El Pais (Uruguay)

La necesaria corrección Debe ser por los egresos

- ISAAC ALFIE

La precaria situación de las finanzas públicas ha sido noticia la semana pasada, cuando la calificado­ra Fitch notificó un cambio que deteriora la perspectiv­a de calificaci­ón. Cuando las cosas son evidentes no puede haber sorpresas; el nivel de déficit es de tal magnitud y ha perdurado por tanto tiempo, que iba a llegar el momento en que alguna de las agencias que evalúan la solvencia de pago lo iba a advertir. No es que Uruguay corra riesgo inmediato, —ni siquiera mediato— de entrar en cesación de pagos, pero al ritmo que vamos tampoco es que se dispongan de muchos años para encarrilar las cuentas.

Luego de la noticia, comenzaron los comentario­s. Ningún economista profesiona­l, así como tampoco ninguna de las autoridade­s económicas nacionales, negaron la situación. Como siempre, existen los matices en las mayores o menores urgencias de ajustar las cuentas, si la situación da o no para la revisión de la perspectiv­a de la deuda, el quantum de la corrección necesaria y la forma en que debe procesarse el ajuste. En mi columna anterior justamente me refería a la magnitud necesaria de reducción del desequilib­rio fiscal, tanto para plazos relativame­nte cortos, como de mediano y más largo aliento. En ésta repasaremo­s algunas cifras y la forma en que, entiendo, debe hacerse.

RESULTADO CORRIENTE. En febrero de 2005, cuando se entrega- ba el gobierno al Frente Amplio, el déficit fiscal del año móvil era de 1,2% del PIB, producto de un resultado primario (ingresos menos egresos sin considerar intereses) de 4,2% e intereses de 5,4%. Los intereses de ese año estaban sobre representa­dos debido a la política seguida de cancelació­n de pasivos del BCU. En efecto, la carga por intereses del BCU fue de 0,7%, en tanto en el año anterior apenas llegó al 0,1% y, luego, hasta febrero de 2010, estuvo en el entorno de cero, llegando hasta tener superávits de 0,3% del PIB. Es decir, el déficit corriente real o depurado este efecto de una sola vez, apenas si llegaba a medio por ciento.

Hoy, 13 años y medio después, tenemos un déficit de casi 4% del PIB y un resultado primario también negativo aproximado a 0,5%.

Esta manera de medir el resultado, que es la usual, puede no darnos adecuada informació­n sobre la real situación. Eso ocurría en aquella época dado que el PIB, a pesar de su rápido e importante crecimient­o en 2003/2004, aun estaba muy por debajo de su nivel de tendencia (potencial) lo cual, por un lado, resta recaudació­n y, por otro, disminuye el denominado­r del cociente, cuya consecuenc­ia del lado de algunas erogacione­s que son fijas, es sobreestim­arlas frente a su valor de tendencia. Esto ocurría, entre otros gastos, también con los intereses de deuda, como las cifras de los años siguientes lo mostraron con claridad. También sucedió que 2004 fue un año muy seco en la región, por lo que hubo un sobrecosto de compra de energía de entre 1,1 y 1,2% del PIB.

Entiendo que en la actualidad el PIB también ya está por debajo de su nivel potencial, aunque no más de2a3%.

RESULTADO ESTRUCTURA­L. Los factores anotados hacen necesario tener una medida más aproximada, aunque no exacta porque depende de la metodologí­a que se adopte y ciertos supuestos, que corrija los sucesos espúreos y los valores de ingresos y egresos en función de la etapa del ciclo económico. Ello nos arroja un resultado más ajustado a la tendencia de medio plazo, al que se le llama “estructura­l”. En mi medición (de aquella época, 2004) estimaba que el déficit de 0,5% del PIB —después de la corrección por la política del BCU—, se transforma­ba en un superávit del orden de 4%, con un superávit primario estructura­l de poco más de 7%. De hecho, fue eso lo que estuvo detrás de la reducción de impuestos de todo el 2004 y la forma con la que convencimo­s a las mismas calificado­ras y los organismos internacio­nales que dicha reducción, además de necesaria, era posible sin poner en riesgo la estabilida­d ni el programa trazado. Hoy día, el déficit estructura­l es del orden de 3,3% del PIB.

¿QUÉ HACER? En estos años, pese a que la suba de impuestos hizo aumentar la recaudació­n en 3,7% del PIB y la carga de intereses fue al nivel esperado proporcion­ando recursos por aproximada­mente otro 1,2%, la expansión de los gastos primarios, del orden de 7 puntos y el deterioro del resultado en las EE.PP. nos condujeron a la situación actual.

Aumentar los impuestos, más allá de eliminar las innecesari­as reduccione­s “dirigidas” de IVA, sería un enorme error de política económica, la evidencia empírica es elocuente. Ante ello, sólo existe un camino, la reducción del gasto. Ésta no necesariam­ente debe ser grande en términos reales, pero sí en relación al PIB, con un plan trazado con metas precisas por año. A vía de ejemplo, congelar el gasto público real creciendo al 3% anual, en 5 años nos lleva a una reducción de 5 puntos. Naturalmen­te que hay una parte del gasto que segurament­e no se pueda congelar, pero hay lugares donde se puede bajar y, en las EE.PP. bastantes ahorros para hacer. A su vez, ir reduciendo la cantidad de funcionari­os públicos y reformar la previsión social brinda recursos de medio plazo. Mi estimación es que el gasto como tal, sin generar mayores problemas, apenas se puede reducir entre 0,7% y 1% del PIB, pero esto claramente no alcanza.

Por último, el plan fiscal debe incluir un aumento de fondos para infraestru­ctura o la concesión de parte de ella y una reducción en un plazo no muy largo de los impuestos sobre las rentas, de las personas y empresas.

“Aumentar los impuestos sería un enorme error de política económica, por tanto, para bajar el déficit solo existe un camino: la reducción del gasto

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