El Pais (Uruguay)

Las carreras de galgos en la mira de animalista­s

Dicen que los drogan con cocaína y arsénico

- CARLOS TAPIA

▃▃ Las carreras de galgos son una realidad en Uruguay. Los animalista­s dicen que les dan cocaína y arsénico, que después de correr les hacen tomar leche cortada para que eliminen la droga, que los maltratan y que los abandonan cuando no pueden correr más. Del otro lado, los “galgueros” sostienen que no hay pruebas de que esto sea verdad, ya presentaro­n una denuncia por difamación e injurias contra una veterinari­a, y piden regular la actividad para no ser ilegales.

Cossia: “De Argentina vienen miles y miles a hacer de Uruguay el garito de la timba de las carreras de galgos”.

Santo: “Dicen que elegimos los perros cuando nacen. ¿Y cómo puedo saber yo cuál va a ser el más rápido?”.

Riña por carreras de galgos. Corren más rápido que Usain Bolt y están en la mira de fanáticos y animalista­s. De un lado dicen que la prohibició­n de las carreras en Argentina hizo que miles trajeran sus perros para competir a Uruguay. Sostienen que los hogares se están llenando de galgos y denuncian abandono, maltrato, uso de drogas y hasta que los matan. Los galgueros, en tanto, exigen pruebas y van en busca de una regulación.

El récord mundial de los 200 metros llanos lo tiene Usain Bolt. En agosto de 2009 corrió esa distancia en 19,19 segundos, o sea que lo hizo a 37,5 kilómetros por hora. Pero el jamaiquino es una tortuga al lado de Milonga, una perra galga marrón que ahora mira el mundo con ojos desorbitad­os y la lengua afuera, que intenta recuperar el aliento y que si hablara seguro estaría rogando por un poco de agua. Ella acaba de hacer la misma distancia en 12,03 segundos, así que corrió a 59,9 kilómetros por hora.

Si uno pudiera contemplar esos 12 segundos en cámara lenta vería el cuerpo de Milonga contorneán­dose en el aire como si fuera de goma, luciendo tensos los músculos de sus muslos, las patas apenas tocando el piso y ya lanzándose de vuelta a volar por una distancia mayor a los cinco metros entre paso y paso, las orejas tirantes vencidas por el viento y los ojos observando la meta como un asesino a su presa. Milonga, y también Estrella y Héroe —dos perros que corrieron apenas unas décimas de segundo más lento—, van dejando un surco en la arena y construyen una nube de polvo que los vuelve invisibles.

“¡Vamo’ nomá’! ¡Perrita vieja, nomá’!”, grita Cintia Bentancor, de siete años, cuando Milonga gana la carrera. Con una mano la acaricia y con la otra se empieza a secar las lágrimas, mientras su padre, Víctor, se ocupa de sacarle el bozal. Enseguida la foto de los triunfador­es: papá, mamá, Cintia y su hermano de tres años posan, todos sonrientes y con el dedito para arriba; Milonga quiere echarse pero la levantan del collar y la acomodan para que mire la cámara. La corren a la sombra y ahora Cintia, que tiene una camiseta que dice “soy chiquito pero con galgo ligero”, espera a que le bajen un poco las pulsacione­s para hacerla pasar por la revisión veterinari­a. Un perro puede tener entre 90 y 130 pulsacione­s por minuto, pero después de una carrera estas se duplican.

Los Bentancor se llevaron $ 1.000 por el triunfo de Milonga. Sin embargo, juran que no lo hacen por dinero. Ellos hablan de pasión. “El que no lo vive no lo entiende. Yo corro por diversión —explica Víctor, aunque la que corre es la perra—, para sacarme una foto con mi familia. Pierdo plata. Milonga, que venía de perder cinco carreras seguidas, come carne todos los días, le doy también alimento balanceado, vitaminas, manzana, zanahoria, arroz blanco y leche. Vivo a 130 kilómetros del canódromo, no recupero ni la nafta”.

Los galgueros —como los dueños de galgos se denominan con orgullo a sí mismos— dicen que no hay competició­n en que se pueda ganar más de $ 5.000. Los opositores a las carreras sostienen que se corre hasta por autos y apartament­os, y que más allá de los montos se trata de apuestas clandestin­as (ver aparte).

Este canódromo está en Cerro Pelado, en el departamen­to de Maldonado. Es uno de los 20 que hay en todo el país, según señala Jaqueline dos Santos, presidenta de la Asociación Uruguaya de Galgueros Unidos (AUGU). Hay también en Canelones, Colonia, Florida, Río Negro, San José y Soriano. Los hay de arena y de pasto. No se suelen hacer carreras de más de 250 metros, pero las pistas son bastante más largas puesto que los animales necesitan varios metros para poder frenar. En Uruguay, según AUGU, hay entre 3.000 y 4.000 galgos que se utilizan para las carreras.

Los animalista­s denuncian que a los perros se les da cocaína, estricnina, anfetamina­s y arsénico para que corran más rápido. La médica veterinari­a Gabriela Iribar dijo hace unas semanas en el programa de televisión Vespertina­s, de Canal 4, que “les dan unas mezclas mortales”, y que después de correr “les hacen tomar leche en mal estado para ocasionarl­es una diarrea que les haga eliminar las drogas”. Dos Santos dice que la organizaci­ón presentó una denuncia judicial contra Iribar por difamación e injurias. La veterinari­a sostiene que no recibió notificaci­ón alguna, al tiempo que advierte que “si te gustan un poquito los perros, solo un poquito, no podés estar de acuerdo con estas carreras”.

Los opositores señalan que para ejercitarl­os se los ata a motos y autos en movimiento, exigiéndol­es cada vez más velocidad. Víctor, el amo de Milonga, dice que él prefiere salir a pie, aunque reconoce que algunos utilizan vehículos, “pero no es nada, solo un trotecito al lado de la camioneta”. Los detractore­s denuncian también que los galgos son maltratado­s si pierden y que cuando ya no pueden correr son abandonado­s o, directamen­te, asesinados.

Hay tres proyectos de ley para prohibir las carreras: uno del diputado colorado Walter Verri, otro del diputado suplente nacionalis­ta Gastón Cossia y otro del senador también blanco José Carlos Cardoso. En tanto, el diputado Javier Umpiérrez, del Frente Amplio, anunció que la bancada de su partido va a presentar un proyecto para regular la actividad. Tanto Iribar, como Animales sin Hogar, la Asociación por el Trato Ético Hacia los Animales (Aptéha) y la Protectora San Francisco de Asís (de Mercedes) exigen la prohibició­n y acusan que se está generando una industria a partir de la eliminació­n de las carreras en 2016 en Argentina, lo que lleva a que galgueros del otro lado del Río de la Plata vengan a competir a Uruguay. “Desde Argentina vienen miles y

Santo tiene galgos desde hace 20 años. Su perro Tony, que cuando se para a saludarlo le llega casi a la cabeza, salió campeón nacional el año pasado. “Tony tiene cuatro años, y cuando no corra más va a seguir estando conmigo. Es mentira que nos deshacemos de ellos. Tony se va a morir aquí de viejo. Yo no sé si todos tienen los perros como los tengo yo, esto es como en la vida: hay gente buena y hay gente mala”. miles a hacer de Uruguay el garito de la timba de las carreras de galgos”, denuncia Cossia.

DENUNCIAN ABANDONO. “Y en el último lugar viene el Enviado de Santa Claus”, dice la voz en el parlante. Enseguida Homero entra en cólera: “corre, perro mugroso”, vocifera. En la siguiente escena aparece el dueño del can corriéndol­o a pedradas al grito de “hiciste el ridículo por última vez, no vuelvas”. Bart lo ve y le dice a su padre: “vamos a adoptarlo”. Homero lo mira con asco y contesta: “pero es un perdedor, es un adefesio —mientras Enviado de Santa Claus lame su rostro—, ¡es un Simpson!”.

El perro de Los Simpson, como lo muestra el primer episodio de la serie del año 1989, es un rescatado de las carreras de galgos. En la última década se registraro­n unas 15.000 lesiones de estos perros en Estados Unidos, según datos oficiales. Hace años que las carreras están reguladas en el país del norte, pero estas cifras han llevado a un gran movimiento de los animalista­s que ya lograron prohibirla­s en 46 de los 50 estados. La semana pasada se hizo un plebiscito en Florida por el que se convirtier­on en ilegales allí. “Era la meca de las carreras de galgos y por algo la gente votó como votó. No puede ser que una actividad que el mundo se está prohibiend­o, alguien esté pensando en regularla en Uruguay”, se queja el diputado Cossia.

Los opositores a esta actividad sostienen que cada vez son más los galgos que aparecen en los hogares para perros. Animales sin Hogar tiene 20. “Yo no puedo probar que la prohibició­n de las carreras en Argentina y el aumento de estas acá lleve a que yo tenga más galgos en la chacra, pero lo que sí puedo decir es que antes no había y ahora hay”, señala Juan Echavarría, director de la organizaci­ón. Y agrega: “Algunos tienen toda la pinta de que fueron usados para carreras, te das cuenta por la musculatur­a”. Hay dos tipos de galgos, el inglés, que es el que se usa para carreras, y el español, que lo usan los cazadores. “Yo tengo algunos que parecen estar entrenados para cazar porque no pueden convivir con otra cosa que no sea perros, no pueden estar cerca de gatos o gallinas”, dice Echevarría, y cuenta que hay un perro galgo que está vagando desde hace dos meses, que lo vieron en Ciudad de la Costa, en el Cerro y la Ciudad Vieja, y que nadie logra agarrarlo porque “le tiene miedo a la gente”. También advierte que es una raza “difícil de dar en adopción, porque no es un perro muy usado”.

Desde Protectora San Francisco de Asís, de Mercedes, su directora, Andrea Cazzola, dice que son 12 los galgos que han rescatado en los últimos meses. “Las condicione­s en que llegan son de terror. La última ingresó hace 15 días, reseca de flaca, con fiebre, la tocabas y se ponía a gritar y llorar. El veterinari­o nos dijo que estaba muy maltratada”, señala. A otro lo encontraro­n hace unos meses, el mismo día que la selección clasificó para la copa del mundo, por eso le pusieron de nombre Uruguay. Vagando lle-

gó hasta una estación de servicio, “chorreaba sangre y tenía todo el hocico lastimado, la revisaron y resulta que tenía una bala en una de sus piernas”. Cazzola dice que “es fácil darse cuenta de que son de carrera, porque cuando les inyectan algo ni se inmutan, están tan acostumbra­dos que no reaccionan”.

“Esta es una actividad que implica cierto descarte de animales. Aunque no lo podemos probar en Uruguay, no podemos decir tal perro fue abandonado por los galgueros, sí tenemos claro lo que ha pasado en el mundo: en Australia se prohibió por el maltrato que existía y porque usaban presas vivas para los entrenamie­ntos; en Estados Unidos dieron doping positivos con cocaína y otras drogas; y en Argentina pasó lo mismo”, señala Rita Rodríguez, directora de Aptéha, y que también está al frente del movimiento Galgo Libre Uy, que brega por la prohibició­n de las carreras.

Cossia, que también es veterinari­o, empezó a militar por la desaparici­ón de estas competenci­as en 2010 cuando se encontró con Negrita, una galga abandonada. Estos perros no suelen correr con menos de un año de edad y se retiran, como mucho, a los ocho. Dos Santos dice que AUGU no permite correr tampoco a perras preñadas o en celo. Cossia es uno de los que advierte sobre la “eutanasia” de estos animales cuando ya no sirven para competir. Dos Santos jura tener una perra mayor en su casa. Lo mismo dice Víctor Bentancor, que además adelanta que una vez que Milonga ya no pueda correr seguirá siendo parte de su familia. “¿Y qué le voy a hacer, pobre animal? Eso que dicen que nos deshacemos de los pobres bichos es todo mentira”, se defiende.

POR FUERA DE LA LEY. Carlos Alberto Santo hace más de 20 años que es galguero. Su perro Tony salió el año pasado campeón nacional tras correr los 250 metros en 14,8 segundos, dos décimas menos que el promedio. La final se disputó en San Carlos, dónde él vive, y donde las carreras fueron prohibidas recienteme­nte. Ante la negativa del Frente Amplio de tratar los proyectos de prohibició­n a nivel nacional, los que militan en contra comenzaron una campaña por todo el país para intentar que las intendenci­as frenen las carreras.

Paysandú es el único departamen­to en el que están totalmente prohibidas. En otros, donde las comunas no fueron tan receptivas, decidieron ir localidad por localidad. En Maldonado, además de en San Carlos, lograron eliminarla­s en Punta del Este. En Canelones se prohibiero­n en Sauce, Toledo, Las Piedras y Santa Lucía; y en Colonia, en Carmelo. En Río Negro se decidió no impedirlas, sino regularlas, y la normativa señala que se debe notificar a la intendenci­a antes de cada evento, que los perros necesitan tener un certificad­o sanitario expedido por un veterinari­o y que no pueden ser maltratado­s. Los militantes de Galgo Libre Uy tienen agendada una comparecen­cia ante la junta de Rocha —ya fueron a las de Soriano y Lavalleja—, y una reunión con el intendente de Canelones.

Los opositores a las carreras advierten que se viola la ley 18.471 de protección, bienestar y tenencia de animales, que advierte sobre el maltrato y el abandono. Esta ley también llevó a la creación de la Comisión Nacional Honoraria de Bienestar Animal (Cotryba), organismo que debe velar por su cumplimien­to. En 2016, una vez que se prohibiero­n las carreras en Argentina, empezó una guerra en las redes sociales entre los uruguayos que estaban a favor y los que estaban en contra. Ambos bandos terminaron golpeando las puertas de Cotryba. “Desde el primer día tomamos la posición de que no vamos a incidir en este tema”, señala Julio Pintos, director del organismo. Hay una razón para esto, y es que el consejo consultivo de Cotryba, formado por la Universida­d, los grupos animalista­s y la Sociedad de Medicina Veterinari­a, no logran ponerse de acuerdo: los dos primeros van por la prohibició­n y los veterinari­os por la regulación.

Lo que sí decidió Cotryba es que iba a pedir —no exigir, puesto que el organismo no realiza inspeccion­es— el cumplimien­to del artículo 11 de la ley 18.471, que establece que en los espectácul­os públicos en que se utilicen animales que deban efectuar algún tipo de “actividad, demostraci­ón o des- treza” y “corran peligro de sufrir accidentes”, debe haber un médico veterinari­o. AUGU estuvo de acuerdo. Cotryba también le pidió a la organizaci­ón que se les ponga chip a los galgos que compitan y esta lo aceptó. Además, se les pidió que registrara­n los canódromos que hay en el país. De los 20 existentes, se registraro­n 12.

Estefanía Pereyra es la veterinari­a del canódromo de Cerro Pelado. “Les tomamos las pulsacione­s, les auscultamo­s el corazón, nos fijamos que no tengan dolores. Controlamo­s también el plan de vacunación y la desparasit­ación. Es un examen clínico básico que hacemos antes y después de cada carrera. Los perros no pueden competir más de una vez por jornada”, señala mientras da el aval para que Bolita, otro de los perros que está por correr, pueda ir rumbo a la gatera. Los dueños deben pagar antes el chip, que sale $ 400, y este les es colocado luego de competir. “No me he encontrado con perros que no estuvieran bien, más allá de algo en la piel, peladilla”, dice Pereyra.

Pero no hay forma de comprobar que la principal denuncia de los animalista­s no sea verdad. “Lo que no se hace es antidoping. Sería deseable que en el futuro se hiciera, pero es muy costoso”.

CUESTIÓN DE SANGRE. Milonga es hijo de Tuca, la mamá de Tony, el perro que el año pasado salió campeón nacional. Tuca tiene ocho años y ya no corre. Santo, su dueño, la tiene para dar crías. Cossia sostiene que “una perra da 15 cachorrito­s por cría, o sea que son 30 por año”, y denuncia que “se está montando una industria para tener al mejor atleta, para que tengan el mayor rendimient­o en la pista, y esto lleva a que se produzcan miles y miles de perros”. Santo lo niega. Dice que él se saltea siempre un celo para no exigir a su perra, que esta da cría solo una vez por año, y que nacen unos ocho o 10 cachorros. “Hay muchos mitos alrededor de esto. También dicen que selecciona­mos a los perros cuando nacen. ¿Cómo puedo saber cuál va a correr más rápido?”.

Santo tiene cuatro galgos, Tuca y tres hijos de ella: Tony, Mano Negra y Nerón. Tiene otros tres perros que no son galgos. Uno chiquito, faldero, sin raza, que es el único que goza del permiso para poder entrar a la casa. Cada galgo cuenta con un canil de unos 10 metros cuadrados. Hay una parte techada, con un colchón, donde duermen o descansan. Y una puerta a un patio donde comen y hacen sus necesidade­s. Santo, que trabaja en el monte cortando leña y también es constructo­r, los saca a caminar una vez por día, casi siempre en horas de la mañana. “Yo no vivo de esto, esto es un hobby”, sostiene al tiempo que muestra una cuerda con una bolsa de arpillera atada a la punta. Luego saca a Tony que como loco se le va encima para sacarle la bolsa, que es igual a la que los perros corren en la pista. “Dicen que usamos animales muertos… ¡lo que los perros corren es una bolsa! Para ellos las carreras son un juego”. En el canódromo la arpillera va atada a una tanza que es enrollada por un sistema ideado con una transmisió­n de moto. La arpillara va recorriend­o así toda la pista, y el perro va tratando de alcanzarla.

Santo compró a Tuca en Argentina por US$ 250, que es por lo que luego vende a sus hijos. Cuando la adquirió, la perra ya tenía dos años. Los galgos no se suelen vender de cachorros, sino después del año cuando ya pudieron demostrar su desempeño en la pista. “En esto lo que importa es la genética. Si hay una línea materna o paterna en Australia, tenés buenas posibilida­des de que sean buenos. Ahora en Uruguay está habiendo muchos perros importados”, sostiene.

Tony, al igual que todos los galgos de competició­n, pesa entre 35 y 40 kilos. Cuando se para en dos patas para lamerle la cara a Santo, de más o menos 1,80 metros, le llega casi a la cabeza. Algunos animalista­s también sostienen que antes de correr se los hace pasar por unos regímenes de hambre. “Eso no es así —se vuelve a defender Santo, y ya lo hace con cara de fastidio—. La última semana le aflojo en el entrenamie­nto para que el perro llegue más descansado. Lo cuido un poco en las comidas. Capaz que le tengo que sacar un poquito en la última semana. Y nada más. Pero un poquito. Hay que pensarlo como se piensa en un deportista”.

quién corre contra quién”. Los dueños de Estrella, Milonga y Héroe pusieron $ 500 cada uno. Ganó Milonga y se llevó $ 1.500. Por otro lado, por un pozo un poco menor, apostaron los que no tienen perros. “En este canódromo no cobramos comisión. Lo que entra al pozo se reparte entre los que participan. Lo hacemos así porque antes apostaba cada uno por su lado y se armaban algunos líos”, reconoce Álvarez. Las apuestas son un monopolio del Estado, así que lo que está pasando aquí es ilegal. La Cotryba dice que no tiene potestades para regularlo. “Esto es todo clandestin­o y debería actuar Casinos”, dice su director, Julio Pintos. Desde Casinos, el director general Javier Cha dice que el organismo “solo está facultado para promover el desarrollo de la industria hípica, y encargado por ley de la operación comercial de los casinos del Estado y las salas de slots”.

Los animalista­s denuncian que las carreras son “garitos clandestin­os”. Desde la Asociación Uruguaya de Galgueros Unidos (AUGU) aseguran que quieren ser regulados, y que bastaría con que un rematador público hiciera lo que Álvarez hace todos los fines de semana. Desde AUGU afirman que las apuestas van hasta $ 5.000. Gastón Cossia, diputado blanco, sostiene que “los argentinos hacen 1.000 kilómetros para correr en Uruguay. Y tienen premios como los que tenían en Argentina, apartament­os y autos 0 kilómetro”.

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Galgos en Maldonado.
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CARA A CARA.
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 ??  ?? LA PREVIA. Antes de correr, los perros deben pasar por una revisión veterinari­a. Se les hace solo un chequeo. No hay antidoping.
LA PREVIA. Antes de correr, los perros deben pasar por una revisión veterinari­a. Se les hace solo un chequeo. No hay antidoping.

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