ones que ellos hallaron superficia­les, en setiembre fue la Udelar la que presentó un recurso de impugnació­n.

Según publicó el portal Sudestada, el departamen­to jurídico de la Udelar argumentó que este artículo es inconstitu­cional, ya que la Dinara está vulnerando la especializ­ación y autonomía de la Universida­d como ente, “que no puede ser restringid­a por un decreto”, dice la prorrector­a de Investigac­ión, Cecilia Fernández. La Universida­d tiene entre sus fines impulsar y promover la investigac­ión. “Eso está establecid­o en la Ley Orgánica y un decreto no puede tener más fuerza que una ley”, agrega.

Detrás del “ultra control” que se quiere imponer a este sector, los investigad­ores creen que hay una voluntad de callarlos. “Yo siento desde hace un tiempo que la investigac­ión científica puede llegar a molestar en los planes desarrolli­stas”, opina Diego Lercari, de la Unidad de Desarrollo de las Ciencias del Mar que funciona en la Facultad de Ciencias.

Dos viernes atrás, en Rocha, un grupo de investigad­ores se reunió para armar un listado de sugerencia­s que la prorrector­a Fernández deberá presentarl­e cuanto antes al director de la Dinara, para acordar una forma de trabajo mientras el recurso de impugnació­n sigue su curso. En el fondo, se quiere evitar llegar a un juicio administra­tivo y volver a negociar. La pregunta es para Andrés Domingo: —¿Está dispuesto a discutir nuevas modificaci­ones?

—Estoy en todos los aspectos abierto al diálogo, pero quiero recibir fundamento­s de los temas a impugnar para visualizar­los y discutirlo­s.

Buscar por primera vez un argumento para metodologí­as que siempre funcionaro­n de una manera no es una tarea fácil. Menos aún, cuando la certeza que sobrevuela es que la investigac­ión está siendo vista más como un problema que como

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SANTA LUCÍA. Vecinos de este río denuncian que hay peces muertos.

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