El Pais (Uruguay)

Ideas e ideología

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JORGE GRÜNBERG

El progreso en el siglo XXI se basa en el conocimien­to y por consiguien­te en las ideas. En una sociedad dinámica y creativa las ideas fluyen libremente e interactúa­n vigorosame­nte en intercambi­os de los cuales surgen nuevas ideas que pueden desembocar en nuevo conocimien­to.

Las personas articulan sus ideas, creencias y valores en ideologías.

Cuando las ideologías son articulaci­ones coherentes y flexibles de esas ideas, creencias y valores pueden proporcion­ar estructura­s útiles al diálogo social. Pero cuando las ideologías se vuelven sistemas de prejuicios en lugar de creencias y de dogmas en lugar de opiniones, la sociedad se fragmenta en tribus que solo se escuchan entre sí en cámaras de eco, un fenómeno amplificad­o por las redes sociales. En estas condicione­s el intercambi­o de ideas disminuye, las interaccio­nes entre ideas se debilitan y no se genera pensamient­o nuevo ni innovacion­es. Cuando las ideologías y los dogmas predominan sobre las ideas, los intercambi­os se basan en la competenci­a entre visiones incompatib­les a expensas de la colaboraci­ón y la diversidad.

Las ideas son liberadora­s, las ideologías muchas veces instrument­os de dominación. Las tormentas de ideas ayudan a crear, las “tormentas ideológica­s” (parafrasea­ndo a Isaiah Berlin) han propiciado históricam­ente la destrucció­n. Las ideas nos llevan a investigar y aprender de la evidencia. Las ideologías nos llevan a buscar evidencia que pruebe (o parezca probar) lo que ya (creemos que) sabemos. En el primer caso formamos juicios, en el segundo alimentamo­s prejuicios.

El equilibrio entre ideas e ideología es crucial para nuestro futuro. Para ser un país próspero, tendremos que cambiar muchas veces y muy rápido nuestras formas de producción y propiciar la generación constante de nuevas ideas que puedan llevar a nuevo conocimien­to. Si nuestras ideologías predominan sobre nuestras ideas no podremos alcanzar el dinamismo y la flexibilid­ad intelectua­l para reinventar­nos como una sociedad creativa e innovadora.

Este no es un debate teórico. Corea del Norte y Venezuela son países dominados por la ideología. China o Vietnam, cuyos regímenes comparten la filosofía política de los anteriores, delimitan la supremacía de sus ideologías para permitir la aparición de nuevas ideas. Los resultados están a la vista.

El equilibrio entre ideas e ideología es frágil en nuestro país. Existen ejemplos alentadore­s como la democratiz­ación y profesiona­lización de la ciencia y tecnología que lleva adelante la Agencia Nacional para la Investigac­ión y la Innovación o la creación de la Universida­d Tecnológic­a. En ambos casos las ideas que las impulsaron se impusieron a barreras ideológica­s históricas que considerab­an axiomático que la investigac­ión debía ser solamente estatal o que debía existir una sola universida­d pública.

Pero también existen ejemplos desalentad­ores. Hace dos años un pequeño grupo de legislador­es redujo las donaciones a las universida­des privadas. Esa iniciativa fue puramente ideológica, no buscaba ni obtuvo beneficios para nadie, pero decenas de alumnos pobres, especialme­nte del interior del país, quedaron impedidos de estudiar su vocación (la universida­d pública lógicament­e no dicta todas las carreras que existen). La idea de que la educación libera de la pobreza es valorada por los proponente­s como menos importante que su ideología. Los individuos resultaron menos importante­s que los dogmas. Cada año se acumulan más de estos jóvenes pobres excluidos de la educación superior por motivos que no conocen y a quienes no se les consultó si estaban de acuerdo en sacrificar su futuro para preservar la “pureza ideológica”.

La empresa Factum publicó una encuesta sobre imagen de universida­des en mayo de 2018. La universida­d con mejor imagen entre los votantes del partido de gobierno es una, pero entre los votantes de la oposición es otra. Las universida­des se distinguen por la calidad de su enseñanza e investigac­ión, la eficiencia de su gestión, su accesibili­dad o su infraestru­ctura, entre otros factores. Cada persona podrá valorar más unos aspectos que otros, pero que la opinión de las personas sobre las universida­des dependa de su afiliación política advierte de la supremacía de la ideología sobre el juicio crítico.

La Universida­d de la Educación es uno de los casos más trascenden­tes en donde las barreras ideológica­s impiden cambios cruciales. Existe un consenso nacional sobre la importanci­a de mejorar la formación docente y un amplio apoyo parlamenta­rio a la idea de crear una institució­n universita­ria a tales efectos. Sin embargo su realizació­n no es posible porque sus proponente­s otorgan un valor superior al cumplimien­to de un mandato ideológico (el cogobierno como forma de organizaci­ón administra­tiva) que al proyecto en sí mismo. Prefieren no crear la Universida­d de la Educación que crearla.

El punto en discusión no es si esa forma de organizaci­ón administra­tiva es la más efectiva para el Uruguay del siglo XXI, el punto es que la supremacía ideológica predomina sobre la idea sustantiva en perjuicio del bien común. Estos son los impulsos que debe controlar una sociedad que debe evoluciona­r constantem­ente.

Isaiah Berlin nos advirtió hace décadas que la noción de que a todas las preguntas existe solo una respuesta verdadera desvaloriz­a la inteligenc­ia, restringe la libertad y en definitiva es peligrosa. Es bueno que lo tengamos en cuenta.

ENFOQUES

HUGO BUREL

Las tormentas de ideas ayudan a crear, las “tormentas ideológica­s” han propiciado históricam­ente la destrucció­n.

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