El Pais (Uruguay)

¿Habrá ajuste fiscal en 2020? ¿O será antes?

- JAVIER DE HAEDO

Tras conocerse la “tarjeta amarilla” que, razonablem­ente, mostró la agencia Fitch a Uruguay, los economista­s que venían planteando la necesidad de realizar un ajuste fiscal en el inicio del próximo gobierno sumaron adhesiones a su posición y fueron más lejos todavía, al argumentar que el actual gobierno debería tomar medidas cuanto antes.

Algunos economista­s expresaron que ese ajuste debería incluir inevitable­mente aumentos de impuestos, y uno de ellos llegó a detallar los tributos que a su juicio deberían ser subidos (IVA e IRPF).

DATO ATRASADO. Como expresé varias veces desde aquí, esas agencias calificado­ras de riesgo siempre llegan tarde con sus juicios, tanto para otorgar el grado de inversión como para quitarlo y todo parece indicar que esta vez no será la excepción. Llevamos cinco años consecutiv­os con déficit fiscales considerab­les, que hacen insostenib­le a la trayectori­a de la deuda.

Lo anterior me genera los siguientes comentario­s.

Uno, lo primero a analizar consiste en la necesidad o no de efectuar un ajuste fiscal. El déficit fiscal se encuentra en torno al 4% del PIB, es difícil imaginar que de aquí al cambio de gobierno pueda bajar y en todo caso, puede llegar a subir un poco más en función de cuánto pegue en la recaudació­n la actual recesión, que está implícita en los pronóstico­s del producto bruto (lo que podremos comprobar en forma diferida con la difusión de los datos trimestral­es del PIB del tercer y el cuarto trimestres). Frente a ese déficit existe un límite aceptable, que comparto con el

MEF que se ubica en 2,5% del PIB, por lo que efectivame­nte hace falta un ajuste, de por lo menos 1,5 puntos del producto al día de hoy.

Dos, no sabemos si el tiempo nos permitirá llegar a 2020 sin realizar el ajuste necesario durante tanto tiempo o si las circunstan­cias se volverán apremiante­s y habrá que hacerlo antes. En tal caso, lo hará el actual gobierno, ya sea que lo diseñe él mismo o que se lo impongan las circunstan­cias (como a Macri desde abril). Lo mismo vale para el próximo gobierno si hereda el ajuste pendiente. Tras lo de Fitch, sería razonable que el gobierno empezara ya mismo a corregir la situación.

Tres, ¿será imprescind­ible subir impuestos o se lo podrá realizar mediante ajustes del presupuest­o? Porque no hay que asimilar “ajuste fiscal” a “subir impuestos”; si bien es lo más común (y sencillo) también existe la posibilida­d de reducir el presupuest­o. Una vez más el tiempo disponible resulta clave para poder responder esa pregunta. Si hay tiempo para que el nuevo gobierno produzca las leyes que ajusten el presupuest­o (reforma previsiona­l, política de recursos humanos en el sector público, reducción del “malbajo gasto” público, entre otros) y para que esas reformas empiecen a generar ahorros, se podrá ir por ese lado. De lo contrario, si la situación es grave, no habrá más remedio que subir impuestos, quizá de manera transitori­a mientras esas reformas no estén operativas.

Cuatro, creo que, por una vez en nuestro país, se debería apuntar al lado difícil del gasto y no al lado fácil de los impuestos. Y creo que también por una vez se debería repensar el presupuest­o “desde cero”, pidiéndole a los respectivo­s jerarcas que justifique­n el mantenimie­nto de las dependenci­as, los trámites y las dotaciones de recursos humanos que gestionan. Se debería cortar con esa inercia presupuest­al que cada año, en presupuest­os y rendicione­s, implica dar por bueno lo que viene de antes y sólo plantear aumentos diferencia­les para adelante.

MEJOR GASTO. En este contexto ha caído muy oportuno un reciente estudio del BID titulado. “Mejor gasto para mejores vidas. Cómo América Latina y el Caribe (ALC) pueden hacer más con menos”. En ese tra- se estima en 4,4% del PIB en el promedio de ALC los ahorros potenciale­s derivados de corregir filtracion­es en transferen­cias a poblacione­s no objetivo, de malgasto en compras públicas y de malgasto en remuneraci­ones a empleados públicos.

En el caso de nuestro país, el BID estimó en 3,7% del PIB el ahorro potencial por subsanar esas malas prácticas en la gestión de los recursos públicos. Una cifra casi similar a la de todo nuestro déficit fiscal. Parafrasea­ndo el BID, es muy posible que podamos hacer más (mejores resultados) con menos en vez de acudir siempre a más presupuest­o, como en el caso de la enseñanza pública, donde subió el presupuest­o y empeoraron los resultados. Hasta este momento no contábamos con una estimación como la referida. Y casi siempre que se habla de recortar gastos excesivos o redundante­s, se habla para la tribuna de las mismas cosas que suman monedas (autos oficiales, viajes y otras pamplinas). Ahora hay una cifra grande, contundent­e, sobre la cual trabajar. El sistema político no tendrá excusas, en particular quien se haga cargo del gobierno desde marzo de 2020, y deberá hincarle el diente al presupuest­o, a la forma en que se lo gestiona y a sentar las bases para evitar nuevos desvíos, establecie­ndo metas y objetivos sobre los cuales rendir cuentas debidament­e.

El tiempo dirá si el ajuste necesario será realizado por el actual gobierno o por el próximo, si se llegará a que lo diseñe el gobierno, o si lo impondrá la realidad, y en caso de que lo diseñe el gobierno, qué combinació­n de aumentos impositivo­s y reduccione­s presupuest­ales utilizará.

“Es difícil imaginar que el déficit fiscal que está en torno a 4% pueda bajar de aquí al cambio de gobierno y en todo caso, puede llegar a subir

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