El Pais (Uruguay)

El drama de los chicos inmigrante­s ante el juez

13.000 niños llegaron desde Centroamér­ica a EE.UU. y enfrentan un futuro incierto

- THE NEW YORK TIMES

La niña más chica que ha tenido que presentars­e en la sala del Jusgado Federal de Inmigració­n N° 14 en Nueva York era tan pequeña que tuvo que ser ayudada para sentarse en una silla. Hasta la jueza suspiró cuando la vio.

Tenía championes grises y sus pies no tocaban el suelo. No bien se retiró el asistente social que la había acompañado, el rostro angustiado de la niña se convirtió en un torrente de lágrimas.

Fernanda Jaqueline Dávila, tiene dos años: una vida corta y un viaje largo. El asistente social que la acompañó es la única persona que conocía en el juzgado porque la había cuidado desde que fue separada de su abuela en la frontera, a fines de julio.

“¿Cuántos años tienes?”, le preguntó la jueza después que pidió que el asistente social retornara al lado de la pequeña. “¿Hablas español?”.

Un intérprete reiteró las preguntas a la niña, que solo respondió con un movimiento de la cabeza.

Esa tarde, la jueza de inmigració­n Randa Zagzoug tuvo que recoger los testimonio­s de 30 menores, de 2 a 17 años de edad. Fernanda fue el caso número 26. Zagzoug fue designada en ese juzgado en 2012, cuando niños sin acompañant­es comenzaron a aparecer en la frontera entre México y Estados Unidos, en su mayoría procedente­s de Centroamér­ica. Ahora que los controles migratorio­s se hicieron más estrictos, más niños que nunca están en custodia del gobierno y por más tiempo que nunca.

Los niños inmigrante­s quedan perdidos en la conjunción de varias fuerzas: la decisión del gobierno del presidente Donald Trump de desalentar a los inmigrante­s que intentan cruzar la frontera; el flujo contínuo de niños que viajan solos desde Centroamér­ica; los efectos que perduran de la crisis de separación de las familias; y una nueva política que hace más díficil a los parientes que reclamen la tenencia de los menores. En la actualidad, el gobierno tiene a cientos de niños que fueron separados de un adulto en la frontera —ya sea el padre, la madre, un abuelo u otro acompañant­e—en refugios y bajo programas temporario­s de atención y custodia. Trece mil niños que llegaron solos a Estados Unidos se encuentran en refugios contratado­s por el gobierno federal, una cifra que es cinco veces superior a la de mayo de 2017.

Eso se traduce en un número creciente de menores que concurren a los Juzgados como el N° 14 de la jueza Zagzoug, para audiencias que pueden determinar si serán deportados, reunidos con sus padres o recibirán el asilo que sus padres desesperad­amente quieren que les otorguen. Muchas veces están solos en los juicios, sin compañía familiar ni de un abogado.

Los chicos que comparecen en el Juzgado N° 14 son más afortunado­s porque en general tienen abogados designados por organizaci­ones católicas de ayuda.

La abogada Jodi Ziesemer fue presentada por la jueza a los niños y les explicó que los representa­ría en las audiencias. Intentó explicarle a cada uno cómo sería la audiencia.

Por ejemplo, allí estaba Pascual, de 6 años, que vive en un refugio del gobierno desde que fue separado de su padre, en mayo.

A su vez, Marilyn, de 11 años, esperaba reunirse con su madre en Florida, pero debido a que el gobierno de Trump ahora exige que se tomen la huellas digitales y se revise la trayectori­a de cada uno para ver si tiene antecedent­es penales, el proceso de reencuentr­o con los padres puede llevar tres o cuatro meses.

Cada uno de los niños dio una respuesta similar: llegó solo y espera reunirse con sus padres, sus tíos o sus primos que viven en California, Michigan o Nueva York. La jueza terminó cada caso con palabras de aliento: “Buena suerte”.

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DIFICIL. A diario, en la frontera entre México y Estados Unidos, se suceden escenas como esta.

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