Ordenar y chequear, el rol insustituible de la prensa
Debe lidiar con la tendencia de la gente a confirmar lo que ya piensa
Dicen que la electricidad fue la base de la era industrial y ahora sostienen que la información es el combustible de la actualidad. En los dos últimos años, recordó el periodista argentino Carlos Pagni, la humanidad generó más datos que en toda su historia previa. Son tantos los bytes que circulan en tiempos de internet que, si todos ellos fueran letras, “podríamos construir 4.500 filas de libros apilados que conecten la Tierra con el Sol”, dijo.
Es de tal magnitud esta avalancha informativa que en ella cabe de todo: lo que aporta y la basura. ¿Cuál es el problema? Según Pagni: “Hoy la gente quiere confirmar lo que ya piensa o busca que esa información se ajuste a lo que en Argentina se llama la grieta”: Tump-antitrump, Bolsonarohaddad, Macri-kirchner.
“Con 200 “me gusta” en Facebook, uno puede confirmar lo que piensa el otro, conocer sus preferencias estéticas y se pueden hacer campañas (electorales) que reafirmen los prejuicios”, explicó el columnista de La Nación en la charla “El periodismo de calidad como respuesta a los desafíos en la era de Internet” organizada por El País. Y es entonces cuando se hace “necesario” que haya un profesional de la información (léase un periodista, dijo) “que pueda chequear los datos, ordenarlos y ponerlos en perspectiva”.
Diego Cabot, colega de Pagni en el diario La Nación, es de esos periodistas que causan dolor (del sano). Comandó la investigación de los cuadernos de las coimas de la corrupción kirchnerista, un trabajo que puso en jaque a funcionarios públicos de Argentina y a buena parte de la clase empresarial. El segundo lunes de enero, cuando gran parte del empresariado porteño estaba vacacionando, recibió de una fuente los famosos cuadernos, tironeó de la “cola de esa rata” hasta que el animal estaba descubierto. Pasaron ocho meses hasta que publicó la primera línea.
En el camino hizo lo que Pagni decía: ordenó, chequeó, puso en perspectiva y publicó. Pero, sobre todo, se animó a hacer algo diferente: esperó, trabajó en silencio y no le temió a la vorágine de esa avalancha informativa. De ahí que Cabot también sea un convencido del desafío que el periodismo tiene por delante.
Sin embargo, Cabot parece un tanto escéptico respecto a cómo el trabajo de los periodistas es valorado en su país y que se extiende a otras sociedades. “No estoy convencido de que la Argentina esté dispuesta a conocer su verdad”, dijo el miércoles en la mesa de reflexión. —Esa falta de disposición para conocer la verdad, ¿es un tema de educación?, preguntó el director de El País, Martín Aguirre, ante un auditorio colmado en el Sofitel Carrasco.
—No. Hay una clase ilustrada, autodefinida intelectual, que no quiere la verdad, respondió Cabot.
Para el periodista argentino, “hay una sensación de abismo cercano”. Pareciera que todo aquello que corra el horizonte, que piense fuera del frasco, podría terminar “cuestionando a uno mismo”. Y eso “incomoda”. De ahí que la inmediatez sea más llevadera, “menos molesta”, argumentó.
Cabot es de los que aprovechan los desayunos en familia para reflexionar. Recordó que hace unas semanas su hijo le comentó que quería cambiarse de una universidad privada a una pública, para tener otro “roce” social. El periodista y su esposa, también periodista, le dieron impulso al joven y empezaron a pensar cómo será la sociedad argentina cuando el muchacho acabe su proyecto de estudio universitario. ¿La conclusión? “De acá a diez años no hay un proyecto serio, todo es ya”, reflexionó.
Tanto es así que, según él, su investigación sobre la corrupción “era algo que todos sabían”. También “todos conocían” que, antes de la tragedia del Once en la que murieron 51 personas, “era evidente que Argentina estaba gestando una tragedia ferroviaria, era cuestión de esperar un error humano, una distracción o lo que fuera...”.
LA VERDAD. La Real Academia Española maneja siete acepciones sobre el término “verdad”, y aun así estas definiciones no terminan de convencer a todos. Varios filósofos, de esos que buscan respuestas a las preguntas más difíciles, se han pasado sus vidas intentado dilucidar esta incógnita, la mayoría de veces sin éxito.
Pero más allá del relativismo de las definiciones, según los ponentes que participaron del debate del miércoles, hay hechos que son incuestionables. En palabras de Pagni, “la función básica del periodista es contar que Alemania invadió Bélgica” y no que en 1914 ocurrió lo contrario.
Curiosamente, Pagni se destaca como columnista de opinión. ¿Se está contradiciendo? “Me gusta dar información razonada, que claro esconde una opinión, pero que no busca convencer a nadie sino pensar con perspectiva”, respondió.
En este sentido, el columnista argentino reconoció que “el contexto (actual) favorece el exceso de opinión”. Y otra vez se vuelve al concepto de la “cámara de eco”, en la que un concepto es amplificado en las redes sociales pero siempre corre en un circuito cerrado, conformado por autoconvencidos.
“En el futuro del periodismo se juega la calidad de la democracia”.