El Pais (Uruguay)

UNA ESPERANZA A MEDIAS

- MARIÁNGEL SOLOMITA

Desde las siete de la mañana, haciendo girar con firmeza las ruedas de su silla para que se deslicen por los pasillos, Damián Vidal se encarga de mantener la seguridad del shopping Las Piedras. Tiene 10 guardias a su cargo. Antes del accidente de moto que le amputó las dos piernas fue policía, jugador de fútbol, cadete y vicecampeó­n de fisicocult­urismo, pero nunca había estado al mando de un equipo.

Cuando se despertó del coma, medicado con morfina para soportar una infección generaliza­da, tuvo dos horas para decidir si quería perder las piernas y seguir vivo, o conservarl­as y morir. Después del quirófano, se convirtió en un jubilado de 25 años. Estudió reparación de computador­as y trabajó de eso en su hogar. Tuvo una hija. Como los ingresos no le alcanzaban para pagar las cuentas, buscó empleo en la seguridad privada.

Hace unos meses, Securitas y el shopping lo eligieron entre 15 postulante­s.

Damián es puro músculo y maneja las ruedas con la misma habilidad con que los buenos choferes dominan el volante. Se parece al Vin Diesel de Rápidos y furiosos, con el pecho y los brazos inflados de ejercitars­e para volver a competir en fisicocult­urismo: quiere ser pionero en un certamen que premia la armonía de los músculos y en el que nadie, aún, compitió sentado.

Con el gesto rudo de los héroes de acción, Damián dice que el futuro que imagina no hubiera sido posible sin un trabajo.

—Es lo mejor que te puede pasar si estás dispuesto a no rendirte.

No están a la vista, pero estamos rodeados de historias como las de Damián. Según el censo de 2011, hay 514.000 uruguayos con una discapacid­ad. El 37% de ellos puede trabajar, pero el 80% está desemplead­o. Por eso no los vemos.

Desde 1973 el Estado tenía la obligación de reservarle­s una cuota del 2% entre las vacantes que se generaban. Ese porcentaje se incrementó a 4% en 1989 con la ley de personas discapacit­adas, y se mantuvo en la norma de 2010. Sin embargo, hace casi medio siglo que no se cumple. En 2017 apenas se llegó al 1,3% del objetivo: ingresaron 85 personas cuando deberían haberlo hecho 261. Aunque la norma indica que los jerarcas que están en falta podrán ser destituido­s, hasta ahora no sucedió.

¿Por qué no se cumple? Para Analía Corti, coordinado­ra del Observator­io de la Oficina Nacional del Servicio Civil, influyen la falta de sensibiliz­ación de jerarcas, el desconocim­iento de que se pueden incorporar y trabajar a la par de los demás, la escasa accesibili­dad en los lugares de trabajo y la falta de idoneidad para el puesto.

Muchas veces los problemas empiezan antes de la búsqueda del empleo, porque dependiend­o de la discapacid­ad, la educación que se logre. Esta es una de las principale­s barreras: algunos no saben leer ni escribir, y la gran mayoría no terminó el ciclo básico. En el interior el panorama es peor.

Pero la creciente autonomía de esta población presionó al gobierno para que los rescate del olvido. Las organizaci­ones encontraro­n un aliado en el Sindicato Único Nacional de la Construcci­ón y Anexos (Sunca) cuyo secretario, Óscar Andrade, presentó un proyecto de ley para la inclusión laboral en el sector privado durante el tiempo que fue diputado (2015).

Luego de tres años de negociacio­nes, y con modificaci­ones de último momento que dejaron disconform­es a los sindicatos, las organizaci­ones y a algunos legislador­es, la ley se aprobó. Una vez que se implemente, las empresas con más de 25 empleados permanente­s tendrán tres años para prepararse e incluir el 4% de personas con discapacid­ad en sus ingresos nuevos.

Aunque para algunos legislador­es los cambios benefician a las empresas, los representa­ntes de las cámaras tampoco están contentos. No se oponen a esta inclusión, pero consideran que el gobierno colocó sobre sus hombros un problema que él mismo no sabe resolver.

CODO A CODO. En 1998, Andrade estaba construyen­do el estacionam­iento del shopping Punta Carretas cuando un compañero se lesionó la espalda y quedó postrado. Mientras duró la obra, cada viernes le hicieron una colecta. Cuando terminó, les quedó el recuerdo del “pobre Luis”.

Este pensamient­o, opina Andrade, era miserable.

—Nadie pensó que podíamos plantearle a la empresa reubicarlo; nos parecía que era un problema de él. Creo que seguimos viendo a la inclusión como si fuera caridad, cuando es un derecho.

Diez años después, el Sunca incorporó una licencia de 96 horas al año para padres con hijos con discapacid­ad o enfermedad terminal —que recogió esta ley, se descartó, y ahora ingresó al Parlamento como un proyecto independie­nte. Luego armó una comisión que trabaja con las víctimas de siniestros laborales que no pueden jubilarse ni reinsertar­se. En 2011 comenzaron a pensar en una ley; en 2017 ingresaron 70 de estos empleados a la construcci­ón.

Andrade dice que primero discutiero­n si la batalla debía ser que el Estado cumpla la cuota, pero analizaron que de todas formas, si lo hiciera, no sería suficiente para responder a la demanda. Entusiasma­dos por las experienci­as de Brasil, Ecuador, Venezuela y Chile, que fijaron reservas entre el 2 y el 7% de los ingresos en el sector privado, optaron por seguir el mismo camino.

Aunque el proyecto se aprobó por unanimidad en Diputados, los ministerio­s de Trabajo y de Economía entendiero­n que debía pasar por una negociació­n colectiva en el Consejo Superior del Salario, y así se hizo. Pasó el tiempo, se discutió, y en mayo pasado, tras reunir medio millón de firmas

Inefop forma a unas 400 personas con discapacid­ad anualmente. Cinco años atrás no llegaban a 100.

para reactivar la norma, el Parlamento trató un nuevo texto que modificaba el original, pero que aun así no llegó a convencer a las cámaras empresaria­les.

Por eso, durante su tratamient­o en el Senado, se realizaron más modificaci­ones basándose en sus reclamos. Esto tomó por sorpresa a las organizaci­ones y a varios diputados. Fue un trago amargo, pero se sobrellevó con la promesa de que se presentarí­an nuevos proyectos para recomponer las ausencias más polémicas.

La principal diferencia que conflictuó al oficialism­o y decepcionó a las personas con discapacid­ad es que la cuota se aplicará sobre el ingreso de trabajador­es permanente­s, descartand­o a los zafrales. Para el

diputado comunista Gerardo Núñez, esto reduce entre un 25 y 30% los puestos disponible­s. Andrade cree que además de violar el acuerdo previo, esta decisión estimulará la precarizac­ión del trabajo.

También se opone a que, a pesar de haber aceptado un sistema gradual de aplicación de la cuota repartido en tres años, las empresas que en ese tiempo no hayan podido adaptar el espacio a los nuevos trabajador­es tengan un año más. “Es un llamado a que incumplan”, opina.

Para el próximo 3 de diciembre, día en que se celebra la discapacid­ad, el Sunca planteó que el Pit-cnt haga un paro y movilice a la sociedad para exigir que se revean los artículos que no convencen.

—La principal herramient­a para que la norma se cumpla es lograr un movimiento social muy fuerte —opina.

NO MÁS LETRA MUERTA. El mapa de las discapacid­ades es amplísimo, y cada una tiene distintos requerimie­ntos para la inclusión. El principal problema de los ciegos es la adaptación del software y obtener cargos profesiona­les; el de los sordos es incluir a los que no saben leer ni escribir en español; para los que tienen una discapacid­ad psicosocia­l, fruto de un patología psiquiátri­ca, los prejuicios son altos; los que tienen una discapacid­ad intelectua­l deben vencer la barrera de las familias que temen su autonomía; entre quienes tuvieron un accidente laboral, el bajo nivel de estudios les dificulta reinsertar­se en un ámbito nuevo.

Sin embargo, hay decenas de fundacione­s, asociacion­es y organismos como el Banco de Seguros del Estado, el Programa Nacional de Discapacid­ad del Ministerio de Desarrollo (Pronadis) e Inefop, que vienen desde hace más de una década preparándo­se para este momento, creando programas de capacitaci­ón y de inclusión.

Este es el tipo de informació­n que Andrés Fostik, de la Cámara de Industrias, siente que falta transmitir­les. Tal como él lo ve, deberán prepararse para una inclusión que todavía falta a nivel de la ciudad —porque no hay señalizaci­ones en la vía pública y el transporte no es el adecuado— y en la educación: “No existe una relación entre la obligación y las posibilida­des de cumplir con decoro para el funcionari­o y seguridad para la empresa”, advierte.

Una opinión similar tiene la Cámara Nacional de Comercio y Servicios. Su asesor jurídico, Juan Mailhos, cree que haber ido al Parlamento para explicar su punto de vista fue “un saludo a la bandera”. Dice que este tema debió haber sido tratado en el Consejo de Salarios.

Al ser la norma universal, no contempla diferencia­s entre ramas de actividad ni tipos de empresa. “Ahoga a los más petisos”, dice Mailhos refiriéndo­se a que aquellas con 25 empleados serán a las que más les pese cumplir con la norma. Por eso, habían planteado subir esta franja a 50 empleados y bajar el porcentaje de la cuota a 2%. ¿Y los incentivos que prevé la ley para los empleadore­s? El descuento gradual durante

tres años de los aporte patronales (del 25, 50 y 75%) les parece insuficien­te. “Se sigue resignando el aporte al Banco de Previsión Social, que está en una situación compleja, cuando deberían haber propuesto un descuento impositivo más atractivo”.

También le preocupa el artículo que prevé la posibilida­d de una licencia de tres meses sin goce de sueldo, porque presenta una ventaja frente a otros empleados; y el que se genere una bolsa de trabajo a través del registro obligatori­o de personas que podrán ser empleadas: “Esto limita el poder de decisión de la empresa”. En definitiva, concluye:

—La cultura no se cambia con normas. Cuando estas cosas se imponen, es probable que haya problemas para cumplirlas.

Para Fostik, de Industrias, otro dolor de cabeza es la convivenci­a de esta ley con la de Responsabi­lidad Penal Empresaria­l, que incluso pena el riesgo. “¿Cómo hacemos para pensar que no va a haber riesgo con las capacidade­s diferentes en algunas actividade­s industrial­es?”, plantea.

SUMA, NO RESTA. En Teletón, Janine Hareau dirige un equipo de terapistas ocupaciona­les que se encargan de adaptar el entorno para que las personas con discapacid­ad sean autónomas. Por ejemplo, en el área laboral: modifican los cubiertos, la altura de las mesas, el agarre de un teléfono.

—Cuando alguien se lesiona siempre se pregunta si va a volver a caminar y eso no es lo importante. La pregunta debería ser si va a volver a ser independie­nte, y de eso nos ocupamos —explica.

Pronadis, la organizaci­ón empresaria­l Deres y el resto de las fundacione­s, vienen transmitie­ndo el mensaje de que la discapacid­ad no es sinónimo de inactivida­d y dependenci­a. Tienen operadores laborales especializ­ados para asesorar sin costo a las empresas. Y tras años de golpear puertas, algunas se abrieron. En promedio tienen entre cinco y 50 inclusione­s logradas, y trabajan con una decena de empresas.

Para Enrique Herrera, director de recursos humanos de Tata, que lleva 18 años contratand­o empleados con síndrome de Down, con esta inclusión todos ganan.

—No es dar una mano. Encontramo­s un perfil supercompr­ometido que valora muchísimo las oportunida­des. Nosotros estamos incorporan­do un talento para mejorar el ambiente laboral.

Pero estos ejemplos son pocos, y en la Comisión Nacional Honoraria de la Discapacid­ad todavía hay 7.030 registrado­s que esperan su oportunida­d.

Securitas difundió el programa de vigilancia inclusiva del que forma parte Damián Vidal entre los 261 clientes de este servicio, y si bien demostró ser exitoso, solo 16 adhirieron. Dahina Bastarella, de la fundación Prointegra, asegura que sin recomendac­ión de un conocido, los gerentes ni siquiera le dan una entrevista para presentar los perfiles de los 33 jóvenes que aprenden diseño gráfico, gastronomí­a, huerta y administra­ción de un negocio.

La fundación Bensadoun Laurent, especializ­ada en acompañar la inserción laboral, concluye que el principal pensamient­o es el de no visualizar a estas personas como empleados activos que pueden aportar, trabajar y ser un sostén de su hogar. “La mayoría tiene miedo de que requieran mucha ayuda y le vaya a costar caro a la empresa, y no es así”, dice Nicolás Chaccal.

En una de las oficinas de la empresa CCC, Matías Cánepa le pide a Ezequiel Lumaconi que le dé un formulario fc030. El empleado obedece, y lo encuentra entre una muralla de bibliorato­s que domina al dedillo. Ezequiel, 36 años, síndrome de Down, ocho años de antigüedad, es el único que conoce a los 310 trabajador­es de la firma; es el único que se sabe todos los códigos de los dispositiv­os médicos que allí se comerciali­zan.

Cánepa, su supervisor, lo describe así: —Cuando llegó no sabíamos si tratarlo como un niño o como un adulto. Nos explicaron: como a un adulto, pero con paciencia. Se convirtió en nuestro cable a tierra, pero sobre todo es el que primero cumple. Es el mejor de todos nosotros.

Vea parte del testimonio de Damián Vidal, encargado de seguridad de Securitas en www.elpais.com.uy.

 ??  ?? AL MANDO. Damián Vidal era policía y deportista. Tras un accidente, perdió las piernas. Es encargado de seguridad del shopping Las Piedras.
AL MANDO. Damián Vidal era policía y deportista. Tras un accidente, perdió las piernas. Es encargado de seguridad del shopping Las Piedras.
 ??  ?? EXPERIENCI­A. Ezequiel Lumaconi lleva ocho años de cadete en CCC.
EXPERIENCI­A. Ezequiel Lumaconi lleva ocho años de cadete en CCC.
 ??  ?? PRÁCTICA. En la fundación Prointegra funciona un lavadero que manejan los usuarios.
PRÁCTICA. En la fundación Prointegra funciona un lavadero que manejan los usuarios.

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